[LA OVEJA NEGRA] Icíar Bollaín pasea por el Bierzo, buscando a Nevenka Fernández
GERMÁN VALCÁRCEL | Parece que el Bierzo lleva camino de convertirse en un enorme plató cinematográfico. Tras As bestas, la directora y actriz Icíar Bollaín ha pasado por Ponferrada para, supuestamente, preparar una película sobre Ismael Álvarez y Nevenka Fernández. Me pregunto si su presencia en estas tierras es consecuencia de los tiempos que vivimos; tiempos en los que las empoderadas mujeres del mundo de la “cultura” y la política no lloran, facturan. El tema Nevenka parece que sigue “vendiendo” y dando réditos electorales.
La “historia” de la concejala ponferradina lleva camino de convertirse en una farsa que sirve para justificar las canalladas que ciertas gentes cometen -tanto en la izquierda como en la derecha- y para sostener la posición de muchas y muchos trepas. Temo que la nueva película pueda ser una mistificación más -me gustaría equivocarme- porque dejar de lado la mistificación impone la aceptación del otro, exige compartir un lenguaje común, que incluya variedad de miradas, que no castigue ni excluya a quien vea distinto y se arriesgue a expresarlo.
No seré yo quien trate de iniciar ninguna campaña en defensa del Ismael Álvarez, mi opinión sobre el tema es pública, escrita está desde hace mucho tiempo. Tiempos en los que tantas y tantos callaban, hacían negocios o pactaban políticamente con el condenado. Por eso me irrita la hipócrita progresía local que ha utilizado el tema, lo sigue y lo seguirá utilizando de forma miserable y recurrente para medrar, satisfacer su mitomanía y dar lustre a sus enfermizos egos. Si la película se llega a estrenar, allí verán, de nuevo, pavonearse a alguna de las “heroínas” del “feminismo” local, pero de la víctima nada sabremos. La auténtica víctima sigue y seguirá siendo invisible en el Bierzo.
Me hubiera gustado contactar con Bollaín. Le hubiera ofrecido una historia basada en hechos reales. Trata de dos políticas poderosas, una con conexiones con el narcotráfico gallego, la otra feminista radical que acusan, falsamente, de acoso y despecho a un periodista que cuestiona sus políticas. Aunque me temo que está, como la terrible historia de Raquel Díaz, esa mujer que espera en una silla de ruedas desde hace casi tres años a que se haga justicia, no interesan a casi nadie y mucho menos a los que fueron socios políticos del presunto agresor.
Servidor, que no tiene precisamente la astucia entre sus virtudes, ha tardado en aprender que, mayoritariamente, la gente que se dedica a la política son psicópatas, manipuladores, mentirosos compulsivos, gentuza sin escrúpulos que solo sirve a su codicia y a su ego. Algo que en los últimos tiempos he podido confirmar de forma fehaciente. Nunca hubiera imaginado que algún día sentiría tanto desprecio por los políticos de la democracia como en el pasado lo sentí por los de la dictadura. Tal vez sea porque en esta tierra escribir contra el poder tiene consecuencias. Hacerlo sobre la pútrida “elite progresista” local es muy peligroso, mucho más que hacerlo sobre la rancia, misógina y autoritaria derecha.
Me pasmo al ver cómo se vierte el ácido sulfúrico de la difamación sobre cualquiera que critique a la progresía berciana
Me pasmo al ver cómo se vierte el ácido sulfúrico de la difamación sobre cualquiera que critique a la progresía berciana, la que gobernó y gobierna Ponferrada, la que tiene el ascenso social, la “pela” y dar lustre a sus malsanos egos como única ideología. La de la comarca es una “izquierda” que hace de la amenaza velada, la humillación pública, la prohibición de decir lo que se piensa, sus procedimientos y los instrumentos de ejercer el poder. Para ello fomentan y premian una cultura social que veja al discrepante, enseña a mentir al ciudadano y contagia la peste del miedo. A ello ayudan unos medios de comunicación y un pacato “mundillo cultural” que cuenta “historietas” que transcurren en un limbo de cursilería, al margen de los problemas sociales y políticos reales.
Seguramente nada de esto quedará reflejado en el posible film de Icíar Bollaín, pero forma parte y explica la soterrada brutalidad del entorno donde se ha dado la historia que pretende contar. El día que alguien sea capaz de exponer todos los matices de la historia, sin espurios intereses de por medio, seguramente Nevenka podrá volver a pasear por Ponferrada. Pero me temo que eso es una entelequia, en una sociedad tan mezquina y miserable como esta, juzgada desde quienes son sus representantes.
Por eso, si Icíar Bollain quiere contar la historia de Ismael Álvarez y Nevenka Fernández, y no convertir su producto cinematográfico en otra máquina de dopar y castrar conciencias, deberá mirar más allá de este Bierzo donde la espesa niebla de los miserables intereses personales y lo políticamente correcto falsifican el pasado. La manipulación de la “información”, también, ataca al mundo del arte, si no busca la verdad más allá de los cauces “oficiales”, y se aleja de los condicionamientos “ideológicos” y sociales de las clases dominantes.
En el Bierzo, las fórmulas de esterilización de las conciencias se llevan ensayando con éxito hace muchos años, se ha domesticado a la gente para que acepte el “orden vigente” como el “orden natural”, de modo que el crítico es identificado como enemigo, traidor o despechado, a ello contribuyen, más que nadie, los progres locales que, constantemente, escamotean las verdaderas causas de nuestro fracaso como sociedad. Unos progres que defienden sus privilegios y su bienestar a base de estupidez, habladurías, incultura, corrección política, coacción y conformismo.
El verdadero papel del ARTE, con mayúsculas, -el cine a veces lo es- es el de encender conciencias, revelar la realidad. Pero la cultura tutelada por el poder, por cualquier clase de poder, tiende a enmascarar la realidad y anestesiar la conciencia ¿Podrá el nuevo film contra el engranaje ideológico de la mentira y el conformismo? Esperemos que Bollaín escuche a Pier Paolo Pasolini, cuando afirma: “No hay nada que obligue tanto a mirar las cosas como hacer una película. La mirada de un literato sobre el paisaje rural o urbano puede excluir una infinidad de cosas, recortando del conjunto solo las que le emocionan o son útiles. La mirada de un director de cine sobre ese mismo paisaje, en cambio, no puede dejar de tomar conciencia de todas las cosas que hay en él, casi inventariándolas”. Tras el mal llamado “caso Nevenka” hay muchas tramas oscuras e intereses que, de una vez por todas, servidor desearía fervientemente que salieran a la luz.