[LA OVEJA NEGRA] Camino a ninguna parte, o las contradicciones e incoherencias del capitalismo verde
GERMÁN VALCÁRCEL | A finales de junio pasado, la multinacional alemana Siemens avisaba que dejaba sin efecto su previsión de beneficios para el año fiscal 2023, tanto para el conjunto del grupo, como para la división especializada en el negocio eólico de la multinacional alemana; los motivos: «el incremento sustancial» de fallos producidos en las piezas de las turbinas eólicas fabricadas por Siemens Gamesa, y el aumento de los costos, de las cada vez más escasas materias primas necesarias para la construcción de los molinos. En agosto, la multinacional alemana, comunicaba unas perdidas superiores a los tres mil seiscientos millones de euros. A mediados de este mes de septiembre, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunciaba, en el Discurso sobre el estado de la Unión Europea, un paquete de medidas extraordinarias para ayudar a la industria eólica -parece que los ingentes fondos Next Generation no son suficientes- a la vez que se planteaba introducir un paquete de medidas legislativas para agilizar la concesión de permisos «para la implantación de los proyectos atascados» por problemas medioambientales.
En el Bierzo, esta misma semana, hemos tenido conocimiento que la dirección de LM Windpower comunicaba a los sindicatos y al comité de empresa que tenía la intención de llevar a cabo un expediente de regulación de empleo, en su planta de Ponferrada. Paralelamente, el empresario del sector vitivinícola (próximamente vamos a tener muchas noticias sobre la falsa sostenibilidad del sector, en el formato actual) y del turismo (una de las industrias más insostenibles y contaminantes) fundador de la marca «Prada a Tope», lanza un manifiesto, con la complicidad del comercio y hostelería local y de algunos colectivos ecologistas, para la creación de un «movimiento social» contra el despliegue de renovables en la comarca berciana, o tal vez sería mejor decir, cerca de sus negocios. Prada es un pionero del marketing verde. Estas noticias, juntas, nos presentan una acabada radiografía de un sector -el de las renovables- supuestamente en pleno auge y expansión. Yo no sé a ustedes, pero a servidor algo no le cuadra, me temo que seguimos sin entender, ni comprender, el fondo de la cuestión. Seguimos sin querer aceptar que, la compleja y sofisticada maquinaria que conforma el metabolismo socioeconómico y civilizatorio en el que vivimos: el capitalismo, está en camino de saltar por los aires, porque está basado en algo imposible: para sobrevivir necesita crecer infinitamente. Y eso no es viable en un planeta limitado.
A medida que se avanza por la senda de las llamadas energías renovables, fundamentalmente las obtenidas del aire y el sol, se van descubriendo, o van saliendo a la luz, algunos problemas que su despliegue conlleva. Valorando positivamente la necesaria transformación de nuestros sistemas de generación de energía, de los combustibles fósiles a las llamadas energías renovables, la realidad es que la transición energética que nos ofrecen como solución, no es más que una forma de perpetuar un sistema económico imprudente, cruel, violento e insostenible. Un sistema que, basado en el crecimiento exponencial, el extractivismo y el consumo excesivo, ha sido el responsable de la desposesión, expolio, miseria y, los genocidios y los ecocidios acaecidos durante los últimos doscientos años, ahora está colocando a la humanidad en la senda de la extinción prematura. Pero, de esto, casi nadie parece querer hablar en serio. Los expertos, en ejercer de lavadoras verdes del capitalismo, seguirán con sus eufemismos y falacias, para seguir pastoreando al rebaño y dar de comer a su codicia y a sus glotones egos. Por eso jamás les escucharán una crítica rotunda al capitalismo, ni a sus capataces -los políticos- ni una palabra sobre la necesidad de decrecer, todo lo más nos hablarán de reciclaje, ahorro y de eficiencia, y de presentar alegaciones a los proyectos ecocidas lanzados desde el gobierno, dentro de un marco jurídico que cambian a conveniencia.
Como muestra del doble lenguaje y, la manipulación y greenwashing que practican ciertos grupos ecologistas «la Coalición Offshore para la Energía y Naturaleza-Mar Mediterráneo» lanzada por la patronal del sector de las eólicas marinas -en cuyo cartel aparecen SEO/Birdlife y WWF- como respuesta al último informe del Tribunal de Cuentas de la UE que considera «no se han evaluado adecuadamente los efectos medioambientales y socioeconómicos de la rápida expansión prevista de la eólica marina». La SEO y WWF son, con Greenpeace, Ecologistas en Acción, y Amigos de la Tierra, dos de las cinco grandes ONG ambientalistas españolas que ya fueron requeridas, en el mes de mayo, en una carta que, bajo el título «nos habéis dejado solos», fue firmada por más de doscientos colectivos de la península Ibérica, por su falta de implicación, ante los abusos que el despliegue de renovables se están llevando a cabo, en toda la geografía ibérica.
Si queremos avanzar, si queremos salir de la grave situación eco-social en la que estamos inmersos, no valen medias tintas, es necesario dejar de colaborar y señalar el problema con claridad, y el problema es el capitalismo, del que ya conocemos su ilimitada capacidad para apropiarse y desnaturalizar todas las alternativas críticas que se le plantean, para aplicarlas a su manera y mercantilizarlas. No es casual que los últimos movimientos críticos, en caer en sus garras, han sido algunos sectores del feminismo y del ecologismo. Para los reformistas e institucionalistas del sistema, parece que lo que es necesario ecológicamente es imposible políticamente. Por eso necesitamos escapar de neoliberales y neo keynesianos (grennewdeelers); no sirven las soluciones ecofascista o directamente fascistas de los primeros, ni las autoritarias y represivas de estados fuertes, de los segundos (la gestión de la Covid, solo fue un ensayo general). Si no lo logramos, nuestro futuro inmediato será, simultáneamente, muy claro y a la vez muy negro. Tengo la impresión de que, esos sectores, no tienen ninguna voluntad de apelar a consumir menos (el temido y denostado decrecimiento voluntario no es lo mismo que ahorro y eficiencia), seguramente, porque aceptar la premisa de qué determinados recursos terrestres son finitos, que están sujetos al agotamiento y que tendrán un momento en que inexorablemente sus producciones decaigan, algo que implica la anunciada muerte de un capitalismo que exige crecimiento infinito en un planeta finito.
Se habla siempre de mejorar el ahorro y la eficiencia, mediante el uso de más tecnología, olvidando que no ha habido reducción de ningún tipo a nivel global en los 200 años de sociedad industrial en los que hemos mejorado sensible y continuamente nuestra eficiencia y tecnología, la famosa paradoja de Jevons, todavía, hoy totalmente vigente. La pregunta que es necesario hacerse es: ¿Sabremos, colectivamente, aprender a trazar nuestro propio destino, o bien el futuro vendrá determinado por una sucesión de crisis y catástrofes cada vez más devastadoras? Si optamos por esta última solución, el escenario que se nos abre es aterrador. Entonces, ¿Por qué tanto miedo a explicar, con claridad, que la solución pasa por crear estilos de vida simples, economías locales pequeñas y muy autosuficientes, donde las necesidades productivas no busquen el beneficio por delante de las necesidades de las personas, y sin crecimiento económico, todo ello bajo control participativo y no dirigidas por las fuerzas del mercado, ni por estados centralizados y burocratizados? La situación y las soluciones no son fáciles, es necesario un cambio cultural que nos aleje de la competitividad y del narcisismo individualista. Pero lo que de verdad me espanta, y me hace ser pesimista, es el grado de ignorancia, de autoengaño, de negación, de mentiras que circulan por los medios de comunicación y las redes sociales. Por eso, y aun siendo consciente de las enormes dificultades, hago oídos sordos a las descalificaciones interesadas y a las falacias argumentativas, convierto en mias las palabras de Jorge Riechmann: «No soy catastrofista, la realidad es catastrófica. Y yo he elegido, sí, no taparme los ojos» .