[LA OVEJA NEGRA] El albañal de Olegario Ramón
GERMÁN VALCÁRCEL | Llevo tiempo preguntándome si seguir escribiendo esta columna tiene algún sentido. ¿Podemos, los que pensamos que el periodismo de opinión tiene una función social, hacernos oír en medio de una cultura sorda y muda? ¿Qué puede esta columna, por mucho que arda su pequeña llama, contra el engranaje ideológico de la mentira y el conformismo? ¿De qué sirve ante la cultura de sucedáneos que enmascara la realidad y anestesia las conciencias? ¿No será esta columna una prueba objetiva de la desigualdad social de la ideología dominante? ¿La pequeña libertad de escribir y publicar no es, a veces, la prueba de su fracaso? ¿Hasta dónde y hasta quienes puede llegar alguien cancelado -en todas sus actividades sociopolíticas- por el resto de medios de comunicación, partidos políticos y algunos movimientos sociales?
Cuando empecé a escribir, hace casi dos décadas, recién retornado a Ponferrada, lo hice como forma de activismo y compromiso político apartidista, porque me sentía escandalizado ante la podredumbre, los abusos y violaciones de derechos que, en el Bierzo, había detrás de la especulación, la fingida modernización y los supuestos avances, en aquellos años previos a la crisis de 2008. Continúe haciéndolo sobre la escombrera moral y la podredumbre política que dejaron tras de sí, los llamados “Fondos Miner”. Pero ¿no estaré contribuyendo a blanquear el orden social vigente, con mi disidencia, en una geografía y una sociedad donde, mayoritariamente, la solidaridad se sigue considerando un derroche de energía inútil, y la conciencia crítica una etapa de estupidez en la vida humana?
También he opinado y escrito como, desde entonces, se ha ido generando el maloliente lodo en el que se han convertido las quietas y mansas aguas de la envejecida y degradada sociedad berciana. Lo que me ha movido a hacerlo no ha sido tanto denunciar la corrupción como contar mi parcial y personal visión -con mayor o menor acierto- de la sociedad en la que vivo. Uno, en el fondo, escribe para la gente con cuya suerte, o mala suerte, se siente identificado, y para estrangular los fantasmas que, cada vez con más frecuencia, por dentro me acosan. ¿Qué utilidad tiene si deja intacta la realidad? La respuesta que me doy, para continuar, es que dentro de una sociedad presa por el caciquismo y las redes clientelares, el periodismo de opinión solo tiene sentido como denuncia, ya que hemos llegado a un punto en el que nombrar las cosas implica denunciarlas. Pienso que no solo estamos obligados a dar réplica a las miserias omnipresentes de la propaganda neoliberal, hay que hacer otro tanto con la que nace de la razón “progresista” -entrecomillo para subrayar el retintín con que encaro el adjetivo- que prefiere cerrar los ojos ante demasiadas cosas y que es corresponsable, con su inanidad, del desmoronamiento al que asistimos.
A estas alturas quizá sean pocos los que se sorprenden con lo que sucede en la vida política y social de la comarca berciana, al fin y al cabo nunca han faltado “pensadores” capaces de elevar a categoría científica las injusticias que, de forma impune, cometen los que ejercen el poder en esta tierra, pero a servidor, tras casi cuatro años de gobierno municipal de don Olegario Ramón y su corte de pelotas, le corroe una duda. ¿Son conscientes los actuales miembros del equipo de gobierno del daño que, con su soberbia, codicia, mentiras, mediocridad y uso partidista de la institución municipal han hecho, y están haciendo, a la convivencia de esta ciudad?
La famosa ‘nortada’ de principios de mandato se ha convertido en ese aire fétido y viscoso que hoy recorre la Casa Consistorial
La repugnante utilización electoral de un tema tan delicado como el caso Nevenka, a menos de dos meses (han tenido cuatro años) de las elecciones, lleva a que muchos y muchas que la apoyan y apoyaron empiecen a considerar todo esto una farsa. Con todas las críticas que se le pueden hacer al señor alcalde, jamás pensé que podía caer tan bajo y dejarse arrastrar por la sectaria demagogia de la concejala podemita, a la que no duden verán al frente de la procesión cuando toque homenajear a Raquel Díaz, a pesar del prudente silencio guardado hasta la fecha, ante una instrucción judicial lo suficientemente lenta que puede ocasionar la anulación de algunas pruebas. Las gentes de Ponferrada, independientemente de sus simpatías políticas, tienen más paciencia que el santo Job ante tanto sectarismo, tanta doble moral y tanto fingimiento.
Una de las cosas positivas que está teniendo el equipo de gobierno municipal de don Olegario Ramón es que en él hay muchas mujeres con cargos de gestión importantes, lo cual está permitiendo constatar que son igual de oportunistas, crueles, rastreras y trepas que los hombres. En el fondo nada que pueda sorprender, ya que el “poder” es algo diseñado por la cultura patriarcal y por machos alfa sociópatas. Para acceder a él solo lo puedes hacer si asimilas sus conceptos y sus valores. Escuchar a las portavoces de los partidos nos demuestra que el “poder” es la misma mierda, ya sea ejercida por hombres o mujeres. En el mundo de la política, nada diferencia a los hombres de las mujeres. Incluso, algunos salen ganando, si comparamos su agresividad y mezquindad.
Como bien dijo, en el último pleno municipal de Ponferrada, el portavoz del PSOE, Pedro Fernández: “la verdad se impone por sí misma y solo la mentira necesita vocingleros que tapen su falsedad”, sabe muy bien de qué habla; en cuestiones de tapar y ocultar la basura, ellos son especialistas. Ahí tenemos las trifulcas mediáticas y el ruido que el propio alcalde genera en las redes sociales o las oscuras disoluciones y ocultación de las corruptelas que había en Ponguesur, el IMFE, la Fundación de Deportes o el entierro de la causa del Mundial de ciclismo de 2014, este último caso fue la máscara y el postureo que utilizaron tanto el alcalde, Olegario Ramón, como la primera teniente alcalde, María Isabel Fernández, para presentarse ante la ciudadanía como “luchadores” por la transparencia y quitarse enemigos políticos. Una forma de que dos desconocidos se dieran a conocer a la sociedad local como “servidores públicos”.
Pero ambos, con sus formas, con sus métodos, han echado un balde de agua fría sobre las expectativas que habían generado, dejando meridianamente claro que no son más que unos escaladores carentes de identidad política y sin sentido social. Al fin y al cabo. don Olegario no deja de ser miembro de un sindicato corporativo. Por eso no dudan en acusar con falsedades a quienes son críticos con su forma de ejercer la acción política y los tratan como si fueran basura. Los trabajadores de FCC saben bien de qué hablo. Parece que ser alcalde, teniente-alcalde, concejal o concejala en Ponferrada no es fácil, se necesita ser un cínico y un traidor. Por eso, la famosa nortada de principios de mandato se ha convertido en ese aire fétido y viscoso que hoy recorre la Casa Consistorial.
Ya lo cantó Joan Báez: “Si no luchas contra la corrupción y la podredumbre, terminarás formando parte de ella”. Taparla, esconderla y dejarla impune es, también, una forma de corrupción.