[ENCINA’19] Las carrozas vuelven a su día pero no cambian de esencia
El agotamiento de un modelo de otro siglo se hace patente un año más en un desfile escaso de animación musical en directo y enconsertado en los clichés infantiles.
Tal vez el programa de las fiestas de la Encina debería advertir a los asistentes del riesgo de una subida de azúcar durante el tradicional desfile de carrozas, que este año volvió a su emplazamiento habitual del 8 de septiembre tras el experimento del anterior equipo de gobierno de trasladarlo al día de la Encinina.
Y es que es tal el despliegue de merengue, bachata y otros ritmos latinos que sueltan por los altavoces las carrozas que, como aconsejaba Mario Vargas Llosa en los conciertos de Julio Iglesias, resulta conveniente prevenirse contra el empalago. Entre tanta impostura y cartón piedra, la autenticidad quedaba reservada al grupo de gaitas Castro Bergidum, que abría el paso a los gigantes, y al conjunto de música tradicional Los Pamplinas, que acompañaba a los cabezudos. Menos mal que la música en directo se incrementó al llegar al Plantío con la incorporación de las bandas de Chantada, Astorga y Ponferrada.
Lo demás era lo de siempre, siete carrozas de impecable factura técnica pero más bien limitadas de imaginación. Y los contenidos, como de costumbre, adaptados al público infantil. Que si la casita de Campanilla por aquí, el ratón de Campanilla por allá, la Cenicienta, un cisne, un barco con piratas de cuento, y el inevitable tren. Cada vez resulta más difícil distinguir el desfile de carrozas de la Encina de la cabalgata de Reyes o del Carnaval.
A pesar de todo, con la ayuda de una espléndida tarde de sol, miles de personas siguieron como siempre dede las aceras el desfile que partió con más de 15 minutos de retraso (en esto tampoco se nota el cambio de Gobierno local) desde la avenida de La Cemba y sus inmediaciones para dirigirse a la plaza del Ayuntamiento.