[LOS GATOS DEL CALLEJÓN] Pompas de jabón
UN GATO | Pues metidos estamos en esa pre-precampaña electoral según la ley que diseñó el gobierno de Zapatero en el año 2011 y que más que acotar las «alegalidades» de los partidos políticos, establece directrices sobre lo que no debe hacerse, aunque en la práctica todos lo hagan. No descubrimos nada nuevo por decir que los concejales salen más de los talonarios que de los programas electorales; y de eso sabemos mucho en el Bierzo.
Por otra parte, las etapas electorales se ajustan a nuestro día a día, de cómo entendemos la vida, poniendo nuestra atención en eventos o impactos puntuales antes que relatos consistentes (en los que también podríamos tener un papel que jugar).
Quizás sea que, por encima de ninguna otra cosa, vivimos una «sociedad de consumo» y como tal, estamos abducidos por el marketing, esa palabra tan castiza que significa, sencillamente que se trata de “comprar y vender” aunque la mercancía sea simplemente “humo”.
El Mercado necesita cierta rotación en los productos, las necesidades fundamentales son básicamente las mismas desde el neolítico; pero si no innovamos en la definición del producto, ¿quién va a colocar futilidades?. Así que según los mensajes y las ofertas, cada temporada llevamos camisetas verdes, pantalones pitillo o minifaldas. Perdón, decimos temporada como si tuviese cierta duración, y no; ahora tenemos las «mid season» y dentro de poco llegarán los «day season».
¿Cómo vamos a provocar la compra impulsiva o mejor, la sugerida, sino conseguimos reducir el periodo de vida del producto?. Se lo vamos a poner fácil: «compre, use y colóquelo en una aplicación de segunda mano, a poder ser, por lo mismo que le costó», que si ustedes son de los que reciclan, ya lo recogeremos nosotros en el contenedor apropiado.
Algo parecido sucede con el turismo y el ocio: lo organizamos de igual manera. Aquellas temporadas de descanso/ocio en el pueblo o la playa de nuestros mayores se han cambiado por el desplazamiento de un lugar a otro sin más sentido que pasar por el lugar de moda, beber el cóctel indispensable y moverse rápidamente. A tal punto ha llegado la cosa que para la oferta buscamos ideas, muchas veces peregrinas, que pretenden sacar provecho de esta ansiedad. Hagamos algo que no haría nadie: por ejemplo, colocar un banco en Torre Catoute, para «provocar» el estímulo de ir hasta allí, sacar la foto y volver. Un lugar hermoso y remoto que se pone al alcance de cualquiera para que por el camino pise toda la narración, además de la flora y la fauna.
¿Y el objetivo? subir la foto a alguna de esas aplicaciones que muestran nuestros logros y persiguen unos «me gusta» o «te envidio». Flor de un día desaparecerán tapadas por otras o simplemente olvidadas, ya que no generaron recuerdo alguno. Turismo de calidad lo han llamado en Fitur.
También están en eso los medios de comunicación Nos bombardean con titulares enormes para contarnos historias pequeñas, que poco tienen que ver con lo que pregonan las cabeceras y en muchos casos, falaces o («fakes»). Y así nos va, pocos se enteran de lo que ocurre en el mundo; la mayor parte del público vive bajo el velo de la manipulación sin contenido. Y el resto navega por internet con la pretensión de alcanzar información “verdadera” en el streaming. Vamos, que hacen lo mismo que los otros pero al menos con la certeza de que lo que se tragan, son ficciones certificadas.
Por supuesto, la política, reina de las encuestas, no puede vivir más pegada a este hilo; van apareciendo las ofertas de impacto, buscando el voto impulsivo o mejor el sugerido, a base de propuestas preelectorales, que terminan siendo menos duraderas que la propia campaña. Hay que agradecerle a internet el ahorro del papel: nos las cuelgan en bonitas páginas web, con direcciones «url» rimbombantes (esas que se ponen en el navegador), que desaparecen al cabo de un año sin dejar rastro; por impago al proveedor del servicio…
No vamos a hacer un listado completo y no queremos dejar heridos, pero en estas iniciativas preelectorales ya habido de todo: poner un castillo dónde ya había uno (no estamos pensando en Balboa), situar la estación de salida del Ponfeblino en Cuatrovientos, plantar césped de hierba artificial, proponer un plan de «desmovilidad» urbana o dejar de pagar por aparcar en zona azul. Propuestas todas imaginativas y necesarias que contribuyen claramente a mejorar la salud, la educación, el empleo, el transporte público o la atención a los mayores, que son cosas de las que vamos sobrados en el Bierzo.
Políticos con propuestas que duran lo mismo que las pompas de jabón, que brillan iridiscentes un instante, pero cuando se van, solo nos dejan la porquería en el cerco.
A lo mejor las ciudadanas agradecerían otro tipo de aproximación más cercana. Que no queme todo aplicando la ley del mínimo esfuerzo y disfrute de lo que tenemos: la oportunidad de sentarnos en el filandón con las personas que queremos y reconocemos, y compartir una vivencia; que nuestros recuerdos sean una aventura y no una colección de archivos «jpg». Quizás esa ciudad de los 15 minutos, tratando de disfrutar el paseo que podemos encontrar entre el desayuno y la incorporación al trabajo, la visita a «la plaza» o la tienda de barrio, la compañía de los más pequeños, por esas aceras, hasta el cole, a conocer el vecindario, aunque se encuentre taladrado por obras incomprensibles; qué donde menos te lo esperas, brota un sentimiento que no necesita ir montado en ningún columpio montañero.
Bercianas poquito a poco, que entre todas: seremos.