[LA OVEJA NEGRA] El ecopopulismo ‘grennewdeeler’ pone su semilla en el Bierzo
GERMÁN VALCÁRCEL | La Fundación Prada a Tope, con su populista titular al frente, secundada por cuarenta y dos heterogéneas organizaciones, la mayoría de ellos empresariales (algunos incluso negacionistas del cambio climático, ¿qué otra cosa significa exigir la retirada de medidas como la Zona de Bajas Emisiones?) del sector turístico (la más contaminante, depredadora e insostenible industria actual) y del agroindustrial (últimamente los mayores acaparadores de territorio fértil en la comarca) han convocado a las bercianas y bercianos, el próximo día 22 de octubre, a “una gran manifestación contra el impacto de los macro parques fotovoltaicos y eólicos en el paisaje del Bierzo”. No es la primera vez, ni seguramente será la última que en la Comarca Circular se organizan este tipo de aquelarres donde los lobos pastorean y dirigen al rebaño.
No nos engañemos, esta convocatoria es la respuesta a un conflicto de intereses entre dos sectores del capitalismo. En este llamamiento el único que no finge es el promotor: hasta que la catástrofe ambiental, adherida al despliegue de renovables, no ha afectado, directamente, a su negocio, ha guardado un sonoro silencio. Una vez más, la defensa de intereses personales se envuelve en la defensa del Bierzo.
Nunca fue fácil disentir, en esta comarca, del pensamiento considerado “políticamente correcto”, remover el status quo vigente está muy mal visto. En la cotidianeidad de pesadilla en la que vivimos, nunca deberíamos entregar la dignidad de nuestras luchas, a gentes que no creen en lo colectivo, a caciques políticos, sociales y empresariales que solo buscan perpetuar sus beneficios, privilegios y posición social. La convocatoria es un reflejo de la ideología dominante, la misma que sustenta el despliegue de esos parques eólicos y fotovoltaicos que dice combatir, y un reflejo único e irrecusable del orden natural de las cosas, en esta tierra.
El llamamiento a la movilización pretende convertirnos en cómplices masoquistas y genuflexos de nuestra propia destrucción. No olvidemos que los empresarios del turismo, enoturismo y del sector agroindustrial, al necesitar la naturaleza para seguir generando plus valor, funcionan como un caníbal que devora sus propios órganos vitales. Sea cual fuere la formulación con la que empecemos, la conclusión a la que llegamos es siempre la misma: las sociedades organizadas de manera capitalista portan en su ADN la contradicción ecológica. Lo detectó, a pesar de las fundadas acusaciones de adorador del mito del progreso que desde los economistas ecológicos le hacen, Marx: “Todo progreso de la agricultura capitalista no es solo un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino también en el arte de esquilmar la tierra”.
La convocatoria no es casual y está contaminada adrede, de manera programada, para controlar la única herramienta que tenemos en la búsqueda de un futuro algo más ético y justo: la lucha y la resistencia. Esta convocatoria forma parte de la estrategia de desactivación social de cualquier disidencia que se formule fuera del status quo establecido; se realiza mediante mensajes contradictorios, basura propagandística (pero una magnífica y muy inteligente campaña de marketing por parte de la Fundación Prada a Tope para su negocio). Sin embargo, resultan llamativos la amplia gama de eufemismos y circunloquios que esgrimen algunos de los más señeros activistas del movimiento ecologista para justificar, cual si de un gran elefante en la habitación se tratara, su postración ante los más representativos estamentos del modelo económico actualmente vigente en la comarca.
La convocatoria del día 22 es un ejemplo de libro de cómo hacen su “trabajo” los colectivos ambientalistas del capital, convirtiendo, las luchas de los colectivos sociales en subalternas de los intereses de los empresarios locales y a los movimientos sociales en simples comparsas al servicio del metabolismo socioeconómico capitalista. Ahora resulta más fácil comprender los afanes por intentar reventar y desprestigiar, por parte de algunas de las ONG ecologistas convocantes, otras convocatorias anteriores de colectivos que conservan cierta radicalidad y que, desde posiciones bien fundamentadas, han optado por dar a conocer, a la población en general, la magnitud del deterioro ecológico-social en curso, la catástrofe hacia la que caminamos.
No nos engañemos, esta convocatoria es la respuesta a un conflicto de intereses entre dos sectores del capitalismo
Ahora se entiende mejor que, por ejemplo, una ONG como Bierzo Aire Limpio (BAL) califique de “miembro del movimiento ecologista” a la ecocida vicepresidenta de Transición Energética. Las hemerotecas no me dejan por mentiroso. BAL se ha erigido en la voz más visible de los defensores del Green New Deal en la comarca del Bierzo, y desde hace años ha puesto en su punto de mira las tesis decrecentistas, y en la picota, incluso buscando su cancelación social, a quienes las defienden, pues entorpecen su apuesta política, sus afanes hegemónicos, y su aspiración a convertirse en el interlocutor y cataplasma, ante las instituciones, del desastre en marcha. Para ello renuncian, y pretenden que otros lo hagan, a asumir un protagonismo destacado en la denuncia de la catástrofe civilizatoria en ciernes y a construir otras formas de luchas sociales que pugnen por evitar, in extremis, el peor de los escenarios posibles.
La convocatoria me permite afirmar que es radicalmente falso que “todos defendemos lo mismo”, como ciertas personas, llenas de buena voluntad, o despiste, sostienen. Quien carece del sustento intelectual de una ideología y apoya una política en contra de sus intereses, siempre estará engañado por el discurso de una verdad oculta. Esa verdad es incuestionable por mucha subjetividad que traten de imponer, que nos traten de vender. Ejercer el pensamiento crítico y cuestionar el status quo, en una sociedad tan pequeña, cerrada y clientelar como la berciana, es siempre complicado y doloroso; requiere enfrentamientos ideológicos y contestaciones políticas que generan marginación social, derrotas y frustraciones que la lucha contra los poderes políticos, económicos y sociales llevan aparejadas.
El sector grennewdeeler del movimiento ecologista, defensor de la condescendiente coartada de no atemorizar en exceso con escenarios radicales a una población mantenida en la inopia y masivamente infantilizada, con la vana esperanza de que la introducción, gradual y progresiva, de cambios en los engranajes del sistema, a través de las instituciones, atenuara la catástrofe en ciernes, es una falacia.
El reformismo ecologista, boicoteando a los sectores más radicales –los que van a la raíz del problema– genera toda una pléyade de sucedáneos, de remedios “mágicos” que, sin alterar la esencia del sistema, despejarían el camino hacia la racionalidad ecológica y sostenibilidad productiva, desactivando por arte de magia la voracidad del reino de la mercancía. Pero la realidad nos demuestra, cotidianamente, la irrevocable y estrecha conexión entre la maquinaria depredadora del capital y el panorama de destrucción vertiginosa de las condiciones necesarias para una vida digna en nuestro planeta y por ende en nuestra comarca.
Acertó Adrián Almazán –al que podrán escuchar el próximo día 20, en el Museo de la Radio– coautor, con Luis Miguel González Reyes, del libro Decrecimiento: del qué al cómo, cuando afirmó que “la oleada anticolapsista supone un ejercicio práctico de estrategia populista en el interior del movimiento ecologista. El principal objetivo de esta es conseguir la hegemonía de las voces, prácticas y estrategias del Green New Deal”. A eso juegan algunas de las ecologistas ONG del capital, en el Bierzo.