[EL PROTECTORADO] De Mañueco y otras desgracias
AL RAISULI | Las elecciones generales del día 23 de julio arrojan el demencial resultado de dejar la llave de la formación del nuevo gobierno en manos de Puigdemont; moderna versión de Papa Luna que en Waterloo sigue en sus trece de considerarse eterno Presidente de la Generalidad. Es lo que hay: o Sánchez traga con una amnistía a conveniencia del fugitivo y un referéndum de autodeterminación de Cataluña o habrá que repetir elecciones.
Feijóo lo tiene más crudo, es metafísicamente imposible sumar en apoyo a su mayoría absoluta los votos parlamentarios de VOX y los del PNV. A nadie extrañaría que Sánchez se pueda plantear las peticiones de Puchi, y que sin dejar de dormir como un lirón las acepte y devuelva el calendario al 1 de octubre de 2017 agudizado. Extrañaría en cambio que Feijóo encuentre otra opción más favorable para él y su partido que no sea la repetición electoral.
En todo caso ahora es la oportunidad de que Feijóo, ante su imposibilidad de lograr una mayoría, ofrezca su televisivo apoyo a Sánchez para que gobierne sin chantajes periféricos e ideológicos. Aunque la quimera de un acuerdo entre el PP y el PSOE, sacudiéndose de sus respectivos extremos y de las minorías independentistas para no dejar el país a la suerte de los caprichos taifas, es entrar en el terreno del delirio en un país que tras cuatro generaciones aún no ha logrado superar el frentismo cainita.
Una prueba de libro de esa polarización persistente es el Bierzo, una mancha roja casi total en un extremo de un mapa regional azul. Y esto no se debe al mérito de los dirigentes actuales del PSOE, a cada cual más mediocre y lesivo, sino a la tradición ideológica heredada en un territorio cruelmente reprimido por decantarse a ser una isla constitucionalista y un foco de resistencia dentro de la llamada Zona Nacional tras el golpe de estado de 1936.
El PSOE actual ha sacado todos los boletos posibles para ser electoralmente repudiado en el Bierzo a perpetuidad: nos ha aislado de facto; ha finiquitado abruptamente la producción termoeléctrica sin alternativas sustitutorias serias; y lo más grave es que está patrocinando un ecocidio renovable salvaje que destrozará irremediablemente nuestro medio natural. Con tal actualidad y antecedentes recientes deberían ser una fuerza electoralmente residual, en cambio no es así porque las urnas maman de la memoria viva de los antecesores y no del provecho de los sucesores.
Pero ya está bien de darle siempre caña a esa impresentable sociedad de socorros mutuos sociata de sectarios, enchufados y teloneros para apuntar al otro lado, al PP, un caso patológico de ineptitud. Nadie como Mañueco, heredero de la lumbrera secante que fue Herrera, puede explicar mejor la incapacidad manifiesta de los peperos para empatizar con el Bierzo en sus demandas y aspiraciones.
Mañueco es como aquellos jefes de centuria del frente de juventudes que estaban persuadidos que habían inventado los campamentos antes que los boys scouts porque tenían el monopolio en el Imperio que hacía guardia sobre los luceros. Lo tuvo claro desde el principio: al Bierzo mandamos de jefe de escuadra al camarada ascendente Suárez Quiñones con un porte que ni pintado para camisa azul y boina carlista; allí se agencia a tres o cuatro flechas, tipo Alfonso, Raúl o Ángel, y monta una acampada estable con barra libre para apagar tentaciones y prender fuegos de campamento a su antojo con la divisa salvadora de Valladolid.
La cosecha está a la vista. No han logrado erosionar mínimamente la implantación socialista en el mapa berciano donde la referida mancha roja es una excepción en una región azul. Se han cuidado de estar siempre al lado de las causas de los fuertes, entendiendo por tales causas avalar con descaro cualquier perrería corporativa como por ejemplo fomentar en una hoya tectónica con muy difícil aireación las chimeneas contaminantes de Cosmos y Forestalia.
Están muy cómodos con nuestro aislamiento porque eso les garantiza tener enjaulado al díscolo de la esquina. Y es que en el fondo son unos vulgares seguidistas del PSOE que, al igual que desde el Gobierno Central no acaban de desdoblar la N-120 a Orense ni quitar el atávico tapón ferroviario del Lazo, desde el Gobierno Regional nada hacen por esponjar al Bierzo prisionero intercomunicando la Costa Asturiana con el Noreste Portugués.
En cambio se les ve muy activos por dar cobertura legal y corresponsabilizarse de esa depredación histórica, tramada por las mentes insensatas de la transición injusta, que es cargarse lisa y llanamente a la mejor naturaleza del Bierzo en una borrachera renovable de difícil remedio posterior. No tiene ni el menor reparo en dar luz verde a la increíble barbaridad de arrasar viñedos emblemáticos y regadíos de primor, cosa que no se haría ni en Afganistán.
Igual ha llegado el momento de aceptar que la cuestión berciana no tiene remedio
Y es que en ambas formaciones, PSOE y PP, ha prendido la convicción de que el futuro del Bierzo, ese apéndice siempre molesto, pasa por hacernos el cuarto de la basura del desarrollo de los demás. Solo hay que ver la satisfacción con que ponen alfombra de terciopelo a reciclar palas eólicas y baterías eléctricas actividades que no resisten una rigurosa auditoría ambiental sin dejar inquietantes dudas razonables.
Hubo un momento que Mañueco nos hizo dudar y mirarlo con el reconocido asombro de estupefactos por su positiva reacción. Fue cuando paralizó la demolición de las chimeneas y torres de refrigeración de Endesa, hasta que le hizo claudicar VOX con un informe más falsario que un duro de madera. No mantuvo el tipo ni una semana ante la hipoteca de la que pende su estabilidad gubernativa, pero esas son las cosas que tiene ser un líder en el que manda un vicepresidente romo y chulesco.
Mañueco conoce el Bierzo por intermediación de sus cuatro adláteres, que es tanto como decir que lo poco que lo conoce esta desvirtuado a tope. Esa gente le cuentan una realidad paralela que es la que les conviene a ellos y no al común, y así les va que no rascan bola en su implantación a pesar de la flojedad del adversario que tienen el maná electoral asegurado por la tradición.
Recientemente Mañueco ha tenido que vérselas directamente con un problema berciano del que dependía tener la alcaldía de Ponferrada. Tuvo que bajar a la arena y ponerse espléndido más por obligación que por ganas. Es el mayor esfuerzo que ha hecho por esta tierra desde su acceso a la presidencia regional pero, al ser una cuestión municipal, a nada se comprometió que beneficiara a los bercianos en general.
Cuando instalar una radioterapia es más complicado que rescatar al Titanic, cuando comunicarnos vertebralmente de norte a sur es más difícil que realizar la carretera transamazónica, cuando preservar nuestro medio ambiente y natural es una suerte de claudicación ante la voracidad privada y estatal, cuando enseñarle los dientes a Endesa por sus promesas incumplidas se torna en un sonrisa floja de aceptación de su roñosa ingratitud, cuando un Consejo Comarcal vacio de competencias se consagra como una balneario de sobrantes con morro y nómina, hay un culpable principal de todo ello que no se puede escaquear y se apellida Fernández Mañueco.
Este es el sino del Bierzo, pinzado entre dos rémoras partidistas a cada cual más castrante. Poco cabe esperar del partido que sustenta al Gobierno Regional varado en los lodos del socio que colabora a cargarse el Patrimonio Industrial, mientras se apura a declarar Bien de Interés Cultural a nueve monumentos del Franquismo. Y también poco cabe esperar del partido que puede volver a formar el Gobierno de la Nación que tendrá demasiados pedigüeños con poder de coacción a los que satisfacer.
Si alguna historieta puede escenificar la realidad del Bierzo es la del Patito Feo, continuamente negado y puteado mientras sus “hermanitos” disfrutan y retozan lozanos a lado de la mamá generosa y protectora. Lo malo es que tampoco tenemos muchas posibilidades de transformarnos en un cisne porque de esta vamos a salir trasquilados, rotos, solos, fanés, descangayados y sin plumón.
Igual ha llegado el momento de aceptar que la cuestión berciana no tiene remedio en el Consejo Comarcal, ni en la Diputación Provincial, ni en el Gobierno Regional. Y tampoco en las Cortes Españolas, el Gobierno de la nación, el Tribunal Constitucional o la Jefatura del Estado. Entonces solo queda tirar la toalla y aceptar que nos sodomicen a perpetuidad o como los emigrantes buscar la solución fuera. Pero esta película es con otro guión que habrá que encajar.