[LA OVEJA NEGRA] En León prendió la llama
GERMÁN VALCÁRCEL | El tributo que cobra el capitalismo en la comarca del Bierzo, en todo el antiguo Reino de León en general, no tiene parangón en la historia de este país. ¿Qué ha dejado la bestia a cambio de todo lo que se ha llevado y quiere seguir llevándose? Mientras, desde aquí, enviamos energía y materias primas, las fauces sangrantes de la bestia solo dejan dolor, devastación, tristeza y abandono.
Solo hay una posibilidad de frenar la destrucción, el ecocidio y el genocidio que amenaza a nuestra geografía y a nuestras gentes, ante la mal llamada transición renovable: Un movimiento social que funcione en red, autoorganizado desde abajo, horizontal, instalado en su medio geográfico y humano (la aparición de colectivos ciudadanos pegados a la gente y a la tierra, al margen del desmovilizador ecologismo mainstream de moqueta y reuniones de despacho, programas de radio, comunicados y fotografías para la prensa, han dado fuerza y consistencia a la lucha por la defensa del territorio) solidario, que, respete la autonomía de cada colectivo, practique el apoyo mutuo, capaz de conectar con otros movimientos sociales segmentados, pero que no se deje tutelar ni dirigir. Un movimiento social que rompa las cadenas que partidos políticos y las desmovilizadoras ONG institucionales suelen tejer para controlarlos, dirigirlos y manipularlos: al fin y al cabo, su único objetivo es cooptarlos, desactivarlos, llevarlos hacia posiciones predeterminadas y, encauzar y mercantilizar la lucha por vía “institucional”. En definitiva, erigirse en sus “representantes”. Por eso, todos estos colectivos sociales deben estar muy atentos, ya que cuando partidos políticos y sus correas de transmisión, las ONG institucionalistas, no logran fagocitarlos, intentan destruirlos con todo tipo de argucias, descalificaciones, manipulaciones y mentiras.
Los movimientos sociales no deben ser entendidos como un modelo cerrado que se propone desde arriba y al que hay que llegar, sino como el entendimiento de que hay una sociedad alternativa, emancipada, crítica con el dogmatismo y con el diseño social por decreto. Mi interés por los movimientos sociales, desde siempre, es porque, claramente, ellos son los actores de los cambios históricos. Las sociedades cambian: no siempre para bien, por cierto. No hay una uni direccionalidad en el camino de la historia, y esto lo debemos tener siempre presente. Pero los cambios que se producen son siempre impulsados, imaginados, por movimientos sociales, y se caracterizan no tanto por controlar el poder -el poder del Estado- como por intentar cambiar los valores de la sociedad, esperando que esos valores, al permear en las mentes de las personas, sean entonces capaces de transformar las instituciones, y transformar -en último término- nuestras vidas, que es lo que cuenta. Por tanto, ese es el cambio fundamental: el cambio en la mente de las personas y ese cambio surge siempre de los movimientos sociales
Los movimientos sociales en la historia son desencadenados por emociones. Ese momento en que gentes diferentes y diversas se atreven a imaginar que los gobernantes tienen que responder a los gobernados, a que quienes gobiernan manden obedeciendo, como exigen los zapatistas. Eso ocurrió el pasado martes, en el salón de actos la Fundación Sierra Pambley, cuando varios y diversos colectivos, la mayoría de ellos provenientes de las abandonadas y olvidadas geografías de nuestra envejecida provincia, se atrevieron a imaginar que existe la posibilidad de autoorganizarse -sin pastores, ni líderes- desde abajo, de forma horizontal, en red, practicando la solidaridad y el apoyo mutuo. Es, en ese mágico momento, cuando políticos, periodistas y, verticales y hegemónicas ONG del sistema (muy significativas y esclarecedoras las ausencias, entre el más de medio centenar de organizaciones firmantes del manifiesto) dicen: “¡Están locos!”.
Los movimientos sociales son siempre emocionales, de ahí la importancia de lo ocurrido en la ciudad de León el pasado día 12. No les pidan programas; no les pidan estrategias políticas concretas. A lo largo de la historia, los movimientos sociales, son primero solo un grito. Un grito de ¡¡ya no puedo más!!, y no sé qué hacer, pero algo vamos a hacer y no se hacia donde, pero lo vamos a encontrar.
Esos son los movimientos sociales. Lo otro, son partidos políticos -gestores de un metabolismo socioeconomico inviable- o burocracias “oenegeras” verdes (una de las industrias más exitosas de los últimos años, no en vano, mientras con su disidencia controlada, “enverdecen” a gobiernos y corporaciones que envenenan el planeta, hacen sus negocios y engordan sus egos) nidos de oportunistas, carentes de los minimos conocimientos de leyes biofisicas y ecologicas; impostores al servicio del poder, portadores de las llaves donde encerrar las luchas y resistencias de las buenas gentes de abajo.
En estos momentos, donde tanta impostura se viste de verde, es conveniente recordar a esos más de doscientos activistas medioambientales que en América Latina son asesinados cada año por su lucha en defensa de la Tierra. Y, como no, recordar las palabras del activista brasileño Chico Mendes que pago con su vida la coherencia de su lucha: “La ecología sin lucha de clases es jardinería”. Seguramente, a la colonialista e impostada progresía “ecologeta”, no le gustan las palabras de una persona proveniente de las tierras donde son extraídas muchas de las materias primas que necesitamos para esa transición energética que dicen defender.