[LA PIMPINELA ESCARLATA] La nueva Ley del Consejo Comarcal
EDUARDO FERNÁNDEZ | Cada vez que los socialistas no saben con qué enredar en El Bierzo resurge un tema muy socorrido, en realidad tan aburrido como manido a estas alturas, que es el de la reforma de la ley comarcal. Tiene la ventaja de que además entronca con las verdaderas necesidades, problemas y expectativas del berciano medio, que cada mañana cuando se levanta lo primero en lo que piensa es en que se modifique esta ley. No tenemos problemas de actividad económica, ni de empleo, ni de despoblación, ni de falta de prestaciones y servicios sociales en los pueblos más pequeños. Solo tenemos un problema de adecuación competencial del Consejo que nos hace sufrir a todos los bercianos indeciblemente. Yo mismo y como buen meapilas, antes de empezar mi jornada cotidiana le pido al Altísimo, no que cuide de los míos, sino que cuide del Consejo, sus competencias, su ley y su presidente.
He leído con alborozo después de la constitución de la nueva Corporación comarcal que su presidente asume como horizonte vital, institucional, infinito, mundial y catártico la titánica tarea de promover una nueva reforma de la ley comarcal. Es de suponer que su grupo parlamentario en las Cortes de Castilla y León tiene ya preparada la iniciativa legislativa correspondiente y que no habrá sido una improvisación en una toma de posesión, por lo demás, deslavazada y tristona.
Con ello, se ganará sobradamente la pasta que le vamos a pagar entre todos y que, como saben ustedes, estoy esperando para ver a cuánto alcanza y qué porcentaje supone del presupuesto comarcal. Por lo de comparar, digo.
Conviene empezar por algún recordatorio jurídico elemental, como que una comarca es una entidad local y un Consejo comarcal un órgano de gobierno local. Esto parece de Barrio Sésamo y la diferencia entre cerca y lejos, pero ya verán lo cerca que está de que hagan de esto el parto de los montes y lo lejos que está de que su propuesta esté jurídicamente fundamentada. El Consejo no se crea como una forma de prestación desconcentrada de servicios autonómicos o nacionales. Y por tanto, es dentro de las competencias locales donde hay que empezar a exigir una acción pública más vigorosa en el Consejo. Vamos, que se note que hacen algo. No es que tenga la más mínima esperanza de ello, porque en atención a las competencias y presupuesto que había en Ponferrada y no la marcó –es por propiciar el jueguecito de palabras Marco la marca, Olegario no la marcó–, como para esperar a ver algo verdaderamente útil para los ciudadanos a partir de ahora.
Uno, que cuenta ya por décadas su reflexión sobre el Consejo, se desgañita a recordar tres obviedades que, no obstante, para los completos ignorantes jurídicos que nos pueden gobernar son un mundo conceptual: primera, precisamente que éste debe desempeñar competencias locales, cuando en la actualidad casi toda las que nutren su acervo competencial provienen aún de la Junta de Castilla y León y de la Diputación Provincial. Segunda, que para que la gente deje de considerar que el Consejo es un ente inútil, tiene que prestar servicios directamente a los ciudadanos y no solo a la endogamia de las corporaciones locales. Y tercera, que tendría que abrirse paso prestando en las pequeñas localidades aquellos servicios que solo los ayuntamientos más grandes pueden afrontar para todos sus ciudadanos por su mayor potencia presupuestaria. Quizás con eso la gente entendería mejor para qué sirve el Consejo. No es en absoluto que no exista un sentimiento comarcal en El Bierzo, que existe y es potente, sino que no esté desacoplado de la utilidad de tener un órgano político en el que la peña cobra dedicaciones. En definitiva, que se vea en el territorio y para los ciudadanos para qué sirve apoquinar a los que mandan ahí. Espero que no sea para renaturalizar el Bierzo y dejar que la maleza se lo coma o para asfaltar las zonas verdes, dos genialidades que pueden marcar claramente las políticas medioambientales comarcales a partir de este momento, habida cuenta del clamoroso éxito que tuvieron en el ayuntamiento ponferradino.
Supuesto que en la Junta de Castilla y León alguien me leyera o me escuchara, mi recomendación es muy simple: que se organicen las competencias del Consejo Comarcal de abajo a arriba, como conviene a un órgano que es agrupación de municipios y no delegación orgánica de la Comunidad Autónoma. Porque si no esto volverá a ser la excusa para andar formando un follón innecesario con la que cae. Y uno ya está cansado de que se distraigan recursos y funciones para desgajarlos donde no van a ser mejor empleados. Aquí no hay que andarle justificando a nadie el salario que piensa cobrar a cuenta de los bercianos, facilitándole un follón mediático. En conclusión, cuando alguien plantea reformar la ley que venga antes trabajado de casa, y en la medida de lo posible llorado de casa, ya que no cobrado de casa. ¿Han visto ustedes las nuevas competencias que en esta pasada legislatura bajo gobierno socialista en la diputación le han pasado al Consejo Comarcal? Pues nada, el mismo número y con la misma financiación de las competencias autonómicas. El asunto es relativamente sencillo: hay que confiar en el Consejo Comarcal de Olegario Ramón el mismo número de competencias locales que él confió en el pasado mandato desde el Ayuntamiento de Ponferrada, que presidía, hasta el Consejo Comarcal, que tenía su mismo color político. Ni una más, ni una menos. Ya verán que fácil la negociación de la nueva ley.