[LA PIMPINELA ESCARLATA] El alcalde, el clínex y el bloqueo
EDUARDO FERNÁNDEZ | No se trata de que el alcalde de Ponferrada se encuentre bloqueado, por mucho que a ustedes les pueda parecer eso viendo la exigüidad de las realizaciones del presente mandato. Tampoco se trata de que se haya sometido a este alcalde a un bloqueo como el que él, legítimamente desde la oposición, consiguió por ejemplo para aprobar presupuestos y hacer gastos en infraestructuras muy necesarias a Ponferrada en el mandato anterior, y que bien que le aprovecharon luego en forma de remanentes. A quien tanta pupita le hace que le señalen sus incapacidades se le olvida su pasado en la oposición con suma facilidad. No es ese bloqueo tampoco; aquí ha tenido una mayoría holgadísima de manitas votándole sus temas en el pleno, concejales que a medida que se acerquen las elecciones de mayo querrán que se olvide el grado de camaradería con el que han convivido en estos cuatro años. Y también un cómodo colchón de quien actúa como equipo de gobierno vendiendo la moto de que no lo es, lo que ya no le compra nadie por la sensación de cuatripartito que tienen los ponferradinos cuando ven el sentido de voto en cada pleno.
Aquí estamos hablando de otro tipo de bloqueo, que es el de las redes sociales. Yo les confieso a ustedes un profundo tedio por unas redes sociales en las que cada uno sigue a los suyos y se han convertido en una de las primeras fuentes de polarización afectiva en España, en la política y fuera de ella, porque no hay más que ver los mensajes con ocasión de la eliminación en el mundial para darse cuenta de que el umbral de tolerancia al insulto en las redes sociales es infinitamente mayor al que aguantaríamos cara a cara presencialmente.
Por supuesto que en las redes sociales a uno lo insultan y lo ponen a caldo. Especialmente si se dedica a la política, pero eso va en el sueldo y en la vulnerabilidad que ofrece abrir una cuenta en una red social. Por eso los políticos deberían hacer una cierta pedagogía de la tolerancia y más los que se dedican a la política local, echando mano a la templanza ante el insulto para demostrar que hay otras vías de crítica, además del necesario encaje. Bueno, eso salvo que seas alcalde en Ponferrada, porque entonces las redes sociales están para hacer más propaganda que el Pravda y para que te ensalcen, loen y admiren rendidamente como a un monarca absolutista.
Al prócer local le molesta la crítica de la oposición, la crítica ciudadana y se ahorra la de las redes porque bloquea a todos aquellos descontentos con su gestión y de gatillo rápido para el comentario. Luego nos vendrán los socialistas con que si hace falta más democracia deliberativa, cuando para los socialistas ponferradinos de poco temple la deliberación se reduce al bloqueo. No es que me haya bloqueado a mí, que me traen al pairo sus redes -salvo para las clases de bachata- y que tengo una red mucho más amplia para decir lo que me parezca, como demuestra que les escribo esto en la pimpinela y no en twitter. Pero eso de bloquear a tantos esté más bien feo en políticos de relumbrón, cercanía, transparencia y natural bailón en las redes.
Un tipo que se lanza intrépidamente a la aventura de un viaje en Alvia solo hasta la esquina y vuelta para sacarse la foto de pionero ferroviario merece cualquier alabanza que le digan en las redes; qué arrojo, qué valentía, va en el tren en el que tantos íbamos -eso sí hasta el destino final y para hacer algo- y vuelve sin haber logrado nada más que esa misma foto. Semejante bravura reclama un premio de fotoperiodismo de guerra ya. Necesito un pañuelo, me da igual si de papel, de tela o de seda damasquinada para enjugarme las lágrimas por lo bien que van Ponferrada y la Renfe desde esa gesta aventurera, que ni los descubridores de la Amazonía.
Lloro por lo bien que le va a Ponferrada, me tranquiliza que al alcalde además de hacerle más publicidad los del anillo verde se la van a hacer los de la empresa Kleenex, porque eso sí, como dandy y bon vivant que es, no le vale un pañuelo de marca blanca, tiene que ser de marca acreditada (desconocemos si ha cobrado por publicitarla como Beckham por promocionar Catar).
Lo del clínex no llega ni a gracieta de poco ingenio y dudoso gusto cuando sus buenas noticias son cientos de habitantes menos cada año -cada año de su mandato y no ocasionalmente-, unas políticas erradas -con y sin h-, menos empresas, menos negocios y menos empleos. Y allí arriba encantados de conocerse y regalarse clínex. Dijo Abba Eban, ministro laborista israelí que la propaganda es el arte de convencer a otros de algo en lo que no se cree; y ni Olegario se cree que una ciudad con tantos negocios que cierran, y parece que se anuncian más hasta de las grandes cadenas, es una ciudad de futuro, ni nadie le compra ese mensaje tan carente de arte.
En realidad, no hay clínex en el mundo para celebrar los innumerables éxitos de Olegario, ni cuentas suficientes para ser bloqueadas por el egregio edil. Toca llorar por ir de triunfo en triunfo hasta la despoblación final. De momento, a ver si le manda un paquete a cada uno de los cerca de 1.500 habitantes (que se dice bien) que ya no tiene Ponferrada desde que el alegre repartidor de clínex comenzó a gobernar. Por esos sí que se sigue llorando en Ponferrada.