[LA PIMPINELA ESCARLATA] Estamos en ello
EDUARDO FERNÁNDEZ | En estos días se respira en los políticos locales recién electos en Ponferrada el mismo nerviosismo que en el antedespacho de Stalin un día de cabreo del líder. Anda la peña con un nivel de estrés que pide a gritos trankimazin. Es lo que tiene prescindir de la cosa de las mayorías absolutas, que eran tan contrarias al espíritu democrático, tan ficticias para la pluralidad que tiene la sociedad ponferradina, tan lesivas para el afán participativo y la democracia deliberativa, pero que cuando no se tienen, provoca estas situaciones que rozan el trauma.
Andan todos negociando y no se sabe si negocian todos con todos o como en los juegos infantiles, por mí y por todos mis compañeros. Claro que, para algunos, esto parecen los juegos del hambre.
Les confieso que hay una palabra que hasta ahora no había utilizado mucho, mentidero. Dice la RAE que es ‘lugar donde habitualmente la gente se reúne para hacer tertulia o conversar’. Aquí hay un mentidero en cada esquina, un analista político en cada paisano (o paisana, que en estos somos todos igual de aficionados a elucubrar cómo va a quedar el ayuntamiento), un experto en cada afiliado a cualquier partido. Pues resulta que aquí los mentideros son más bien caladeros de mentiras que otra cosa. Entre lo que el personal miente, lo que fabula y lo que improvisa, puede terminar gobernando en Ponferrada hasta Espartero. Me voy a ahorrar recordarles a algunos la enorme distancia entre las ensoñaciones que tenían, alimentados por las encuestas en un momento particularmente difícil para hacer demoscopia y no adivinación, y la realidad que dibujaron las urnas por voluntad popular. Bueno, pues esa es la misma distancia que va a haber entre las predicciones que estoy oyendo y la conformación del futuro equipo de gobierno.
Créanme que esta es una de esas ocasiones en las que cayo más de lo que opino. Y aconsejo prudencia y discreción, que no faltarán filtraciones e intoxicaciones interesadas entre los que esperan sacar algo de cualquier pacto. Ya he visto tantas cosas arregladas que se desarreglan, y tantas cosas imposibles que terminan por suceder, que creo que hacen muy bien los que se manejan con suma prudencia.
No es ya que se sepa quién va a ser el alcalde, sino que se sabe cuáles van a ser las delegaciones de las concejalías y hasta el personal contratado, que es que me parto con algunos nombres que oigo. A este paso voy a terminar yo de animadora de Morala, que, aun a riesgo de dejar en su retina una pesadilla imborrable, con faldita de cheerleader quedo monísimo. Hace unos años me pirraba mandar, luego pasé a preferir susurrar al oído de los que mandan y ahora me llega con que no sigan los que esquilman el censo de Ponferrada y no pasa nada.
A mí no me parece bien cualquier pacto, pero me parece legítimo cualquier pacto. Los concejales que lo alcancen no salen de ningún lupanar, porque ya los cerró todos el Tito Berni, ni de un golpe de Estado; salen de los votos de los ciudadanos ponferradinos, que no se diferencian más que para la izquierda divina en gente normal y cavernarios. Lo digo en particular por los que no hacen más que atizar el espantajo de la extrema derecha, particularmente desde la extrema izquierda, aunque lo que tiene la progresía es que como se cree el centro del universo, todo lo demás gravita siempre a su derecha. Hoy he tenido en clase la diferencia entre el conservadurismo clásico y la derecha dura, y miren que hay derecha radical, derecha populista y luego ya ultraderecha y extrema derecha. Para aprobar mi asignatura hay que saberse las diferencias, que existen y son abismales, como hay que saberse las diferencias entre la socialdemocracia y el comunismo, y luego ya el leninismo, el estalinismo, el trotskismo y el maoísmo. La mayoría de los gurús que opinan por aquí no aprobarían en la puñetera vida. Y siguen con una matraca que a la gente, a tenor de las votaciones, le da lo mismo.
Para todos esos que andan escandalizados porque no gobierne la lista más votada en Ponferrada, hay que recordarles lo orgulloso que ha estado Olegario de que lo identifiquen con Sánchez. Pues bien, yo estaba sentado en el hemiciclo del Congreso cuando Sánchez= Olegario se apañó hacerse las maletas en dirección a Moncloa con los votos de los indepes catalanes y de esa buena gente de Bildu que nunca ha roto un plato, en particular en la nuca de nadie. Y lo hizo con muchos menos votos y menos escaños que el PP desalojado. A ver si va a resultar que aquella legitimidad democrática del rollo que nos colocaron de la suma de voluntades de cambio no va a valer ahora. A rasgarse las vestiduras a otro lado, que aquí hay que venir llorado de casa o de la sede.
No sé cómo va a quedar el ayuntamiento, porque no he jugado en mi vida a exégeta de los bercianistas. Ya nos dirán ellos lo que quieren; ahora bien, qué bonito aquello del cogobierno que no necesita pactos a tres, sino a dos bandas. Y aquí lo que la gente quiere se paga en euros. No sean maliciosos, que no estoy hablando de dedicaciones, que eso está ya muy asumido y generalizado, sino de proyectos que pueden venir de las administraciones que tienen más presupuesto. Y ahí Olegario=Sánchez lo tiene más crudo. Porque en su época nos iban a llenar Ponferrada de empresas con miles de empleos para sustituir lo de la energía y nos iban a sepultar en subvenciones y cada vez que ha venido un ministro, abrazo, cese y olvido. Mientras tanto, todos estamos en ello.