[LOS GATOS DEL CALLEJÓN] El despecho del Sr. Feijóo
LA GATA | Los líderes políticos con recorrido y visibilidad social son personas “de compañía”. Cómo muchos artistas, tertulianos y periodistas de toda clase, se encuentran, casi cada día, con nosotros en las esquinas de la actualidad; en este caso, de la actualidad política. Nos cuentan cosas, nos informan o desinforman, según convenga, nos arengan, animan, preocupan, consuelan según el momento y acabamos estableciendo con ellos una suerte de relación personal que va más allá de lo racional. Nos “gustan” más o menos, o les odiamos casi desde el primer momento de su aparición; en primer lugar, seguramente por razones de ideología, o porque juzgamos su comportamiento con nuestros valores personales y los encontramos aceptables o no; pero también porque nos complace su físico, sonrisa o comportamiento o incluso por su forma de estar en público. Con el paso del tiempo, esta empatía o antipatía con el personaje se mantiene, aumenta o cambia de signo, debido a circunstancias de la actualidad que nunca están en el programa previsto. Y por supuesto, con el paso del tiempo vamos conociendo las distintas facetas del personaje y sus mecanismos para enfrentarse a los avatares de la política.
Llegado este punto, es probable que muchas lectoras hayan reconocido como suyos esos sentimientos en relación con distintos personajes públicos, sean de la actualidad o ya fenecidos. Nosotras, por supuesto tenemos nuestra galería (en la que también están los políticos del Bierzo); y en esta columna que gentilmente nos ofrece BierzoDiario queremos exponerlos hoy en relación con un personaje emergente, importante y de la máxima actualidad. Como se deduce de la cabecera, queremos compartir con las lectoras la impresión que nos produce el Sr. Feijóo. Por supuesto del personaje público, que es lo único que está a nuestro alcance y que podemos valorar precisamente por sus apariciones en los medios de comunicación.
En la más relevante, larga e intensa comparecencia, que pudimos seguir en directo y en la que presentaba su candidatura a la presidencia del gobierno de España, percibimos de inmediato el aroma de la soberbia, del desprecio a los demás, de la prepotencia del que cree tener la verdad absoluta y la presenta como Moisés en las tablas de la ley.
Como todos los dirigentes del PP, confundió la España que existe con la que ellos querrían que existiera; negándola desdeñosamente por un lado y recabando su apoyo al mismo tiempo. Reflejaba cabalmente a una persona despechada que intenta destruir a aquellos que no reconocen su valía. Tan brutal fue su embestida que el portavoz del PNV le tuvo que recordar que con esa actitud será difícil que “haga amigos”. Como guinda, las declaraciones a un medio que le preguntó sobre su ánimo después del debate: “Bien; España puede estar tranquila, que seguiremos trabajando”.
Como justiciero, dejó bastante que desear; tan obsesionado estaba con fulminar al Sr. Sánchez con sus diatribas que no previó la posibilidad de que este no compareciera. Y además se presentó, con una única bala en la recámara: la amnistía. Pero al no tener a quien disparar se afanó en trufar toda su intervención con referencias a su valor personal para comparecer a pecho descubierto; el es valiente, su oponente ausente y muy presente, a la vez, un cobarde. Solo; solo contra todo y contra todos como un “John Wayne” dispuesto a salvar a España de los peligrosos españoles que con su voto han construido una realidad que no puede manejar. Le faltó reprochar directamente a las ciudadanas que no hayan “votado bien”, como diría nuestro nobel literario, Vargas Llosa.
Y repitió hasta la saciedad su calidad de presidente fiable y confiable; para ello no tuvo empacho en reclamar su derecho a gobernar al ser la lista más votada, ignorando conscientemente el hecho de que en nuestro sistema parlamentario al presidente del gobierno lo eligen los diputados del Congreso. Sistema del que se beneficia su partido en muchas autonomías y municipios. O a erigirse en campeón de la defensa de las mujeres contra la violencia machista, aunque todos los días traga con sus correligionarios de VOX que hacen cosas bien diferentes.
Un presidente, fiable con un pasado propio de un querubín, aunque esconda algún feo episodio de amistades peligrosas o recientemente ocultase al Senado el detalle de las retribuciones percibidas desde el PP. Y por supuesto, con un partido limpio, con derecho a reclamar la contribución de algunos socialistas buenos para su causa. O sea, a alentar el transfuguismo; si, pero todo está justificado, si es por el bien de España.
Y, por si fuera poco, compañero de viaje de un ultraderechista que se permitió cerrar el debate amenazando a los diputados no afines con una expresión que veladamente nos lleva a un pasado terrible que estamos tratando de superar.
Por cierto Bercianas, ¿qué pensarán los Sres. González y Guerra de tales amenazas?