[LA OVEJA NEGRA] Extractivismo que no cesa en el Bierzo, del carbón al hidrogeno verde
GERMÁN VALCÁRCEL | El lenguaje del poder otorga impunidad a quienes, en nombre del desarrollo y el progreso, enferman y arruinan nuestras geografías, y explotan a sus habitantes, humanos y no humanos. Para conseguir sus propósitos no dudan en arruinar tierras, intoxicar el aire, envenenar el agua, enloquecer el clima y dilapidar los bienes materiales que la naturaleza nos concede.
Sabemos que los proyectos más exitosos son, también, los más eficaces contra la vida. En el Bierzo bien lo conocemos. Pero mientras nos perdemos en estériles y absurdos debates bajo falsa banderas, nuestras “elites” empresariales, universitarias y políticas nos siguen vendiendo material averiado. Lo último, dos organismos con predicamento en la Comarca Circular, la UNED y Ciuden, nos ofrecen la última fórmula de Fierabrás energética: el hidrógeno verde.
De la Ciuden sabemos que es la oficina de manipulación, publicidad y propaganda, en el Bierzo, del Ministerio de Transición Ecológica, el mismo que con su política energética va a arrasar esta comarca. La función de la UNED, en el Bierzo, tampoco debe sorprender. Es bien conocido su papel como centro de reproducción del modo de producción capitalista y espacio de alienación de estudiantes, para someterlos a los intereses del Estado y de particulares que buscan beneficiarse del supuesto conocimiento que allí se imparte. Los estudiantes son simple mercancía del engranaje, números que permiten medir la “efectividad” de sus directivos. En la crecentista sociedad capitalista, el éxito se mide por la cantidad no por la calidad. El objetivo ultimo de esta institución “universitaria”, parece, es velar por el status quo y ofrecer una visión mercantil del mundo (en el contexto de una naturaleza y un mundo cosificados). Ya dio pistas, hace casi una década, el director de la UNED cuando -en unas jornadas organizadas por CCOO del Bierzo.- defendió las bondades del opaco TTIP (siglas en inglés de la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión) como un instrumento positivo para las exportaciones bercianas.
Por todo lo anteriormente dicho no sorprende demasiado el papel que estas dos instituciones están jugando en el expolio y explotación de la comarca, convertida por el Estado y las grandes corporaciones en zona de sacrificio. Tampoco resulta raro el papelón que algunos medios de comunicación locales ejercen, siempre prestos -a cambio de publicidad institucional o algún anuncio de las empresas “energéticas verdes”- a desempeñar el papel de voceros de esas políticas y a blanquear y enverdecer la violencia ecocida de esos planes que destruyen y esquilman los últimos recursos que todavía tenemos: el territorio y los escasos bienes renovables que nos quedan. El extractivismo echó raíces en el Bierzo hace un siglo, con la economía del hidrógeno se hace posmoderno.
Pero la economía del hidrógeno no es algo nuevo, fue un término acuñado por el sociólogo y economista norteamericano Jeremy Rifkin y es la denominación que se da al uso del hidrógeno como “fuente energética” alternativa a los combustibles fosiles y se genera -es abundante en la naturaleza, pero solamente se encuentra combinado con otros elementos- mediante la electrólisis del agua con la electricidad. No deja de ser otra de las falacias del Green New Deal, hay suficiente literatura científica e investigaciones que explican la aberración termodinámica que subyace tras lo que se denomina economía del hidrógeno verde, su baja tasa de retorno energético y los problemas que ocasiona su manejo y almacenamiento. Los problemas del hidrógeno no son difíciles de entender y no exigen más que algo de sentido común aplicado a los bien documentados y fácilmente entendibles datos y hechos científicos. Ellos lo saben, o deberian saberlo. Pero hacen que saben más que la NASA, donde conocen bien algunos los problemas que genera, no en vano lo usan para enviar cohetes al espacio.
El extractivismo echó raíces en el Bierzo hace un siglo, con la economía del hidrógeno se hace posmoderno
Sería necesario exigir a los responsables de instituciones, que se esconden tras el rótulo de “Universidad”, no contribuyan a hacerle el juego a los trileros y, en primer lugar, deberían explicar que el hidrógeno no es una fuente de energía -como sí son los hidrocarburos- sino un vector energético; lo siguiente que no aceptaran presiones ajenas a la lógica y a la ciencia y pusieran sobre la mesa esas respuestas científicas frente a las campañas de marketing, engaño y soluciones mágicas que desde la clase política y empresarial se están dando, ante la realidad del cenit del petróleo, en vez de aceptar, sin juicios críticos, soluciones mágicas y convertirse en cómplices de la destrucción del territorio, y hacer perder el tiempo necesario para buscar soluciones reales. Cuando, al final, se descubra que hemos perdido un tiempo precioso para poder curar la “enfermedad” que subyace -el crecimiento- tras todas estas decisiones, todo el mundo tendrá claro que ese médico debería ir a la cárcel. Eso habría que hacer con los responsables y con sus cómplices, ya que nos están ocultando información y con ello están cometiendo un crimen. Pero ya será tarde.
Ningún grupo político se ha atrevido, hasta ahora, a plantear algún tipo de límite al crecimiento. Ninguno de ellos se atreve a pronunciar la palabra menos. Decrecer no entra en sus planes, no es rentable electoralmente. Hay que crecer, a costa de lo que sea, de la Naturaleza, de la sociedad, de las familias, de los derechos de las personas. No solo los políticos están obsesionados con el crecimiento; también las universidades y por supuesto las empresas, todo el mundo quiere crecer; más es la consigna. No se sabe muy bien hacia dónde, pero siempre se quiere crecer. La seducción por el crecimiento ha llegado a todas las instituciones, a todas las clases sociales, a todas las “ideologías”, en esto, como en tantas otras cosas, izquierda y derecha ofrecen lo mismo. Nadie se quiere conformar con menos. El consumo masivo es como un ruido de fondo que apaga y eclipsa el vacío existencial, un silencio que nadie quiere escuchar porque muestra la realidad de la sociedad que hemos construido.
Hace años leí, no recuerdo donde, que la verdad siempre alcanza a la mentira. Ahora empezamos a ver de forma incuestionable como las grandes corporaciones y los gobiernos de turno, con la ayuda de los medios de comunicación, tergiversan, manipulan y descalifican toda información que ponga en cuestión y avise hacia donde nos lleva el metabolismo socioeconómico capitalista, responsable del camino hacia colapso que ya hemos iniciado (los llamados países comunistas de economía planificada no son más que capitalismo de estado, y tan ecocidas como los de libre mercado) No obstante, todos eran, y son, plenamente conscientes de sus consecuencias, como lo era la izquierda y una parte del movimiento ecologista que silenciaron a los disidentes, a los “radicales” y a los “agoreros”, con tal de acabar con aquello que no forma parte de sus “dogmas”. Desgraciadamente lo siguen haciendo. Pero el derrumbe no será consecuencia de ningún castigo divino, ni de ningún “apocalipsis”; lo será de la insensatez y el deseo de poder de grupos sociales concretos, perfectamente identificados y de las decisiones y opciones que toman los que tienen en sus manos el carro de la historia.
Que instituciones como la “universidad”se presten a estos juegos es, para mí, la palpable constatación de que todos los estamentos de la sociedad están podridos. La política no es otra cosa que un sucio fango en el que pugnan intereses particulares. La universidad, la judicatura y los sindicatos también. Lo que llaman cultura se vende a peso y a granel, el arte es mercado y refugio de especuladores. La información, salvo raras y contadas excepciones marginales, es un instrumento de manipulación descarada de las masas. La democracia ya no se la cree nadie. Las relaciones sociales mediatizadas y prisioneras del utilitarismo más descarnado son, en general, puro teatro, todo es simulacro, cínico y puro espectáculo.
Como dijo Guy Debord: “La sociedad del espectáculo es el mal de nuestro tiempo, pervirtiendo la espontaneidad de nuestras relaciones humanas y adulterando todo el conocimiento del mundo, el estudio de las ciencias y la expresión de las artes”.