[LOS GATOS DEL CALLEJÓN] Amnistía… ¿para qué?
OTRA GATA | Otra vez, “el tema catalán”. Otra vez España entera debe mirar a Cataluña y escuchar la letanía nacionalista de los lideres de Esquerra Republicana, (ERC) y Junts; un partido reciente en el que se esconde la antigua Convèrgencia i Unió (CIU), que acorralada por los casos de corrupción, huyó prendiendo fuego a la antorcha independentista al grito de “España nos roba” y los cantos fariseos de construir una arcadia feliz para todos: una Cataluña libre e igualitaria. Y con ese deje de superioridad tan british: «Es que los catalanes, ya se sabe, somos otra cosa».
Nos exaspera que el líder de Junts, Sr. Puigdemont, prófugo de la justicia, coloque sus exiguos cuatrocientos mil votos y siete diputados en el Congreso y con esa representación pretende ser un interlocutor del Estado Español para negociar la autodeterminación de Cataluña. Y todavía más, que esa pretensión oportunista pueda condicionar la formación del gobierno de la nación.
Hastiados e irritados; un estado de ánimo que no favorece en nada la necesidad de hacer frente colectivamente a los planteamientos nacionalistas; los catalanes, dichos en voz muy alta, y los ahora más templados del nacionalismo vasco pero cuyos truenos todavía están resonando entre las paredes de nuestra convivencia.
Lamentablemente para las que no somos nacionalistas, esos movimientos y creencias existen; sentidamente para algunos, que podríamos calificar de idealistas o ilusos que viven en el ardor de sus convicciones; de forma bastarda para otros que utilizan esos sentimientos para gestionar sus propios intereses y que pueden llegar a cargarse un país entero. El Brexit inglés, liderado por el partido conservador o el asalto al Congreso norteamericano de los seguidores de Trump, son buenos ejemplos de cómo las soflamas más cautivadoras pueden esconder importantes mentiras y distorsiones de la realidad
Pero, más allá de lo que nos pueda parecer razonable o absurdo, rancio, oportunista, malvado, destructor idealista, iluso, demagógico, populista…, estos planteamientos existen y debemos afrontarlos como parte de la realidad de España. La propia Constitución Española los ampara y permite su ejercicio político; la prueba está en esos diputados nacionalistas sentados en el congreso, cuando el líder de su partido está huido en Bruselas.
Así que, el Gobierno de España, o mejor dicho, los distintos y sucesivos gobiernos de España no pueden, cómo podemos nosotras, irritarse o mirar para otro lado. No pueden sentarse a esperar “a que baje el soufflé”, como gustaban decir los altos cargos del PP, tienen la responsabilidad histórica de gestionar esa situación, conflicto, disonancia, etc…, con la misma tenacidad que perseveran los nacionalistas y deseablemente, con mucha mayor inteligencia. No echar gasolina a las soflamas, competir por el relato y desarrollar un conjunto de actuaciones que erosionen la base social del independentismo. Durante los primeros gobiernos socialistas el porcentaje de voto, para las Generales, de ERC estaba por debajo del 5% en Cataluña. En el año 2019 se elevó hasta rozar el 25% y ahora, según la encuesta de El Independiente, el porcentaje ha disminuido hasta el 13%. Y sabemos todos, nacionalistas incluidos, que estos movimientos necesitan de una base social muy amplia para estar vivos y ser operativos. Así que, en nuestra opinión, las actuaciones del gobierno deben tener la finalidad principal de disminuir todo lo posible la base social de estos partidos, utilizando para ello acciones que respondan a una lógica institucional en el marco de un relato consistente. Y esperar que esas acciones den sus frutos, porque los cambios en la percepción social en los temas identitarios necesitan tiempo.
Nos atrevemos a realizar este planteamiento, no sólo porque las soluciones al estilo VOX: «aplicamos el 155 de la Constitución», nos parezcan equivocadas y peligrosas, sino porque experiencias como la concesión del indulto a cierto líderes políticos por su participación en los sucesos de octubre del 2017, han puesto de manifiesto que la sociedad catalana ha entendido y aceptado el fondo del mensaje: lo de menos son las personas indultadas; lo importante es que el Estado Español ni quiere ni necesita que la sangre llegue al río y ello no cuestiona su fortaleza sino que la realza.
Y con este preámbulo largo, pero necesario podemos hablar ahora de la “amnistía” y dar respuesta a algunas de las preguntas que retóricamente planteábamos en la cabecera del artículo.
¿Por qué ahora?. Tendemos a pensar que los grandes “temas de Estado”, y este puede incluirse en la lista, requieren del acuerdo importante de las fuerzas políticas y sociales. Hemos escuchado la necesidad de acuerdos de este tipo en relación con la educación, el modelo territorial, la financiación, la energía…. Recientemente incluso, el sr Feijóo ofrecía al PSOE un pacto de estado para resolver seis grandes temas en dos años. Propuesta, como poco, ilusa y seguramente mendaz porque saben perfectamente que eso es imposible. La épica de la retórica de los grandes acuerdos esconde, como en el Brexit, grandes mentiras: esos acuerdos rarísimamente se producen, entre otras razones porque las posiciones de los agentes son múltiples y a menudo contradictorias. Además, la democracia tiene su sistema de resolución de los temas por la regla de las mayorías, que pueden ser simples o cualificadas, según el tema en cuestión.
Las oportunidades aparecen en momentos de cambio, transiciones que obligan a los actores políticos y sociales a moverse de sus planteamientos de confort. La realidad obliga a resolver asuntos que en un mar de calma se mantendrían sin abordar indefinidamente. ¿Cuántas veces hemos oído decir que era necesario abordar la reforma fiscal o la financiación autonómica, o la reforma de la propia Constitución?
El alcance de la amnistía, es decir quién puede beneficiarse de la misma, las condiciones que se deban exigir a los beneficiarios, las precauciones que una futura ley deba contener para garantizar las actitudes y actuaciones dolosas y la propia tramitación de la norma, son temas de naturaleza jurídica y política de gran complejidad. Y en el foro público se escuchan voces en muchas direcciones; casi siempre las más feroces y contundentes son negativas. Aventuran grandes males como la rotura de la nave constitucional o incumplimientos de los indepes que son una cuadrilla de facinerosos. Las más fundamentadas no niegan la posibilidad de que se pueda poner en pie una ley para amnistiar los presuntos delitos cometidos en la preparación y desarrollo de la declaración unilateral de independencia, y piden que se articule con claridad y fundamento la necesidad y oportunidad de la medida.
Nosotras aquí hemos expresado nuestro “para qué” y ponemos nuestra confianza en el gobierno para que realice su trabajo con discreción y eficacia. Puede que finalmente las exigencias independentistas hagan imposible la amnistía, pero creemos firmemente que el gobierno tiene la obligación y responsabilidad de intentarlo por todos los medios. Finalmente y como “gatas de izquierda” lamentamos que las declaraciones de los Sres. Gonzalez, Guerra y Cebrián sean tan agresivas y descalificadoras. Nosotras, sintiéndolo mucho, hace tiempo que les hemos descalificado a ellos.