[LA OVEJA NEGRA] La política de cancelación o las múltiples caras del autoritarismo
GERMÁN VALCÁRCEL | Hay varias formas de reducir a todo aquello que no se somete: una es la violencia, otra la asimilación, pero también está la cancelación. La cultura de la cancelación es la práctica que busca la anulación social de quien expresa opiniones controvertidas o que no gustan. Tras la cultura de la cancelación se esconde algo mucho más peligroso: el recorte de la libertad de expresión y la incapacidad de ciertos sectores de salir de su burbuja ideológica.
La izquierda electoral, y alguna de sus ONG, pretenden establecer los límites de lo que vale la pena pensar y quieren imponer lo que es importante y lo que no. “Ellos”, además, pretenden decidir qué y cómo criticar y disentir. Si te sales de sus parámetros serás cancelado, aislado socialmente. El autoritarismo tiene muchas caras, algunas incluso “verdes” o “rojas”. Hasta no hace tanto era la derecha la que justificaba el aplastamiento de las libertades, los recortes de derechos y la anulación de todo debate social. La derecha no ha dejado de ser eso. El problema es que en la actualidad se han visto sobrepasados por una supuesta “progresía” que está dispuesto a batir todas las marcas totalitarias. Solo les falta poner la “estrella amarilla” a todo el que disiente.
Pero no se dejen engañar, nunca pensar por cuenta propia debería ser un problema en colectivos plurales, horizontales y numerosos. Lo que la mayoría de las veces se pretende esconder y acallar, tras supuestos enfrentamientos personales, no son más que profundas diferencias ideológicas, de métodos de acción política y del uso que se hace de movimientos sociales y luchas que son patrimonio de todos. Por eso, cuando se carece de argumentos, con los que justificar comportamientos miserables, se suelen utilizan todo tipo de falacias, la más recurrente la falacia ad hominem.
Este tipo de controversias y campañas las están soportando, entre otros muchos menos conocidos, persona como Jorge Riechmam o Antonio Turiel, decrecentistas declarados, por parte de los defensores de la Green New Deal gubernamental, eurocéntrica, incapaz de romper con el extractivismo y el colonialismo (¿Dónde van a obtener la ingente cantidad de materiales necesarios para esa masiva transición energética que publicitan?) ni con los caducos marcos teóricos de la izquierda institucional del siglo XX.
Aunque a veces tendemos a dejarnos llevar por la desesperación que genera la ceguera colectiva y la polarización social, es necesario organizarse desde abajo -al margen de instituciones, partidos y de sus ONG institucionalistas- para afrontar el convulso escenario al que nos enfrentamos y romper ese relato que nos convierte en enemigos a los que no somos más que expoliados y explotados. La constante manipulación a la que estamos sometidos es su arma.
Confieso que me pone especialmente nervioso la manipulación “verde” que sobre todo desde la izquierda institucional, los izquierdistas tecnológicos y el ecologismo reformista, están llevando a cabo con eso que han bautizado como transición ecológica y su Green New Deal. Por eso es necesario salir de la falsa dicotomía izquierda derecha. La única batalla política por la vida, es la que se da bajo los parámetros del anticapitalismo, el anticolonialismo, el antipatriarcado, el decrecentismo y el antiautoritarismo. En nuestra sociedad la izquierda y la derecha solo son las dos caras de la moneda de un metabolismo explotador, expoliador y criminal.
Los movimientos sociales autónomos, horizontales y combativos van en contra del tipo de articulación que se propone desde el Estado, los partidos y sus diferentes terminales sociales. Por eso buscan “caballos de Troya” que introducir en esos movimientos sociales (No ocurre solo en el movimiento ecologista, en la defensa de la sanidad pública pasa algo similar) y los intentan vincular a las políticas diseñadas por ellos desde arriba.
La relación de los movimientos sociales de base con gobiernos, partidos y las ONG institucionalizadas, está haciendo nacer nuevas formas de dominación, enmascaradas detrás un supuesto discurso “progresista”. Por eso es necesario exponerlas a la luz para contribuir a neutralizarlas y, sobre todo, para evitar que consigan su principal objetivo: la demolición de los movimientos sociales críticos desde dentro, de un modo mucho más sutil que el represivo, pero, por lo mismo, más profundo y duradero.
El divorcio entre la izquierda electoral y los movimientos sociales autónomos no tiene solución
El divorcio entre la izquierda electoral y los movimientos sociales autónomos no tiene solución. Y no la tiene porque cuanto la izquierda asume parcelas de poder vira, y antes que defender los intereses colectivos priman, en primer lugar y a cambio de migajas, los intereses financieros de las grandes corporaciones y los movimientos sociales autónomos son orillados. Pero ahí llegan sus caballos de Troya dispuestos a “negociar”, “enverdecer” y blanquear sus decisiones políticas, mediante una lucha “sensata, alejada de todo radicalismo”. Por eso, la construcción de movimientos sociales autónomos solo pueden hacerla los de abajo con los de abajo, y en los espacios creados por los de abajo.
Si los pequeños colectivos ciudadanos que luchan contra la barbarie ecocida y genocidamquieren sobrevivir a la dominación estatista, es necesario que comprendan las formas de gobernar y relacionarse de la izquierda institucional y sus terminales, actualmente en el poder, y como intentan destruir los movimientos sociales que no controlan.
Cuando la izquierda está en la oposición los utiliza como arietes, cuando está en el poder los pretende convierte en pastores para que tengan controlado al rebaño. Por eso es tan necesario proteger los espacios y territorios propios, y identificar a los “agentes” que tanto el Estado como los partidos infiltran en los movimientos sociales para controlarlos, dirigirlos y manipularlos, o si escapan a sus intereses, destruirlos. Sin ir más lejos, en el Bierzo empieza a ser llamativo el papel que, de forma soterrada, juegan en el movimiento ecologista, directivos de Ciuden, organismo dependiente del Ministerio de Transición Ecológica.
Los movimientos sociales jamás deberían sumarse a la agenda del poder, es necesario crear y mantener la propia agenda, y fortalecer la resistencia desde la horizontalidad y radicalidad de las luchas. Para seguir avanzando es fundamental limitar campos, llamar a las cosas por su nombre, lo que significa asumir la soledad respecto a los de arriba, y, por lo tanto, la hostilidad de una izquierda gobernante sometida a las exigencias de los intereses económicos.
La “estampida”, de dos miembros de la dirección de Podemos Ponferrada, durante la presentación del “Manifiesto en Defensa del Territorio”, en la capital del Bierzo, el pasado jueves, ante los planteamientos expresados por un ponente, fue todo un ejemplo de la soberbia y falta de capacidad de encaje de la izquierda institucional ante las críticas, y la constatación de la nula disposición a un debate profundo, sobre lo que realmente se esconde tras la llamada transición hacia energías renovables.
Solo recordar que, esa izquierda institucional, actualmente en el gobierno, es la redactora, no lo olvidemos, del actual Plan energético y del Real Decreto Ley 20/2022, que acaba con la Evaluación de Impacto Ambiental en todos los proyectos de generación de energía renovable, con lo que se refuerza el ecocidio que pretenden perpetrar en nuestras comarcas, en nuestra provincia y en el país entero. Y da alas a un Plan asociado a proyectos crecentistas, desarrollistas, extractivistas y dependientes de los especulativos fondos Next Generation. ¿Es creíble que quien ha generado el problema puede ofrecer la solución?
Ante este panorama, es más necesario que nunca la construcción de redes de colectivos de base que impongan nuevas formas de hacer política, que hagan pedagogía e informen con claridad a la población, desde la autonomía y el mantenimiento de sus demandas, con programas que no se plieguen a la lógica, tiempos y procedimientos de una democracia tutelada por los poderes fácticos.
Dejemos de comportarnos como creyentes, dejemos de creer que diputados y concejales van a solucionar nuestros problemas o transformar nada, hacerlo es providencialismo político. Hagamos oídos sordos a los que nos dicen vota y espera, o firma una demanda y espera a que los juristas nos defiendan en los juzgados, sobre la base de leyes necias y farragosas. Si queremos justicia y equidad, escuchemos las palabras del anarquista gallego Ricardo Mella: «¿Quieres cultura, libertad, igualdad, justicia? Pues ve y conquístalas, no quieras que otros vengan a dártelas. Tu emancipación será tu obra misma, o no te emanciparás en todos los siglos de los siglos. Y ahora ve, y vota, y remacha tu cadena».