[LA OVEJA NEGRA] Plataformas electorales y el despojo de lo político
GERMÁN VALCÁRCEL | La esencia del pensamiento crítico, para mí, lo constituye las líneas escritas en una carta a Arnold Rougue por el joven Carlos Marx -hay dos Marx, el joven y el viejo- en los tiempos que rechazaba los liderazgos dogmáticos: “Crítica despiadada a todo lo que existe, despiadada en el sentido de que la critica no retrocederá ante sus propias conclusiones o ante el conflicto con las fuerzas que sean”.
Las anteriores palabras de Marx me sirven para recordar que, con las maquinarias electorales echando humo, es conveniente no perder de vista que el capitalismo y sus Estados han transformado, y están transformando, lo político y la política al restringirlo y desnaturalizarla, convirtiendo la vida política y social en un espectáculo estéril a cargo de unos cuantos profesionales -la mayoría de ellos unos sociópatas narcisistas- que acaparan instituciones, procesos políticos, mecanismos de participación, así como la gestión pública.
La política institucional ya no es la expresión de la comunidad y de los individuos que forman la sociedad para decidir en común sobre las necesidades vitales y los modos de convivencia, sino que es el espacio de poder de sus ocupantes, de quienes se arrogan la representación de la sociedad. Lo político se ha vuelto un ámbito mercantilizado y muy rentable, por completo profesionalizado. Los políticos se han convertido en personajes que viven muy por encima de las condiciones de las clases populares a costa del erario público. En la pequeña ciudad donde vivo, Ponferrada, gobernada por la izquierda institucional, los costes de los representantes políticos, y sus cargos de confianza, ha pasado, en estos cuatro años, de poco más 330.000 euros a casi 1.100.000.
Hasta el derecho a ser votado se vuelve prácticamente inaccesible, un privilegio de privilegiados. Los partidos políticos, los políticos profesionales que los integran, son los únicos que siguen disfrutando de plenos derechos que, por supuesto, aseguran con su acceso a los fondos y espacios públicos que los proyectan, pagados con generosidad, con dineros de todos nosotros, para que los potencie mediante programas y procesos mediáticos. El reciente buzoneo, pagado con fondos municipales, con “los logros” del alcalde de Ponferrada ejemplifica sobre el uso y abuso que hacen de los dineros de todos.
El sistema electoral español impide con sus normas que quienes quieren cambiar realmente las cosas puedan acceder a las instituciones y facilita la perpetuación en el poder de quien allí se asienta. Dando como resultado que la acción política ha terminado desarrollándose en una esfera separada de la sociedad; un complejo de mafias y facciones disfrazadas de partidos, sindicatos y ONG afines y enfrentadas en la lucha por el poder y el dinero que generosamente se autoconceden a sí mismos, para garantizar la dominación sobre los de abajo, obstruyendo de mil maneras los intentos de auto organización y, desactivando o destruyendo las luchas y resistencias que intentan surgir desde la base.
La operación Sumar es el nuevo trampantojo del altanero progresismo de chapita, pulsera y banderola
La política institucional no admite más política que la representada por los partidos políticos y sus organizaciones comparsas: sindicatos del régimen (los trabajadores del servicio de limpieza de Ponferrada están sufriendo, estos días, las prácticas de la burocracia sindical de CC.OO) y ONG subalternas. El objetivo no es otro que despolitizar la vida social de las expresiones, exigencias y gestiones de la población. Se trata de garantizar la desmovilización de la gente; impedir sobre todo cualquier forma de acción autónoma, al margen de los mecanismos y procedimientos regidos desde arriba. De esta forma, solo están en condiciones de expresión, demanda e impugnación que nos ofrecen desde las instituciones quienes aceptan el papel de clientelas electorales, de masa de maniobra para montajes políticos de ocasión y con los que organizar espectáculos mediáticos.
El escaso pensamiento crítico que, en España, sobrevivió a la Transición quedó muy tocado con la incorporación de nuestro país a la OTAN. Con la entrada en la Unión Europea y en el euro prácticamente desapareció de la vida política, social y cultural española, aunque tuvo una muy efímera primavera el 15M, desactivada por los podemitas, IU y sus sectarias terminales sociales, en aras de una acomodaticia integración en el sistema y sus prebendas, y con supuestos programas sociales que, como contrapartida, no van más allá del asistencialismo.
El efectivo papel que las izquierdas institucionales han jugado y siguen jugando como elemento de distracción, desmovilización, obediencia y vaciado de las calles, ha servido para mantener incólume todo el tinglado socioeconómico nacido durante la dictadura franquista. De la chaqueta de pana de Felipe González a la coleta de Pablo Iglesias es el viaje por las miserias y cortedad de miras de la izquierda institucional y el lamentable papel que juegan en este país. La operación Sumar -el nuevo Ciudadanos de izquierda- montada con el apoyo de los aparatos del Estado y de su entramado mediático, es el nuevo trampantojo del altanero progresismo de chapita, pulsera y banderola, ahora “feminista” -es lo que toca- y con unos toques verdes que aportara el ecologismo mainstream, tan panglosiano y reaccionariamente positivista como desmovilizador, con los que el sistema se prepara para gestionar, de forma autoritaria (el mantenimiento de la llamada ley mordaza y la infiltración de policías -diseñada desde el gobierno más progresista de la historia de España- en los movimientos sociales no son casuales) la concatenación de crisis que se avecina: energética, climática y ecológica.
Permitan que hoy me tome la licencia de acabar con una pequeña ironía: cuánto tienen que aprender las elites dirigentes francesas de las españolas. Aunque es necesario reconocer que la historia también cuenta y conforma la idiosincrasia de los pueblos. No en vano, mientras allí guillotinaban a un rey, hace algo más de dos siglos, aquí entronizábamos a otro al servil grito de ¡¡Vivan las caenas!!