[LA OVEJA NEGRA] La derecha ya ejerce en Ponferrada
GERMÁN VALCÁRCEL | Reconozco que hace bastante tiempo dejo de interesarme la política local y comarcal, ese submundo de demagogias y engaños, repleto de mediocres, oportunistas, corruptos y codiciosos individuos sin escrúpulos que conciben la política como instrumento para satisfacer su ambición de poder y patrimonio. Pero lo que realmente terminó de convencerme de la pérdida de tiempo que supone escribir sobre la actividad política local fue comprobar la actitud de una ciudadanía dispuesta a tragar con lo que le echen, no ya sin rechistar sino haciendo genuflexiones, como buenos y serviles súbditos. En esta comarca, a nadie parece interesarle la mirada analítica y critica, es una sociedad donde el gregarismo y sentirse parte del rebaño es la forma de cohesión social.
En cualquier sociedad sana y democrática indignaría el corazón, ofendería la inteligencia y sería motivo de escándalo la instrumentalización que de las administraciones públicas se hace en esta esquina de la geografía ibérica. En el Bierzo esa forma de proceder está asumida, más que asumida, integrada, ya que el intercambio de favores y prebendas por anuencia y sometimiento se da por sabido y sorprende y choca, como rareza, cuando alguien cuestiona las directrices que descienden por la cadena jerárquica.
Aunque los estoicos sostenían que solo vive bien quien bien se oculta, a veces es necesario levantar la voz, más que nada para que el silencio no pueda ser interpretado como asentimiento o complicidad, sobre todo después de ver cómo se comporta y las medidas que va tomando, tras solo dos meses desde la toma de posesión, el actual equipo de gobierno municipal ponferradino, compuesto por la derecha santurrona, jesuítica y trilera que conforma el grupo municipal del PP, los zafios, reaccionarios e indigentes intelectuales de Vox –esos que están en contra de las “paguitas” pero cobran por no hacer nada– y ese contenedor donde se agrupa el cutre y casposo bercianismo de baratillo, está mostrando, sin complejos, su sectarismo y su cortedad de miras. La derechona eterna de esta ciudad ha comenzado a hacer lo único que sabe: cosificar, destruir el medio ambiente, degradar al ser humano y apoderarse de lo que es de todos. Nada nuevo, la derecha local siempre ha hecho del expolio, explotación del medio ambiente y las personas su forma de acumulación.
Todas las medidas tomadas, con un autobombo inaguantable, se han limitado a hacer gestos para satisfacer las filias y fobias de sus hooligans, tratando con ello de disimular los puntos nodales de sus políticas: apropiarse de los bienes comunes para negocios y usos privados. Ahí tienen la utilización del Castillo, o volver a retomar viejos y descabellados proyectos: El Morredero, ahora disfrazado de estación de montaña y observatorio de estrellas que, desde hace más de tres décadas, lleva intentando sacar adelante un conocido grupo de la ciudad, encabezados por el actual concejal, Carlos Cortina, el mismo que ya lo intentó cuando Carlos López Riesco era alcalde. Entonces, el capricho costó a las arcas municipales más de cuarenta mil euros. Pero para esta gente los caprichos privados son virtudes públicas que debemos pagar todos. En la aventura le acompañan totalitarios sin escrúpulos que afirman que el cambio climático es cosa de progres, rojos y verdes, defienden el uso de las armas propias como método de autodefensa personal y hacen bandera de su odio a todo lo que huela a izquierda, ecologismo o feminismo. Por esta tierra, parece que los fascistas no llevan camisas pardas o azules, se visten de esquiadores. Son la derechona de siempre, la que fija objetivos y da hedor, la representación de ese Bierzo de pelayos, nazarenos encapuchados, templarios y beneficiarios. La que hace dos siglos gritaba ¡¡viva la caenas!! y ahora rebuzna ¡¡que te vote Chapote!! Es la derecha que cuando prevarica lo hace por Dios, cuando corrompe por el Bierzo y cuando roba por la familia.
En el Bierzo la izquierda solo sirve para cantos y lamentos de fiestas, asambleas y bodegas
Reconozcamos que si algo caracteriza a la insaciable y extractivista derecha local, repleta de gentes exaltadoras de la jerarquía y la obediencia, es que jamás defrauda, una y otra vez convierte sus obsesiones y sus ansias de acumulación en acción política y para ello no duda en convertir todo el municipio en un gigantesco zoco donde los “suyos” puedan hacer sus negocietes sin problemas, para que a fin de año los bercianistas les puedan premiar con algún botillo por su «emprendimiento». Sí, esos bercianistas que envueltos en la bandera de la Ponferradina se han convertido en destructores del medio rural, tratándolo de transformar en un parque temático para turistas. Pero de estos salva patrias hablaremos más tranquilamente en otra ocasión. Tiempo habrá.
No crean que lo que están llevando a cabo los actuales ocupantes del poder municipal es algo improvisado, los cuatro años de oposición del actual alcalde ya daban pistas de cuáles iban a ser sus objetivos y formas, no en vano, durante su paso por la oposición, se agenció un asesor político (un observador parcial de hayekianas maneras, disfrazado de salvador de aristócratas en peligro de caer bajo la guillotina revolucionaria) su particular Miguel Ángel Rodríguez que marcó, y marca, las estrategias de oposición a ese narcisista sediento de publicidad personal y sectario e inepto político que responde al nombre de Olegario Ramón. Eso sí, llama la atención la generosidad con la que el PP local remunera los asesoramientos que, pagados con fondos públicos, le ofrecen sus compañeros de militancia, mientras no dudan en afirmar que los impuestos son una forma de esclavitud y la justicia social genera vagos y produce déficit.
La derecha local, cuando está en la oposición, no le hace ascos a recurrir a los más rastreros medios para recuperar el poder, están convencidos de que el caserón municipal es su cortijo. Por eso, poco les importa banalizar conceptos, recurrir a la mentira y la falacia, emponzoñar la vida pública, si con ello logran cavar su pica en la institución municipal, mientras son jaleados por su desquiciada jauría de hooligans en las redes sociales y coreados por los sicarios de la prensa afín. La derecha local, ya sea disfrazada de aguilucho o de gaviota, no puede ocultar su naturaleza de ave carroñera.
Vivimos en una tierra donde la derecha campa a sus anchas porque la izquierda no existe –la mayoría de la representación institucional de la izquierda es otra derecha disfrazada– y lo poco que queda de ella está apolillado. Por eso no podemos tener ninguna esperanza, ya que pertrechada de su catecismo, no hay quien la baje del burro de creerse con la razón moral, la verdad histórica y todos los determinismos y teleologías que en el mundo del pensamiento progresista han sido. A pesar de que, desde hace decenios, no se come un rosco, sigue convencida de poseer la buena ética, la mejor estética y, en definitiva, el camino, la verdad y la vida. Por eso su ideario no sufre con los reveses de la realidad, ni su praxis se altera con las refutaciones de los hechos. En el Bierzo la izquierda solo sirve para cantos y lamentos de fiestas, asambleas y bodegas. En el fondo no es más que otra forma de ser un conservador social.