— Yo ni inteligencia artificial ni ineptitud silvestre. Término medio.
Lo curioso es que el término medio es la medida de la mediocridad, pero resulta que también, paradójicamente, el punto fuerte de la inteligencia artificial. La inteligencia artificial puede consultar toda la información disponible sobre lo que sea que se le consulte y extraer la mediana en décimas, centésimas, milésimas de segundo. Imagino que la inteligencia artificial habrá sido cuidadosamente diseñada para no llegar nunca a la conclusión de que el capitalismo nos está conduciendo a la ruina; o de que no hay dios.
¿Es ecologista la inteligencia artificial?, ¿es realista, idealista, empireocriticista?, ¿atea? ¿Qué opina la inteligencia artificial sobre la Renta Básica Universal? ¿Y sobre los programas de los partidos políticos? ¿Y sobre Steely Dan? ¿Y sobre el Mabinogion? ¿Y sobre el cemento? ¿Y sobre la precariedad laboral?
— ¿Puede averiguar la IA las causas del Apocalipsis y evitarlo?
— Vale, vale. La cosa tiene sus limitaciones.
El gato Pangur opina que la Inteligencia Artificial es, en realidad, una versión ultra rápida de la ineptitud silvestre, y podría tener razón: la IA podría ser una especie de supercuñao.
— Es que pensar, lo que se dice pensar…
«La inteligencia artificial pinta como Picasso«, dicen; pero Picasso es más que su pincelada, que podría cualquiera imitar a la perfección (aunque no tan rápidamente, claro), es una mirada crítica, consciente y correctora. Picasso, además de ser su paleta, su maestría y su valor, es su inteligencia.
— La IA ya está influyendo en el arte.
— Sí, y en la política.
Dos especialidades que, en su vertiente más comercial, perdieron hace décadas su conexión con el intelecto trascendente, con el logos. La Inteligencia Artificial, me temo, es un juguete carísimo que servirá, mayormente, para vendernos lo que quiera el anunciante. Y sí, ocasionalmente solucionará grandes problemas estadísticos tales como la forma de mantener una bolsa de pobreza disponible sin provocar violencia social, el valor de Pi o el efecto de los rayos gamma sobre las margaritas. Sin duda alguna (lo digo en sero) algunas de estas proezas resultarán ser de gran utilidad para quienes puedan pagarse el remedio patrocinador y, a más, a más, para la perpetuación de un sistema injusto, opresor y destructivo.
Resulta triste observar que al discurso político se le llena la boca de IA pero ignora la I. Nadie habla de cultura, ni de pensamiento, ni de la necesidad de utilizar ambas cosas para hacer lo único que la política (y no me refiero a eso de la nueva política) debería de hacer de aquí a treinta años: detener el apocalipsis atacando a sus causas.
No sé si llegaré a ver la solución de esta encrucijada con la lucidez necesaria para disfrutarla (lo dudo); pero, hasta ese día, viviré llevándome bien conmigo mismo gracias a los grandes momentos que me regaló la ineptitud silvestre y mal, como siempre, con los mercachifles de la artificiosidad. Una cosa sí advierto a los más entusiastas: la inteligencia artificial terminará por quitarle el trabajo a los mediocres emprendedores.