[ZASCAS] Tres años de aquella ignominia del 14-M
«Las medidas drásticas e indiscriminadas devienen injustas y desproporcionadas». Esta reflexión publicada en este mismo medio cuando se decretó el 14 de marzo de 2020 el primer estado de alarma, el del confinamiento domiciliario, nos valió no pocos improperios y descalificaciones, incluido el desdeñoso apelativo de «negacionista».
Tres años después, y una sentencia del Tribunal Constitucional de por medio, ha quedado más que probado que aquellas medidas, además de ilegales –como también sostuvimos desde el principio aplicando el sentido común a la lectura de la Constitución– eran complemente ineficaces. Pero el poder del contubernio político-mediático-farmacéutico silenció las voces de cuantos se atrevieron a cuestionar el relato oficial, especialmente de los cualificados científicos que advirtieron del exceso.
El brutal arresto domiciliario de la primavera de 2020 no evitó una de las mayores mortalidades del mundo, pero sí trajo la peor depresión económica y mental del planeta. Pero todo esto les daba igual a unos gobernantes empeñados en hacernos creer que se esforzaban lo indecible y que la culpa de que las cosas no fueran mejor era solo nuestra. Arrastraron a la tristeza generalizada a un país que por momentos parecía un campo de concentración.
La clase política más incompetente de la democracia se parapetó detrás de un virus para dar rienda suelta a sus pulsiones totalitarias, con la complicidad de unos medios de comunicación paniaguados y jaleada por una población anestesiada por el miedo e incapaz de atisbar siquiera la magnitud del atropello a sus derechos fundamentales que se estaba perpetrando y la gravedad del precedente que se estaba creando.
Durante meses nos bombardearon con el infame «quédate en casa», estimulando la delación e incluso la persecución de cualquier mínima disidencia, sin privarse de utilizar a los cuerpos y fuerzas de seguridad o de aplicar la ley Mordaza que habían prometido derogar en su estrategia para atemorizar a la ciudadanía. En la ignominia colaboraron todas las autoridades sin distinción: estatales, autonómicas y locales, en algunos casos con una saña que denota su catadura. No hace falta ir muy lejos para encontrar ejemplos.
La sentencia del Tribunal Constitucional estimando el recurso presentado por Vox (manda huevos) puso de relieve que había otras opciones, pero que se escogió el estado de alarma para suspender no solo nuestros derechos fundamentales, sino también la democracia y el Estado de Derecho. En cualquier Estado con una democracia sana la resolución del más alto tribunal habría desembocado en la dimisión del Gobierno y la convocatoria de elecciones. No es necesario señalar que tal cosa no sucedió. Acaso sea pertinente, en cambio, recordar que esas elecciones llegarán a no tardar.