[LA OVEJA NEGRA] Pensar la crisis, pensar la esperanza
GERMÁN VALCÁRCEL | La humanidad ha llegado a un punto en el que nuestra especie camina hacia su auto aniquilación. Destruimos más de lo que construimos. La economía planetaria “crece” a un ritmo de 1,6 billones de dólares anuales. Para sostener ese crecimiento, consumimos -destruimos- recursos naturales y materias primas que no se pueden regenerar -al mismo ritmo que los devoramos- por valor de casi cinco billones de dólares anuales. Durante el último siglo, la producción se ha multiplicado por 30 y el PIB ha crecido, en ese mismo periodo, a una tasa media anual del 2,5%, dando como resultado que los materiales creados por el hombre ya pesan más que el conjunto de toda la biomasa del planeta. La consecuencia es que estamos acabando con la base biofísica de nuestra existencia y la de muchas otras especies.
Para evitar el caos y la barbarie hacia donde caminamos, y ante el escenario distópico de un planeta sometido a la tecnología y la ingeniería que desde algunas elites políticas y empresariales nos ofrecen, necesitamos recuperar el equilibrio con la biosfera, para ello es necesario que la sociedad asuma que no podemos seguir creciendo si “descarbonizamos” nuestro sistema socioeconómico. Como imposible es que en de ausencia, o escasez, de energía concentrada (la fósil lo es, la eólica o la solar son difusas) pueda soportar los niveles de consumo y complejidad de las actuales sociedades.
Las energías renovables industriales que nos venden, como solución, no son renovables. Tienen vidas útiles muy cortas, generan millones de toneladas de residuos que no se pueden hacer desaparecer con la varita mágica del nuevo eufemismo “ecologeta”: economía circular industrial. Además, necesitan de las fósiles para todo el proceso industrial de su construcción, implantación y mantenimiento, requieren materiales escasos y metales no renovables cuya extracción implica destrucción ecológica e injusticias sociales muy graves. En nuestra comarca, el Bierzo, en toda la España “vacilada”, lo estamos empezando a constatar.
La masiva implantación de las mal llamadas renovables no es más que el saqueo final que las elites económicas, políticas y sociales del sistema llevan a cabo mientras el barco se hunde (no voy a hablar del corte de electricidad que han sufrido hoy mismo, medio centenar de localidades del sur de Leon, carezco de datos suficientes, y los medios de comunicación son poco fialbles es estos temas). Aspirar a un crecimiento económico y material continuo -necesario para mantener el capitalismo- que no afecte y altere al medioambiente es otra falacia, propia de la concepción tecno-optimista fomentada por el antropocentrismo nacido de la Ilustración y la Modernidad que nos ha hecho “creer” que lo ocurrido durante los últimos doscientos años es lo “normal”.
Escuchar las mentiras, las fantasías infantiles y las necedades de nuestros dirigentes políticos y de las elites económicas, nos obliga a despertar y a afrontar con convicción y madurez las duras y difíciles circunstancias en las que estamos inmersos. Debemos intentar organizarnos al margen de las estructuras políticas que conocemos y soportamos, vaciarlas de contenido y utilidad. No valen las viejas recetas ni proyectos políticos que solo sirven para apuntalar las bases del ecofascismo que dicen combatir. Son necesarias políticas y organizaciones alternativas, al margen de las estructuras del extractivista estado liberal-burgués.
Debemos asumir que, desde el poder, nadie va a venir a solucionar nuestros problemas, es necesario comprometernos y enfrentamos a la última posibilidad de cambiar de rumbo, ya que, nuestra civilización, nuestro modo de vida nos conduce hacia el abismo. Incluso eso que se autodenomina izquierda es incapaz de ofrecer soluciones reales; su industrialismo, su colonialismo, su keynesianismo y su tecnoptimismo le hacen ausentarse de los debates sobre los límites biofísicos del planeta, y son corresponsables, desde la segunda guerra mundial, del ciclo expansionista que nos ha llevado a los límites del planeta. Aunque, cuentan con la complicidad de algunos sectores del “ecologismo” que acusan a los decrecentistas de catastrofistas y “apocalípticos”. Pero ahora ya no disponemos de materias primas, ni de espacio ecológico para sostener otro ciclo expansionista.
Los de arriba solo pretenden salvarse ellos, por y para eso polarizan a la sociedad, para que nos enfrentemos entre nosotros
Por otra parte, los mantras cosméticos de “desarrollo sostenible”, “economía circular”, la apuesta por “tecnologías eco-eficientes”, la digitalización del mayor número de actividades y servicios no son más que coartadas e intentos de mercantilización y apropiación generalizada de los bienes comunales y naturales, no una respuesta real a la crisis ecológica. Un buen ejemplo es la ciudad donde vivo: Ponferrada, donde su equipo de gobierno -del mismo color partidista que el gobierno del estado, responsable de la actual política energética que va a arrasar nuestra geografía- utiliza todos esos eufemismos para lograr fondos Next Generation, con los que realizar obras que, en nada cambian ni mejoran la vida de la gente de la ciudad, pero sirven para tapar su incompetencia, y su connivencia con la política energética que destruye todo el resto del territorio del que es capital comarcal.
Los de arriba solo pretenden salvarse ellos, por y para eso polarizan a la sociedad, para que nos enfrentemos entre nosotros, les hagamos el trabajo sucio y poder justificar sus guerras y sus medidas represivas. Mientras, ellos se reparten los restos del cada vez más escaso botín, pretenden hacernos pagar los platos rotos.
Es necesario subrayar que el motivo último del “desarrollo” que nos ha traído hasta la actual situación ha sido, y es, el mantenimiento y la acumulación de lucro y poder de una minoría de la humanidad. La utilización de determinadas teorías, tecnologías y materias primas, así como la escala y modalidades en que se ha hecho, no ha dependido ni depende de su utilidad general, sino de su utilidad específica de acumular beneficios y poder para esa minoría. Evidentemente, no ha sido el único resultado. Pero los logros secundarios del desarrollo, que haya supuesto una mejora de las condiciones de vida de sectores, más o menos amplios de la humanidad en todo este tiempo, no ha sido “gracias a”, sino “a pesar de” la lógica del desarrollo capitalista. Eso sí, siempre a un altísimo precio de destrucción, muertes y sufrimiento de las gentes de abajo.
Nuestra civilización toca a su fin -ocurrió antes con otras- las consecuencias de no hacer nada o de seguir por el mismo camino, nos lleva directamente al colapso social, económico y ecológico. Solo si cambiamos de rumbo, rápidamente, podremos lograr sociedades solidarias, realmente democráticas y en paz. No sirve solo la indignación, debemos aprender de errores pasados, lo ocurrido con el 15M debe servir de lección. La transición de la indignación a la esperanza ocurre a través de la deliberación. Pero la deliberación no es, solo, en el espacio institucional, ni en el corsé de lo constitucional, la deliberación es de la sociedad y tiene que ser autónoma, alejada de los pútridos partidos políticos, pancistas sindicatos y organizaciones sociales del régimen. Crear espacios donde se delibere sin reglas, y no permitir que nadie controle o pastoree esos espacios. Esos espacios hay que construirlos desde los barrios, desde colectivos no institucionales y agruparse desde los municipios. Construir redes de apoyo mutuo. Es de ahí, de donde deben salir los proyectos y alternativas. Es necesario comenzar a vaciar las instituciones de contenido. Ellos ya lo están haciendo, pero en sentido contrario, acabando con la sanidad y la educación pública, potenciando los presupuestos militares y represivos (policía). Otra vez mi ciudad como ejemplo. El número de policías, en Ponferrada, ha aumentado considerablemente, en los últimos tres años.
Buscar esas nuevas alternativas, esa nueva forma de hacer política, es un proceso arriesgado, porque no avanzas demasiado deprisa, hay que escuchar; las ideas son distintas y los conceptos aprendidos desaparecen o se vuelven irrelevantes. Hay otros conceptos que surgen, conceptos de memoria de sufrimiento, de violencia, que es lo cotidiano, es desde ahí, desde donde podremos crear una repolitización de la sociedad, porque el “institucionalismo” la ha despolitizado. Debemos crear nuevos conceptos, desaprender y aprender un nuevo tipo de relaciones. Es el conocimiento nacido de la resistencia y la lucha.
Pero lo previo es no seguir engañándonos; para poder construir algo sólido, es necesario reconocer que el futuro se presenta ciertamente sombrío. El desafío es similar a la amenaza, ya que como sostenía, hace cincuenta años, el famoso informe del Club de Roma, titulado Los límites del crecimiento: ”El reto es asegurar la vida a una población aún creciente que habita un mundo de recursos menguantes».