[LA OVEJA NEGRA] El consumo tiene un precio
GERMÁN VALCÁRCEL | Espanta la docilidad con que los habitantes de las democracias liberales occidentales aceptamos el yugo que nos imponen las élites, la esclavitud consentida en la que vivimos tiene una «explicación», tenemos miedo.
El miedo muerde los tobillos de las opulentas clases medias euro-norteamericanas, miedo a perder; a perder el dinero de nuestros ahorros, a perder el trabajo, a perder la vivienda hipotecada, a perder los electrodomésticos y el automóvil comprados a plazos, a perder los viajes vacacionales a lugares exóticos, miedo a formar parte de ese excedente que se ha convertido en la mercancía más barata del mundo, la mano de obra. Miedo a perder los “privilegios” que vivir en esta parte del planeta nos concede. Miedo a convertirse en un fracasado. No hay nada más indigno y frustrante para un clasemediano occidental que convertirse en un perdedor digno de compasión.
Pero de pronto comprobamos, perplejos, que amplios sectores de esas eurocentricas clases medias han decido embarcarse en la lucha “en defensa del clima”. Por supuesto montados en bicicleta.
Ahí los tenemos, “concienciados”, son los mismos que viven en una burbuja térmica de veintitrés grados todo el año, conseguida a base de quemar combustibles fósiles -el principal causante del cambio climático- como si no hubiera mañana: calefacción en invierno, aire acondicionado en verano, tanto en casa como en el trabajo, en el cine, en el restaurante, incluso en el automóvil, o disfrutando de una buena conversación en una terraza al aire libre, terraza que dispondrá, esos sí, de estufas en invierno y nebulizadores en las épocas de calor y sequía.
La política del clima se encuentra, de repente, en el centro de un forcejeo político por el poder; frente a los negacionistas, Trump, Bolsonaro, Boris Johnson, etc. que nos hablan de estafa climática, aparece el lobby socialdemócrata europeo y demócrata norteamericano que a la sombra de Greta Thumberg, de la congresista norteamericana Alexandria Ocasio-Cortez, de Friday For Future o Extinción/Rebelión, han puesto en marcha una enorme campaña de activismo climatológico. Esta confrontación política nos coloca ante el falso dilema -típico de las democracias liberales que se cuidan muy mucho de silenciar el auténtico pensamiento crítico social- de posicionarnos del lado del “capitalismo civilizado y consciente” o del brutal que niega, más bien aparenta negar, el cambio climático. Sostengo aparenta porque ahí tienen a Trump queriendo comprar la cada vez más deshelada Groenlandia.
De los negacionistas no merece la pena decir ya nada más, la brutalidad de sus acciones, el expolio, explotación y genocidio que están llevando a cabo a lo largo y ancho del planeta, los efectos devastadores de sus políticas son lo suficientemente conocidos y evidentes como para no tener que perder el tiempo en ello, y a sus seguidores nada de lo que se diga les va a convencer, ya que se mueven bajo los mismos parámetros totalitarios y supremacistas con los que nuestros antepasados elevaron al poder al nazismo y al fascismo en los años treinta del pasado siglo.
Los segundos identifican el problema, dan toda clase de datos, tienen buena información científica, la exposición es fluida y lo justifican e ilustran con diagramas, estadísticas, fotografías o bonitos documentales elaborados por famosos actores de Hollywood, pero no son tan explícitos a la hora de explicar las causas, es más, la mayoría de ellas las obvian o las ocultan, y a pesar de que pretenden sacudirse la relación que se les atribuye con el capitalismo verde (al frente del que se encuentran gentes como Jeff Bezos, de Amazon; Ellon Musk, de Testla; Mark Zuckerberg de Facebook o Bill Gates, de Microsoft, entre otros) no dejan de promocionar la idea de que la solución parte de transformar el sistema aprovechando sus estructuras, para ello y mediante uno de esos trabajos de ingeniería social han generado un icono mediático, Greta Trumberg, que ha conseguido movilizar a millones de personas en todo el mundo. La colección de instituciones donde la joven ha hablado desde que apareció hace menos de un año: el Parlamento Europeo, el Foro Económico de Davos, el Congreso de USA, la ONU, y los personajes: Obama, Al Gore y el Papa Francisco, entre otros, con los que se ha reunido la famosa joven, dice bastante de a dónde quiere llegar el movimiento, no son figuras desdeñables, son figuras exactamente elegidas por esa parte del sistema que acepta el discurso preocupado de la ONU, pero que a la vez mantiene, y justifica el modelo extractivista consumista, aunque difieran en los métodos de aplicación que utilizan los neoliberales.
La civilización europea, la civilización occidental es actualmente moral y espiritualmente indefendible
El Cambio Climático ocasionado por la actividad humana, y sus graves secuelas, es algo que el consenso científico avala. La urgencia climática es tan grave que es necesario concienciar a los habitantes de esta parte del mundo de la necesidad de asumir el precio de los brutales cambios que son necesario llevar adelante y que, como siempre, van a asumir los mismos, si de verdad se quieren poner las bases para descarbonizar nuestro insostenible modelo de vida.
Pero el problema no se arregla creando tendencias que, mediante ingeniería social y con el objetivo de llenar las calles con inofensivas procesiones de ciudadanos amaestrados que a buen seguro acabarán en las urnas (lo ocurrido con el 15M y Podemos es un simple juego de niños con lo que se esconde tras esta operación) votando a algunos de los nuevos líderes verdes. Hay que inventar algo, la socialdemocracia clásica ha muerto.
En el momento actual es necesario ser intelectualmente honesto y preguntarnos cómo es posible que una persona como la joven activista es recibida, en menos de un año de actividad, sin ningún problema, en todas las instancias de poder y nominada al Nobel y, sin embargo, las mujeres y hombres que defienden con sus cuerpos La Tierra son brutalmente asesinados (más de doscientos el año pasado, más de un millar el último quinquenio), en los lugares donde se extraen los materiales necesario para mantener nuestro modelo de vida.
No solamente es el asustado clasemediano burgués quien no quiere escuchar la verdad de cómo se construye su “bienestar” y cuáles son los cimientos de su desarrollo tecnológico, y sacude las orejas para espantar los relatos que lo cuestionan; por eso muchos de nuestros conciudadanos prefieren escuchar los supremacistas, colonialistas, racistas, criminales y morbosos argumentos neoliberales. Tampoco están dispuestos a escuchar los políticos lamecheques, los jueces al portador, los gotosos académicos eurorizados de tontería, los cotorreros periodistas, tampoco la mixtificada e impostada izquierda institucional, en definitiva, todos esos sicarios que, desempeñando su papel en la sórdida división del trabajo defensora de la sociedad occidental capitalista, intentaran por vías diversas silenciar a todo aquel que cuestione esta sociedad enferma de consumo.
Mucho me temo que, como sostenía Wanbli Ohitika, Águila Valiente, también llamado Russell Means, líder por los derechos de los pueblos originarios de Norteamérica, en su ensayo intitulado Europa debe morir (acusación a la sociedad industrial), tras las movilizaciones por el clima puede estar la justificación que ha hecho que “todas las revoluciones en la historia europea han servido para reforzar las tendencias y capacidades de Europa para exportar la destrucción de otros pueblos, otras culturas y al propio medio ambiente”. La tecnología aparece ahora como el instrumento.
La civilización europea, la civilización occidental es, actualmente, moral y espiritualmente indefendible. Incapaz de resolver los dos mayores problemas que su misma existencia ha ocasionado la destrucción y explotación de seres humanos y del planeta. Una civilización moralmente minada que niega, oculta y minimiza las consecuencias sociales e históricas de su funcionamiento, es una civilización moribunda, condenada a la desaparición. Solo buscando un nuevo paradigma podremos enfrentar la actual crisis civilizatoria, lo demás no son más que parches que nos conducen a la barbarie.
Como dice el mismo Wanbli Ohitica, en otra parte de ese texto: “Cuídate de llegar a creer que el mundo de los blancos ofrece soluciones a los problemas con los que nos confronta”.