[LA OVEJA NEGRA] Después de contar los votos la noria electorera no se detiene
GERMÁN VALCÁRCEL | Si algo ha dejado claro el circo electoral es que vivimos en una sociedad donde los programas electorales se transmiten mediante consignas y memes, que han convertido la política en un producto de entretenimiento, como tal lo consumimos. Un pasatiempo en el que la gente navega en un océano de mentiras, a través de unos medios de comunicación que solo comunican unidireccionalmente y unas redes sociales y pantallas -nuestros smartphone, tablet y TV- que nos impide no solo intercambiar ideas, sino mirarnos a los ojos. No debería extrañamos la infantilización y polarización de la sociedad.
Si pensábamos que, tras ir a votar, el circo iba a descansar, nada más lejos de la realidad. El recuento definitivo de los resultados electorales nos confirma que, sin ningún género de dudas, la función circense continúa. Lo cual me lleva a hacerme una pregunta: ¿Qué piensan los que dicen haber votado con asco al mal menor, para no vivir con miedo, a la izquierda institucionalista realmente existente que, repleta de codiciosos triunfadores, puebla ministerios, parlamentos regionales, diputaciones, consejos comarcales, ayuntamientos y demás casinos? ¿Van a seguir votando con repugnancia y tragando sapos, como si fueran purgantes, hasta lograr el vómito? ¿Quiénes son más peligrosos, los nacionalistas legionarios de VOX o los ultra neoliberales y nacionalistas excluyentes de Junts? ¿Seguirán poniendo nuestro destino en manos de moiseses que, tras cuarenta y cinco años de democracia parlamentaria borbónica, heredera directa de un estado autoritario y genocida, jamás nos acercan a la tierra prometida? ¿Seguirán olvidando que, como sostenía Hannah Arendt, elegir el mal menor sigue siendo elegir el mal? Intuyo que prefieren ignorar que aceptar un mal menor es el camino a la autodestrucción. pero significa que podemos mantener nuestro privilegiado modo de vida. Ya sabemos que gestionar la miseria y el desastre, y organizar el despojo y la explotación que enriquece a quienes realmente mandan, siempre se le dio muy bien a reformistas y socialdemócratas. Llevan más de un siglo haciéndolo. Nada nuevo bajo el sol.
Justificaciones podemos darnos muchas, desde el sufrimiento de muchos de nuestros convecinos, hasta la previsible pérdida de derechos individuales. ¿Pero qué hacemos con el sufrimiento que las políticas colonialistas, que se esconden tras la mayoría de las propuestas de la izquierda institucional, causan en otras partes del planeta -en el Sur global o en territorios como el Bierzo- para seguir manteniendo la privilegiada y consumista forma de vida de las, cada vez más escasas, clases medias occidentales? ¿Es perder un derecho lo que la neofascista presidenta italiana, Giorgia Meloni, acaba de hacer: prohibir los vientres de alquiler? ¿O simplemente ha terminado con los privilegios de algunas personas? Me temo que, si de verdad buscamos soluciones, estamos en una encrucijada histórica ante la cual las respuestas simples a problemas complejos no caben en un meme, un tuit o un eslogan. Es más, el futuro de la especie humana no cabe en los estrechos márgenes de las reduccionistas, jibarizadas y sectarias ideologías al uso.
Son muchos los científicos que nos avisan del funesto destino que aguarda a la especie humana si no acometemos profundas y rápidas transformaciones en el metabolismo socioeconómico en el que vivimos, que nos está llevando a chocar con los límites biofísicos del planeta de manera imparable e irreversible. ¿Han escuchado a algunos de los partidos que se mueven en la pista del circo electoral hablar de estas cosas? Al contrario, los que lo hacen, de pasada, siguen incidiendo en una dinámica expansiva y depredadora: el irracional y falto de planificación despliegue de renovables es un buen ejemplo. El abismo existente entre el diagnóstico -aceptan el gravísimo problema climático- y la reacción ante el desastre en ciernes -la Green New Deal- solo termina provocando abatimiento y dando instrumentos a esa derecha neoliberal a la que dicen combatir. Hace décadas que deberíamos haber reaccionado. Sin embargo, seguimos contemplando y documentando la destrucción que causamos sin hacer absolutamente nada por frenarla.
Querer salvar el metabolismo actual significa seguir perpetuando las injusticias, el expolio, la explotación y la destrucción medioambiental
De la derecha grande, libre y autoritario pilar del corrupto sistema nacido de la genocida dictadura franquista no creo que nadie espere nada más que destrucción y expolio. Su objetivo último, social y económico, lleva a que una parte de ella, la mayoría, niegue que la intervención humana tenga algo que ver en la desbocada y tétrica catástrofe ecológica hacia la que caminamos, les da lo mismo lo que digan los científicos: climatólogos, físicos, meteorólogos, paleo climatólogos, oceanógrafos, biólogos, antropólogos, etc. Para ellos, todo aquel y aquello que cuestione el capitalismo y su organización socioeconómica es cosa de “comunistas que nos quieren empobrecer”. Si rascamos un poco en algunos argumentos que dan, muchos progres clasemedianos piensan de forma similar, aunque no lo verbalicen de manera tan clara, son más políticamente correctos e hipócritas. La tecnología solucionará todos los problemas, nos dicen. Se acabó la discusión. No hay debate posible con estas estúpidas, obtusas, pancistas y sectarias gentes.
Por eso, resulta deprimente escuchar a algunos miembros de la izquierda institucionalista, autonombrados ecologistas o eco socialistas, con los que se puede estar de acuerdo en una parte del análisis, pero no con las «soluciones». La apuesta de la izquierda electorera por la Green New Deal no es otra cosa que seguir apostando por el capitalismo, mediante políticas neoliberales pintadas de verde. Querer salvar el metabolismo actual significa seguir perpetuando las injusticias, el expolio, la explotación y la destrucción medioambiental. Lo cual ayuda a entender la esquizofrenia en la que viven, al pretender seguir ocultando, manipulando, y tratando de dulcificar la gravedad de los apabullantes datos científicos. Justificando, con ello, la ausencia de una acción política radical y la falta de una política informativa veraz que ayude a revertir al inexistente conciencia social que sobre el problema hay.
Mientras no acepten estos espadachines del capital, como los llamaba Marx, de manera clara y contundente que el capitalismo y el crecimiento perpetuo son los responsables de la destrucción del planeta, resulta inútil cualquier acercamiento a esa izquierda institucionalista que, de momento, lo único que pretende y hace con fruición es desactivar el potencial transformador de los que, a través de la auto organización, la autonomía, la resistencia y la lucha social en las calles, pretenden cambiar las cosas. Para servidor, el único lugar desde el que la historia nos enseña que se han conseguido cambiar cosas.
Nos enfrentamos, una vez más, a “la realidad”, la clase y la época, tratando de devastar toda posibilidad de creación humana. Reconozco que no soy nada optimista, pero siguiendo las enseñanzas de Simone Weil: “Hace tiempo he decidido que, puesto que una posición “por encima del bien y del mal” es imposible, elegiré siempre, incluso en el caso de derrota segura, participar en la derrota de los oprimidos y no en la victoria de los opresores”.