[LA OVEJA NEGRA] El pacto de la morralla
GERMÁN VALCÁRCEL | En Ponferrada vuelve la derecha casposa, autoritaria y meapilas de toda la vida (aunque en realidad nunca se fue, pocos habrá en el nuevo equipo de gobierno tan sectarios, autoritarios y procesionarios como don Olegario Ramón) de pocas ideas, pero, eso sí, fijas, que adorara lo que había prometido extirpar y extirpara lo que había prometido adorar. Llega acompañada por la derecha facinerosa, banal, lunática, chusca, “gorilista”, de motosierra y modales de paquidermo, totalitaria, orgullosamente misógina, racista, xenófoba y doctrinaria, de “mano dura” y “tolerancia cero”, esa derecha está repleta de necios y estúpidos negacionistas del cambio climático -todo sea por tener una estación de esquí a 25 km de casa, aunque no haya nieve- amante de las armas y de usarlas como autodefensa -lo sostienen públicamente-, pero que, parasitando preocupaciones legítimas de muchas personas y con un discurso simplista, ha logrado conectar con algunos sectores de las capas populares que, al sentirse abandonados por la acomodada y ensoberbecida izquierda clase mediana, “fashionista” y progre, están cavando su propia tumba.
Que Coalición por el Bierzo se haya decantado por formar parte del pacto de la “Morralla” no debe sorprender a nadie. Al margen de los desprecios recibidos por el alcalde saliente y de parte de su equipo, ya fue socio del PP durante el mandato de Gloria Merayo. El actual jefe de filas bercianista, ya antes de pisar moqueta, durante el mandato de López Riesco, ayudó a reventar un proceso judicial que peleaba contra el PGOU (plan general de ordenación urbana) que ha convertido a Ponferrada en el erial que es hoy. El abogado madrileño Ángel Galindo, el mismo que impulsó el caso Gürtel, puede explicar la desleal actuación de Iván Alonso. ¿Alguien recuerda que el señor Alonso haya tenido jamás algún conflicto serio con el PP? ¿Qué intereses defiende en lo que ha rebautizado como Tebaida berciana? Ahora han reservado un millón de euros para terminar de arrasar el Morredero, una vieja obsesión ecocida de la derecha motosierra que, en el actual equipo de gobierno, representa mejor que nadie el concejal pepero Carlos Cortina, candidato a la pedanía de San Cristóbal de Valdueza, donde no sacó ningún voto. El señor Alonso deja claro que los nacionalismos, regionalismo y aldeanismos no son más que la defensa de espurios intereses personales, envueltos en banderas y merchandising.
Seamos claros, la derecha engaña y se engaña, no ha sido Olegario Ramón el responsable del inmenso erial que es hoy Ponferrada, son las derechas, sus corruptas políticas caciquiles y neoliberales, los responsables. Nos esperan tiempos duros. Con estos mimbres, y con estas gentes, la convivencia no va a ser fácil.
La izquierda, lo que así se autodenomina, no va a gobernar Ponferrada por la estupidez, egocentrismo y codicia de sus dirigentes. La exconcejala podemita ha ofrecido y, lo peor, sigue ofreciendo, un buen ejemplo de la vileza y miseria humana que atesoran los podemitas y de lo que ocurre cuando una dirigente política se deja llevar por la soberbia y el narcisismo, y antepone sus intereses individuales a los colectivos que dice defender. La bochornosa y sectaria actuación que ha tenido, durante la negociación de las listas electorales, debería alejarla de cualquier posibilidad de volver a tener responsabilidades políticas. ¿Por qué, en vez de seguir cargando con mentiras contra IU y sus dirigentes, en ese infumable panfleto digital que se ha construido, para su mayor gloria, no hace pública su “generosa oferta” de confluencia? Así podrán juzgar los ciudadanos. A la gente no se la puede humillar y ningunear impunemente, como ha hecho con las personas que se aglutinaban en “Ponferrada Contigo”. Doña Lorena ha demostrado que, como los muertos vivientes, no sabía que estaba muerta, políticamente. Llama la atención que para quien llegó a la actividad política sosteniendo que los políticos eran una casta parasitaria, corrupta y separada de la gente, todo ha quedado reducido a determinar quién tiene posibilidades de continuar cobrando el espléndido sueldo del que ha disfrutado durante cuatro años. Podemos, la mayor estafa política de este siglo, desaparece del consistorio ponferradino y previsiblemente lo hará, también, de la vida política de este país. Tanta paz lleven como dejan.
La izquierda institucional, durante estos cuatro años, ha sido incapaz de transformar nada. Decidió, desde el principio del mandato que ahora termina, habían llegado los tiempos de la mera administración. Se volvió retórica, cínica, autista, hipócrita, elitista, enterradora y cómplice, con su silencio, de las corruptelas pasadas. En eso se transformó la nortada del señor Ramón, en un fétido y espeso aire nacido en las cloacas del ayuntamiento. Un ayuntamiento donde los políticos se convirtieron en cómplices, o rehenes, de funcionarios que amenazan con “informes desfavorables” si no se pliegan a sus intereses. Funcionarios que logran transformar a familiares en trabajadores de la “casa” -así nominan al ayuntamiento- sin necesidad de pasar por concursos u oposiciones. Eso sí, nos lo venden como “municipalizar servicios”, todo muy legal.
La izquierda, lo que así se autodenomina, no va a gobernar Ponferrada por la estupidez, egocentrismo y codicia de sus dirigentes
La izquierda saliente ha dejado claro que el caciquismo pervive en el Bierzo y lo practica lo mismo que la derecha. Lo que distingue al cacique del siglo XXI al del XIX es que no utiliza fondos privados, “gestiona” dinero público. Y lo gestiona mediante mecanismos adaptados, desde la ley, a este territorio marginal y marginado, como si fuera su patrimonio y asigna los gastos, no en función de la eficacia de las inversiones o de las necesidades reales de la población, sino sufragando lo que es necesario para intentar perpetuarse en el poder.
Olegario Ramón y su núcleo duro jamás entendieron que el papel de los medios es hacer un escrutinio permanente del comportamiento del poder, en la forma más amplia del término, y ese seguimiento, naturalmente, debe, si quiere ser útil socialmente, ser crítico. Sé que no siempre la confrontación con la realidad merece el mismo veredicto, pero eso forma parte de la libertad de pensamiento, también creo que en el Bierzo en general, y en Ponferrada en particular, se ha llegado a una situación en que la corrupción política -no hablo, solo, de meter mano a la caja- por el hecho de ser habitual, en el sentido más extenso de la palabra, se ha hecho normal y los inconformistas, que se niegan a aceptar esa normalidad siniestra y perversa, lo tienen crudo.
Durante su mandato, don Olegario no ha dudado en intentar convertir a sus críticos en carne picada y condenarlos a la muerte social, sin usura de vidas ajenas, en un frío cálculo de pérdida y ganancia. Lo que afirmo queda ejemplificado en lo que ha intentado hacer a un conocido militante socialista de Cuatrovientos: falsas denuncias, expediente de expulsión del partido, entre otras cosas, algo absolutamente mezquino y repugnante, pero que sirve para dejarnos claro la clase de individuo que es: alguien que no es de fiar. Tampoco se han quedado atrás en ese tipo de prácticas ni su “fontanero” jefe y persona de confianza, ni su primera teniente alcalde. No, las críticas, por mucho que se empeñen en vomitar, no han sido “porque no han podido pillar”. El “ramonismo” ha durado poco, pero el escaso recorrido que ha tenido en el poder ha servido, al menos, para sacar a la luz la mediocridad, la felonía, y el alma de censor y conciencia de depredador que atesoran el ya exalcalde y su círculo de confianza.
La que se va a los bancos de la oposición, o a su casa, es una izquierda anquilosada, incapaz de cuestionar las propias tradiciones políticas que ya no sirven como reservorio de respuestas automáticas. Una izquierda incapaz de autoanalizarse y comprender la naturaleza de su decadencia ya no resulta viable útil. De esos barros estos lodos. Digámoslo alto y claro, la izquierda, en el Bierzo, ha muerto.