[LA OVEJA NEGRA] La política institucional como industria y negocio
GERMÁN VALCÁRCEL | A Marco Morala, nuevo alcalde de Ponferrada, le viene como anillo al dedo aquello que dijo Quevedo: “Las palabras son como las monedas, que una vale por muchas, como muchas no valen por una”; las suyas, ha dejado demostrado, carecen de valor.
Me pregunto si todavía hay alguien sorprendido porque el actual equipo de gobierno haya entrado a saco en las arcas municipales, autoconcediéndose unos generosos salarios, en función de su porcentaje de dedicación (los de menor cuantía: 16,285 -1,163 euros al mes, por catorce pagas- por doce horas semanales de trabajo)- para cada uno de los catorce miembros que votaron a favor del señor Morala. Además, se amplían las redes clientelares, creando un par de nuevas figuras: jefe de gabinete y coordinador de competencias no delegadas, más los consabidos cargos de confianza. En definitiva, una veintena de sueldos que, de diferente cuantía, saldrán de nuestros impuestos. Eso si, todos ellos salarios muy superiores a la renta bruta media de las declaraciones del IRPF de la ciudad: 25.007 euros.
¿Qué otra cosa esperaban de esta derecha profundamente reaccionaria, misógina, clasista, ultracatólica, ecocida, vendedora de odio y extractivista, viendo la cantidad de pasado que ha vertido sobre la nueva Corporación el actual Alcalde? Nombres tan viejunos en la política municipal como los exconcejales Roberto Mendo -fontanero politico de Gloria Merayo-, Luis Antonio Moreno -con un pútrido y maloliente pasado en el IMFE-, Carlos Cortina -un especialista en hacer negocios privados utilizando bienes públicos y comunales-, o Concepción Crespo. Coalición por el Bierzo no son más que una cuadrilla de mercenarios prestos a trabajar para el mejor postor. Eso sí, envueltos en la bandera blanquiazul. Vox, de momento, se limita a votar, cobrar y ayudar a “trolear” al portavoz del PSOE. ¿Alguien piensa que la negativa a votar el aumento de salarios salió de las dos mudas estatuas que, en representación de la extrema derecha, se sientan en el pleno?
Las instituciones son, para todos ellos, un lugar donde lograr beneficios personales, hacer fortuna y facilitar “negocios”. Así las cosas, solo podemos esperar más desigualdades sociales, más clasismo, más misoginia, más xenofobia y más agresiones medioambientales. La miseria y mercantilización de nuestras vidas y entorno que rezuman la mayoría de los proyectos anunciados por la pandilla que ha tomado el ayuntamiento al asalto nos lo adelanta.
Seguramente son pocos los capaces de ver los afanes liberticidas, la sordidez, el asfixiante y mugriento clima político, social, cultural, sentimental y sexual en el que pretenden instalarnos los nuevos gobernantes. Las pocas decisiones tomadas, el tema monetario, la cena templaria y la retirada del parklet, son un adelanto de su talante y de sus objetivos últimos. No olvidemos que los nuevos gobernantes son los hijos y herederos ideológicos y políticos de los que, en tiempos no tan lejanos, nos metían el miedo y el pecado en el cuerpo y en el alma. Son la derecha que considera las instituciones patrimonio propio, a los de abajo siervos y utiliza las leyes para conseguir sus intereses. Es la derecha que lleva gobernando veinticinco de los últimos treinta años Ponferrada y más de tres décadas, de forma continuada, la Comunidad Autónoma y que hace del saqueo de lo público su bandera. Ellos son los responsables de la decadencia y deterioro de esta ciudad. Sin embargo, para sus sectarias, acríticas y estupidizadas hordas, los males de la ciudad son cosas de la izquierda pequeña, mediocre, mezquina, clasemediana y desclasada que ha gobernado los últimos cuatro años. Pobre Ponferrada, pobre Bierzo.
El problema grave al que se enfrentan la gentes de izquierdas de Ponferrada es la ausencia de una alternativa verosímil, dada la falta de credibilidad del portavoz de la oposición, don Olegario Ramón, que, cada vez más, atacado por la piorrea antidemocrática, interioriza cualquier crítica hacia su gestión como un ataque personal, se pierde en la bruma de sus intereses personales, preso de sus fobias, complejos, mezquindades y de un ego glotón e insaciable. Además, genera rechazo su estilo retórico, sentencioso, sobrado y pomposo, y hielan el corazón los aspavientos, el falaz moralismo, la mala baba, la felonía, el rencor, la amargura y el resentimiento (sonrojante el cutre precio que desveló en el pleno había pagado por su pacto con Coalición por el Bierzo, le retrata más a él que a sus ex socios) que, tras perder su condición de alcalde, desprenden todas sus intervenciones públicas. Don Olegario, desde que perdió la alcaldía, se parece cada día más al Aznar, que emergió tras 11M y la derrota electoral del PP en 2004.
El problema grave al que se enfrentan la gentes de izquierdas de Ponferrada es la ausencia de una alternativa verosímil
Para seguir acrecentando en su falta de credibilidad, el señor Ramón manipula y cuenta medias verdades, cuando sostiene que él se bajó el sueldo un 11%, con respecto a su antecesora en el cargo, juega con los porcentajes de “dedicación”. Por esos juegos porcentuales son posible los 74,800 euros anuales que cobró, durante 2022, la anterior vicealcaldesa y concejala de Hacienda, Formación y Empleo, Territorio Inteligente, Relaciones Institucionales y Transparencia, doña María Isabel Fernández, al compaginar un 85% de dedicación al ayuntamiento, con sus actividades privadas en una academia de enseñanza concertada. Él no puede permitirse semejantes “enjuagues”, porque es funcionario público, pero cuando se reincorpore a su puesto de trabajo, tendrá otras prebendas: adquirirá y consolidará el máximo nivel dentro de la escala de su grupo. Los funcionarios que pasan por la política profesional tienen esos privilegios. Los políticos siempre utilizan las leyes, las retuercen en su propio beneficio y buscan todo tipo de subterfugios para hacerlo.
También le retrata el penoso espectáculo de carrerismo y de apuñalamientos políticos (ya lo hizo, con Ángela Marqués para lograr la portavocía en el ayuntamiento de Ponferrada durante el mandato 2015-2019, lo había repetido, antes de las elecciones, con la exconcejala de Cultura -para dar satisfacción a su vicealcaldesa- o su pasado como sindicalista amarillo, todo un ejemplo de conciencia de clase y ética) que ha organizado para lograr la canonjía de presidente del Consejo Comarcal, como forma de eludir la vuelta a su trabajo, como Tramitador Procesal en el Juzgado de Ponferrada, con un salario base anual de 12,701,76; bastante alejado de los más de 60.000 euros que cobraba como alcalde o los en torno a cuarenta mil que va a cobrar, si no se sube el sueldo, como presidente del inoperante y prescindible chiringuito comarcal. A Don Olegario, también le viene bien otra frase de Quevedo: “La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió”
Si para algo ha servido el pleno de ayer, es para que los ciudadanos de Ponferrada visualicen que la casta política es un problema real para la vida cotidiana. Su forma de actuar es la responsable del desguace ético al que esta ciudad está siendo arrojada. Por eso, me permito afirmar que, solo votando, es impensable cambiar las cosas, ni solo absteniéndose se puede deslegitimar el sistema. La participación política, para ser efectiva, debe ser algo más que ir a votar, o abstenerse, cada cuatro años. Nuestra desidia les permite gestionar la institución municipal como si fuera su cortijo.
Si fuéramos, de verdad, sujetos políticos, las gentes de este poblachón con ínfulas de ciudad deberíamos habernos concentrado, este pasado viernes, en el salón de plenos y en la plaza del Ayuntamiento para evitar el expolio que se perpetró en el salón de plenos del Consistorio ponferradino. Sólo desde la ignorancia, la manipulación o el miedo tiene explicación y sentido la apatía de la sociedad ponferradina. Mientras no reaccionemos, seguirán riéndose de nosotros y sodomizándonos con su prepotencia, sus mentiras, su incompetencia, su mediocridad, su reaccionario clasismo y su arrogancia social que bien reflejada queda en su forma de ejercer eso que llaman representación política.