[LA OVEJA NEGRA] Gracias, Antonio Turiel
GERMÁN VALCÁRCEL | Las enormes diferencias políticas que anidan en el movimiento ecologista han salido a la luz. Y lo han hecho por donde menos se podía esperar. Las constantes provocaciones, descalificaciones que, desde algunos sectores de la socialdemocracia verde (fundamentalmente desde la secta errejonista) sufre el sector “decrecentista-colapsista”, desde que salió de las catacumbas de la marginalidad, ha sido respondido con un sorprendente puñetazo encima de la mesa, por parte del conocido divulgador científico, sobre temas relacionados con la energía y el clima, Antonio Turiel.
Y me ha sorprendido porque Turiel es, posiblemente, una de las personas más alejadas del debate político que hay dentro del movimiento ecologista. Bien es cierto que, desde hace tiempo, señala como auténtico responsable de la crisis energética y ecosocial al capitalismo. Pero no lo hace desde las estrechas posiciones ideológico-electoreras de los que se dedican al circo electoral e institucional, y que pretenden utilizar los movimientos sociales como banderines de enganche para lograr un puñado de votos, aunque sea a costa de destruir esos movimientos sociales, con tal de ser hegemónicos dentro de ellos o de tenerlos tutelados.
Los que vivimos en entornos geográficos periféricos, reducidos y aislados, con poblaciones pequeñas y una fuerte cultura clientelar, conocemos bien y sufrimos, desde hace tiempo, esos altaneros afanes hegemónicos de ese sector del ecologismo –con sus cobardes tontos útiles incluidos- y, lo peor, su falta absoluta de escrúpulos y de decencia política e intelectual a la hora de plantear cualquier debate, además de sus miserables métodos de cancelación social, contra todo lo que se muestra crítico o disidente con sus posiciones. A Turiel le ha ocurrido lo que a tantos otros: harto y cansado de tanta manipulación, ninguneo y vituperio ha respondido de forma rotunda y áspera. Tal vez, su pecado ha sido, también, no solicitar el voto -simplemente no se ha posicionado públicamente- para los que, en sus distintas versiones, llevan décadas manipulando, traicionando y engañando a las clases populares de este pais.
La llamada Transición Energética, planteada por el actual gobierno, es la espoleta que ha hecho implosionar y sacar a la luz, todas las contradicciones y miserias que anidan en el movimiento ecologista español. Incluso amenaza con llevarse por delante la credibilidad de las grandes organizaciones ecologistas de este país. Pero, también, está poniendo sobre el tapete político la hipocresía de la socialdemocracia -de la izquierda institucional en general- que, mientras nos habla de estado de bienestar y de derechos humanos, en esta parte del mundo, no duda en justificar la explotación y el expolio de los países y gentes del Sur global y de partes de nuestra geografía y de nuestra población, donde se encuentran los recursos necesarios para desarrollarla, manteniendo un criterio estrecho, sórdidamente colonialista, parcelario, parcializado y parcial a la hora de fundamentar los derechos de las personas y de otras especies a un medioambiente sano.
No es la primera vez que señalo a la izquierda europea como colonialista. No tengo ninguna duda que lo es tanto como la derecha. Y es que, quiérase o no, al final de ese callejón sin salida, a donde nos lleva la Green New Deal, no hay otra cosa que el intento de supervivencia del metabolismo capitalista. Por eso, desgraciadamente, al final de la socialdemocracia y sus constantes renuncias, está siempre el fascismo. Es falaz que la socialdemocracia blanca y eurocéntrica aspire, a la equidad y a la justicia social; en el fondo, busca perpetuar la dominación y el expolio para mantener los privilegios de su electorado clasemediano. La función sociopolítica de la izquierda, en los países occidentales y occidentalizados, es enseñar y convencer, a su cada vez más estrecha base social, de que es pueril oponerse al sistema económico, social y político en el que vivimos; por eso justifica el colonialismo, en aras de un supuesto “bien superior”, necesario para hacer esa mal llamada transición energética hacia una “economía verde” que permita mantener nuestro privilegiado y consumista modo de vida. ¿En qué creen que sustentan su cínico e hipócrita “votad, aunque sea, con la nariz tapada, o al mal menor?
Esas supuestas medidas verdes y sostenible no son otra cosa que el disfraz para seguir disponiendo del planeta entero como almacén de fuerzas productivas
El huevo de la serpiente va inserto en las heterogéneas medidas “verdes y sostenibles” que proponen los sectores reformistas del ecologismo y no son más que un catálogo de buenas intenciones y, de “civilizar” y ser piadosamente clementes con las víctimas de una forma de organización social irracional, basada en el expolio de la naturaleza y la explotación de todas las especies que habitan en el planeta. Esas supuestas medidas verdes y sostenibles, no son otra cosa que el disfraz para seguir disponiendo del planeta entero como almacén de fuerzas productivas, en su afán por refundar y salvar el capitalismo, y, así, poder seguir exprimiendo, al máximo, el menguante flujo de plusvalor que sostiene la carrera hacia el abismo de la acumulación de capital. Se trata de hacer negocio de la destrucción. Esta barbarie sociopolítica es la que algunos defienden. No va tan descaminado Turiel, cuando tilda de ecofascistas las tesis de Emilio Santiago Muiño. Ya sostenía Aimé Césaire en su Discurso sobre el colonialismo que: “el colonialismo deshumaniza al más civilizado de los hombres”
¿Alguien cree que por negar, tapar, disfrazar o edulcorar la situación, con una retórica piadosa que hace abstracción del dinero, la propiedad privada, la explotación asalariada, la externalización de los daños medioambientales, la acumulación capitalista y el plusvalor, para proponer unos cuantos paños calientes sin ninguna conexión con el problema real vamos a encontrar la solución a los graves problemas y, a la difícil y complicada situación a los que nos enfrentamos? ¿De verdad es exagerado hablar de colapso civilizatorio? Pregunten, no ya en Haití, sino en Irak, Líbano, Libia, Siria, Afganistán, Bangladés, Palestina, en casi todo el continente africano, en amplias zonas de América Latina, o en ciertas barriadas de las grandes metrópolis de Europa y Estados Unidos.
¿Todavía se puede sostener -a no ser con intención de engañar- que en el actual panorama sociopolítico, existen herramientas, en el Estado-nación, para desarrollar políticas que ni siquiera rocen los intereses del gran capital? ¿De verdad, la pandilla que, en los últimos años, ha desembarcado en la política institucional, pretenden convencernos, que votándoles a ellos vamos a conseguir dotar, al corrupto régimen nacido de la dictadura franquista, de un contenido mínimamente ecosocialista?.
No ha sido necesario esperar mucho, para que podamos comprender por qué, ONG afines, a estos sectores políticos, tanto en el Bierzo, como en el resto de la provincia, han preferido reventar cualquier movilización social en defensa del territorio y tratar de anular cualquier reducto de resistencia, antes de que transcienda de los lindes geográficos y que invada los espacios del capital. Por eso prefieren apoyar las interesadas reivindicaciones de empresarios locales del sector agroindustrial y turístico que intentar luchar por los aspectos neurálgicos de la lucha anticapitalista, restringiendo, de ese modo, los objetivos, estrategias y los intentos de mantener alguna mínima forma de control sobre los recursos y la integridad de nuestro territorio.
No sigamos engañándonos, ni dejémonos engañar por trepas políticos sin escrúpulos ya que, como sostenía Pierre Rabhi, uno de los precursores del agro ecologismo: “Nuestro gran reto hoy es tomar consciencia de nuestra inconsciencia”.