[PAJARITOS Y PAJARRACOS] Cuando éramos tan felices contra Franco
(In memorian de Francisco Beltrán)
XAN DAS VERDADES | En los primeros balbuceos de la transición, cinco jóvenes resultaron muertos en Vitoria tras una intervención de las aún franquistas fuerzas de orden público. Aquellos hechos coincidían con el deseo de la oposición democrática de pasar de la clandestinidad a la presencia pública.
La Junta Democrática del Bierzo, reunida en el sótano de un conocido restaurante, hizo suya la propuesta del representante democristiano y decidió celebrar una misa en homenaje a los fallecidos, un acto de condena a aquella atrocidad que también representaría un reto al régimen con el debut público.
A tal fin se comisionó a dos propios para que se encargaran de organizar el evento, y para ello se estimó que el mejor colaborador sería el padre Beltrán de San Antonio que aceptó a la primera ofrecer el templo parroquial y ser el oficiante.
Pero en el seno de aquel conciliábulo la cosa levantaba ampollas, al cabo era un mix de rojos redomados, comecuras confesos, sindicalistas revoltosos, empresarios comprometidos, católicos posibilistas y profesionales expectantes.
Las cautelas, los miedos, el rechazo de una parte, o tal vez la falta de arrestos iban demorando la celebración de aquella misa rompedora. Cada reunión se saldaba con un nuevo aplazamiento porque, en realidad, se trataba de dar la cara sin que tuviera consecuencias, y eso en aquella época de incertidumbre represiva era imposible.
Así se continuó dilatando dicha celebración cuando la matanza de Vitoria ya no era portada de ningún periódico ni informativo audiovisual. Pero indefectiblemente el asunto estaba presente cuando los encargados trasladaban la pregunta de Beltrán interesándose por la fecha definitiva que nunca llegaba, al parecer él era el único decidido a tirar para delante con ello.
Cuando la cosa por fin se parió con fórceps y le comunicaron la nueva al resuelto párroco éste, harto y mosqueado por las prisas extemporáneas, liquidó el asunto con una frase tan feliz como lapidaría: Es tarde para una misa de difuntos, yo creo que debíais pensar en un cabo de año.
Sirva la anterior anécdota como homenaje a Francisco Beltrán, un cura comprometido con la democracia, los trabajadores y los desfavorecidos. Aquella iglesia de luces y sombras alumbró personajes de la talla de Beltrán, al que nunca le tentó aprovechar su ministerio y cercanía a la oposición franquista para hacer una interesada carrera política. Cosa de la que no pueden presumir muchos de sus colegas coetáneos.