[TRIBUNA] La Diosa del Cúa
BOUZA POL | Si hubiese sacado al mercado una novela «vulgar y corriente», entonces ya estaría crucificado, arremeterían contra mi los «críticos fijos» y los de «ocasión», que mucho disfrutarían: pero no les concedí tal lujazo.
Afortunadamente para un servidor, y desgraciadamente para ellos, La Diosa del Cúa es la mejor novela de ficción-creación escrita en España en lo que va de siglo, y la más grande obra de autor leonés desde la publicación de El Señor de Bembibre, del gran escritor, también villafranquino, don Enrique Gil y Carrasco. No exagero, soy humilde.
He pensado en mi dulce Diosa del Cúa durante muchos años, pero la he escrito en poco más de siete meses, al natural, casi a vuelapluma, sin revisiones, a merced de la inspiración. Son veinte capítulos, trecientas ochenta y ocho páginas, con una docena de personajes que se mueven por Cacabelos, Villafranca, Ponferrada, Corullón, Toral, Astorga, León, Medina de Rioseco, Valladolid, Benidorm, Madrid…, y algunos otros lugares maravillosos. Los protagonistas son Greta Prado Arroyo y Carlos Boeza Horta. Greta es de Cacabelos, enóloga, trabaja en Bodega Imperial, en Valladolid. Carlos es escritor, de Villafranca, hijo de labradores, con una amplia experiencia profesional en Madrid como economista, contable, financiero, ecologista sin carnet que se enfrenta, a pecho descubierto, contra las incineraciones en la cementera Cosmos y la agresividad ignorante y anónima de los que las defienden en las redes sociales.
La historia empieza a mediados de los años sesenta, en Ponferrada y Cacabelos. Se interrumpe en mil novecientos setenta y uno, y se retoma y escribe treinta y siete años después. La Virgen de la Encina y el Cristo de la Esperanza tienen un protagonismo especial, el escritor ha querido humanizarlos y, al mismo tiempo, deificar a Greta (Margarita), y a Carlos.
La Diosa del Cúa es novela romántica del siglo veintiuno, maravillosa historia contada magistralmente, con un idioma adecuado a cada momento, a cada situación, a cada personaje, con claros contrastes narrativos que nunca son llanos ni de relleno. Hay ironía, humor, originalidad y fantasía increíbles, pero muy ciertas, muy verdaderas. También algunas delicadas escenas de amor narradas con exquisita elegancia y sabiduría.
Greta, la Diosa del Cúa, y Carlos, el Dios del Burbia, están casados con Juan y con Vera, respectivamente, desde hace cuarenta años o así. Son felices, viven bien, pero el destino juega su papel y más aún el pasado, los años juveniles de estudiantes en Ponferrada.
La historia es preciosa, muy original, interesantísima. Y siendo así -habiendo historia-, sólo faltaba contarla bien para que el éxito fuera clamoroso, y lo es, pues he dedicado toda mi sensibilidad, mi experiencia, volcándome en la narración, en la poesía, en la economía de palabras.
Conozco muy bien todas las obras de los buenos escritores leoneses y, sin desmerecerlos, afirmo que ninguno ha tenido talento suficiente para hacer sombra a mi dulce Diosa del Cúa.
Mi genial novela está «tramada» y «narrada» pensando en las mujeres de más de cuarenta años. Ellas son las más inteligentes, las más sensibles, las que más saben, las que más leen; y yo, que las conozco, nunca soportaría defraudarlas.
Mis protagonistas, Greta y Carlos, están en lo mejor de la vida, en plena forma, como nunca… rondando los sesenta años.
Sirva, pues, este texto, escrito a vuelapluma, para que se enteren todos los que tienen algo que ver con la creación literaria: la mejor obra de autor leonés ya está escrita y publicada (en dos ediciones), es «La Diosa del Cúa», la gran metanovela romántica, de pensamiento, de escritores, que va contando su propia creación.
Mi dulce y tolerante amada me lo consiente todo. Se llama Inspiración, y sabe muy bien cuanto gozo y disfruto con todas las figuras retóricas de mi lujurioso jardín literario, especialmente con la más sensual, ingeniosa, delicada, inteligente, apasionada, cariñosa y entregada, la ironía. La ironía, sí, que es la sonrisa de la sensibilidad y de la inteligencia emocional.
Todos tenemos, con demasiada frecuencia, la triste sensación de no haber vivido con tanta intensidad como hemos querido, que la vida se nos escapaba sin poder detenerla ni siquiera un instante, que no fuimos capaces de decirle: oye, preciosa, tía buena, escúchame…, espera un poco… que tenemos que hablar de muchas cosas…, que apenas nos hemos visto y ya quieres irte…, no nos dejes así ahora que sentimos lo mucho que nos importas…
Así, cuando la tristeza viene a visitarme, me escondo en La Diosa del Cúa, y vuelvo a ser feliz.
Moriré pronto (siempre es pronto), pero mi dulce Diosa ha de ser eterna.
No pediré perdón por haber creado la obra cumbre de la literatura leonesa, la mejor novela del Bierzo.
El que esté libre de culpas…
Con toda Burbialidad.