[DIARIOS de CAMPAÑA] Encampañados hasta el gaznate
TOMIRIS | Ya está aquí, ya llegó, la campaña electoral. En Ponferrada vamos sobrados de campaña semipermanente desde 2011 y sin recuperarnos del todo de la no campaña del 2013. Ese año no hubo elecciones, no, pero dejó más politraumatismos y secuelas que un accidente múltiple.
Reconozcamos que el único que ha sido capaz de neutralizar el esperpento del 13 ha sido Olegario 10 años después. Manda huevos, que diría el otro, que los que supuestamente salieron perjudicados se hayan hecho las fotos más gañanas con el manteado, y los que eran familia hayan sido los que le han manteado, pero bien, bien. Uno menos para la campaña.
Centrados en lo que nos espera, ahí tenemos a los 12 jinetes del Apocalipsis con ganas de gestionar el ídem. Porque no, no se esperen cambios a lo loco. Los que están y los que quieren estar se enfrentan a lo mismo: una derrota económico-poblacional de este municipio que no se fraguó ayer, ni hace cuatro años, pero sí más atrás, cuando nuestro mundo era hacer glorietas como la máxima revolución, güey. Como todo era tan sólido, se han ido cayendo uno a uno los palillos y nos han quedado los platos en el aire para estrellarse sobre nuestras cabezas. Cierto es que no solo porque aquí no se pusieron más huevos literales y ficticios en cestas que consolidaran nuestra economía, sino porque el mundo conocido se acabó hace tiempo y el nuevo vete tú a saber en qué estrella estará. Aquí y allá. Solo que aquí nos ha hecho un agujero estratosférico.
La cuestión es cómo abordas la solución. ¿Qué solución? ¿Hay un problema? En eso están algunos candidatos con grandes ideas de nada cuya máxima aspiración es ir a decir amén. Es la liturgia política. Porque con un amén te pones en cuatro comisiones, seis, ocho… las que hagan falta que sumen más de 1.000 euros al mes. En Ponferrada con esos 1.000 euros, el piso y el coche pagados, más plenos por aquí y extras por allá, se vive. La gran industria va a ser llegar al pleno municipal.
Claramente estoy desenfocándolo todo. Pero no me digan que no es chupi tener doce izquierdas y una docena de derechas, salpimentadas por regionalistas de aquí, de allá, la mayoría de ningún sitio. Por supuesto también tenemos ejemplos de algunos que queriendo sumar van restando. Y otros que por fin han visto la luz después de unas cuantas siglas políticas. Es una luz transitoria hasta las siguientes elecciones, pero qué más da, si no nos enteramos. O peor, lo aplaudimos. A inclusivos, empáticos y hasta comulgantes de ruedas de molino no nos gana nadie. Que en esta ciudad lo hemos tragado todo, árnica con y sin gusto, a la vista está.
Solo una cosa voy a pedir. El voto de ¡arrastro! se lo piensen un poco más esta vez. Sé que no me van a hacer ni caso, que estoy en Ponferrada. Pero piensen de verdad en quién quieren que tenga una llave que abra puertas. Porque no va a haber mayorías absolutas así lo sueñen los candidatos en voz alta o a voz en grito.
Hay candidatos a los que no les llegan los altavoces ni les llegarán nunca. Y otros a los que si les quitas el único altavoz del que abusan se les olvida su nombre. Hay candidatos porque es su última baza social. Y hay candidatos porque es su última baza económica. Hay candidatos que tienen al alien susurrándoles en la nuca con otro candidato ya en boxes. Y hay candidatos que siguen en las alpabardas ideológicas como única baza para defender una papeleta que lleva su nombre. Después hay candidatos. Y candidatas.
No aspiro a que me digan nada interesante en campaña ninguno ni ninguna. Con que no me digan cosas rocambolescas me conformo, así de triste es la campaña para el ciudadano. Pero como ni eso se ha respetado en la precampaña, vete tú ahora a pedir peras al olmo. También se agradece que no vaya a haber grandes ínfulas en forma de mítines. Habrá sucedáneos, no lo niego. Pero también hay sucedáneos de los originales entre las candidaturas. No digo yo que no haya marcas blancas que se parecen a la original, pero solo se parecen. Y, además, no son tan blancas.
Que nos jugamos cuatro años lo llevamos diciendo cada cuatro años unas cuantas décadas. Que hay decisiones que ni tú ni nadie, nadie, puede cambiar porque somos una subcontrata de Europa, dalo por hecho. Que nos van a intentar vender la moto del cambio, del empleo, de la industria, de la conectividad mundial por una red que si estás en la cochera no tiene señal, pues también. Que todos los que podemos votar somos ya mayores de edad no sé si lo han contemplado. Que hay gente con memoria ni se les ha ocurrido. Que sabemos lo que queremos ¿alguien se lo puede imaginar sin decirnos que no estamos locos?
Amigas, amigos, empieza un periodo que sobra. Si vamos a ser los más modernos, podíamos hacerlo a la americana, sin reflexión. Digo sin jornada de.