[LA OVEJA NEGRA] Preguntas y dudas de un abstencionista
GERMÁN VALCÁRCEL | Estoy convencido de que pocos abstencionistas –parece que la mayoría gentes de izquierdas– niegan el peligro de la oleada reaccionaria que está poniendo en peligro el funcionamiento de nuestra sociedad. Tampoco conozco a ninguno que sostenga que el dúo Abascal-Feijóo sea lo mismo que el Sánchez-Díaz. Los abstencionistas no son, ni han sido, ni serán, los responsables de la llegada al poder de la extrema derecha.
Es falso, además de demagógico, que abstenerse sea “un privilegio de hombre blanco, cis y hetero, con kilos de izquierdismo, que saca el tema de la abstención como refugio de su inmaculada coherencia” como sostiene la coordinadora de sanidad del digital El Salto, Sara Plaza Casares, en un artículo titulado Carta a un abstencionista.
¿A quién tenemos que votar? ¿A esa izquierda que ha dejado el camino abierto a la represión más brutal, al no derogar la Ley Mordaza? Ley que criminaliza y permite apalear, multar y encarcelar a los activistas que luchan, con sus cuerpos y su digna rabia, contra los desahucios o cualquier otro acto de protesta o resistencia. ¿A esa izquierda que prefieren pactar con Marruecos, como gendarme fronterizo, antes que abrir vías de acogida y legislar para lograr que los migrantes tengan acceso seguro a nuestro país y, sin embargo, deja impunes, incluso políticamente, los asesinatos de Melilla?
¿A la que dice luchar por una sociedad justa y equitativa pero, en cuanto llega a las pútridas aguas institucionales, para supuestamente representarnos, da rienda suelta a su codicia y se dedica a adjudicarse unos salarios de alto ejecutivo de empresa privada? Hay que dignificar la actividad política, dicen los más hipócritas. ¿A la que boicotea, invisibiliza y descalifica -incluso desde sus terminales sociales, sindicales y mediáticas- una ILP (Iniciativa Legislativa Popular) que buscaba blindar la Sanidad Pública, mediante la derogación de la Ley 15/97 y el artículo 90 de la Ley de Sanidad? ¿A la que, durante la “crisis” del Covid, convirtió en delincuentes, apestados y delirantes negacionistas anticientíficos a todo el que cuestiono la gestión liberticida que de la misma hizo pero no exigió ninguna responsabilidad política, ni busco las penales, ante la muerte de decenas de miles de ancianos, abandonados en los geriátricos?
¿Se nos pide el voto para quienes, setenta y dos horas antes de votar, privatizan la gestión de las pensiones? ¿A quienes tildan de filoputinistas a los que protestan contra la guerra y denuncian las agresivas políticas militares de la OTAN? ¿Debemos votar a esa izquierda de gafas moradas que convierte en enemigo a cualquier hombre que cuestione las aberrantes políticas de género desarrolladas por el actual gobierno?
¿A quién debemos votar para frenar la grave crisis climática y ecológica? ¿A Sumar, autoproclamada referencia política verde, que defiende un crecimiento anual del 3% (en su programa electoral está) mientras algunos de sus más conocidos miembros se dedican a desprestigiar y descalificar a los más lúcidos y rigurosos miembros del movimiento “decrecentista” -incluso con libros publicitados por todos los grandes grupos de comunicación de este país- y a quienes denuncia que el metabolismo capitalista, con su crecentismo, industrialismo y turismo de masas adosados, son los responsables de la catástrofe hacia la que nos encaminamos? ¿Luchar contra el Cambio Climático y una “transición energética justa” significa que es necesario apoyar y fomentar el colonialismo expoliador para con los pueblos del Sur Global y las zonas de sacrificio de nuestro país, y el pelotazo financiero que lleva aparejado el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima y la Ley 20/2022, aprobados por el gobierno más progresista de la historia?
¿Tienen los que nos piden el voto alguna propuesta sincera y real para evitar el peor escenario posible?
¿De verdad se puede votar a y a la vez “seguir tejiendo redes y luchando en la calle”, como sostiene la autora del falaz artículo antes mencionado, con los miserables que llaman a aislar y cancelar socialmente, y a boicotear actos y movilizaciones de quienes defienden el territorio, y cuestionan la política energética del actual gobierno, pero, sin embargo, no tiene ningún problema en recibir subvenciones y donaciones de Fundaciones ligadas a empresas del sector del capitalismo verde, o firman, apoyan y difunden manifiestos de empresarios que protestan, solamente, cuando sus ostentosos negocios turísticos y agroindustriales son perjudicados por el despliegue de molinos eólicos o paneles solares? No nos engañemos, hay una izquierda capitalista, pero también un ecologismo, un feminismo y un sindicalismo capitalista que, con los pies metidos en el fango institucional, se presta a destruir a todo el que le critica, opone o no controla.
¿Qué hace más daño -dentro del escenario institucionalista en el que plantean su llamada a votar y no abstenerse- a eso que llaman “políticas de progreso”, ¿la abstención activa o presentar candidaturas en circunscripciones en las que la ley electoral (que no han hecho el más mínimo intento de cambiar) impide la obtención de representación política, a partidos o coaliciones electorales que, en comunidades como la nuestra, Castilla y León, carecen incluso de representación autonómica en las provincias que se presentan, a pesar de que en las elecciones autonómicas tienen más posibilidades de obtenerla, al ser mayor el número de electos? La provincia de León es un buen ejemplo. La impostura intelectual y politica de la izquierda institucional es repugnante.
¿O de lo que se trata es de construir, con la complicidad de los medios de comunicación convencionales, “sensatos” e inofensivos líderes y lideresas que boicoteen y ayuden a silenciar y destruir los movimientos sociales autónomos que intentan movilizar contra las irracionales políticas que, gobierne quien gobierne, llevan a nuestra sociedad al abismo, y presentan propuestas de transformación real y radical de nuestra sociedad?
Y finalmente, ¿está dispuesta la izquierda institucional, a explicar y debatir, ante su base social y electoral, que el llamado Estado de Bienestar, tal como lo conocemos, es absolutamente inviable? ¿Por qué siguen ocultando a su muy progresista y bien pensante electorado que ese supuesto Estado de Bienestar que dicen defender fue consecuencia de un corto periodo de altísima disposición energética, ya acabada, y de las migajas del expolio colonialista que el capitalismo lleva a cabo en los países del Sur Global? ¿O tal vez la socialdemocracia y los populismos de izquierda temen que su cada vez más exiguo electorado de clasemedianos termine en brazos de la tesis simplistas, autoritarias y ecofascistas de las derechas neoliberales, como ha ocurrido con amplios sectores de la depauperada y abandonada clase obrera? ¿Acaso piensan que su “progresista” electorado es vulnerable a las tesis ecofascistas?
La historia de la humanidad nos dice que todas las crisis y colapsos civilizatorios se solucionaron con aumentos de los consumos energéticos. El actual escenario nos aboca, irremediablemente, a una situación de menor disponibilidad energética. A esto es a lo que nos enfrentamos y deberíamos prepararnos para ello. Seguir negando e ignorando la realidad es un crimen contra la humanidad. ¿Cómo vamos a gestionar los problemas, si nos dedicamos a esconderlos y minusvalorarlos? ¿Tienen los que nos piden el voto alguna propuesta sincera y real para evitar el peor escenario posible? Me temo que solo mentiras.
Poco respeto y ninguna confianza tienen en sus propuestas los que piden votar con la nariz tapada a un partido maloliente, o como mal menor. Ya nos avisaba el filósofo y teórico marxista italiano Antonio Gramsci de que «el concepto de mal menor es uno de los más relativos. Enfrentados a un peligro mayor que el que antes era mayor, hay siempre un mal que es todavía menor, aunque sea mayor que el que antes era menor. Todo mal mayor se hace menor en relación con otro que es aún mayor, y así hasta el infinito. No se trata, pues, de otra cosa que de la forma que asume el proceso de adaptación a un movimiento regresivo, cuya evolución está dirigida por una fuerza eficiente, mientras que la fuerza antitética está resuelta a capitular progresivamente, a trechos cortos, y no de golpe, lo que contribuiría, por efecto psicológico condensado, a dar a luz a una fuerza contra corriente activa o, si esta ya existiese, a reforzarla».