[EL PROTECTORADO] Óscar Puente, un chuleta para hacer a Valladolid capital de un desierto
AL RAISULI | Al parecer el PSOE quiere poner a Óscar Puente de baranda sociata regional. La larga mano de Puigdemont, a cuya amnistía le cantó una canción de cuna parlamentaria, facilita que este ejemplar del barrio de la Victoria, doctorado en pijerío reaccionario por los pubs de la Pucela facha, sea el sustituto in pectore de Luis Tudanca, que volverá a ser de nuevo el Hombre de la Mano en el Pecho de cuyo cuadro nunca debió salir.
Puente nos promete, al menos, lo que ese aburrido sosías del Greco nunca logró: fabricar emociones. Con él la polémica, el choque de locomotoras e, incluso, la gresca están garantizadas. Y eso, pese a quien pese, es vidilla democrática. A mí Puente no me cae bien, en contraste con Tudanca que simplemente no me cae. Si acaso, con él solo llevamos la de ganar cuando le toque darle cera a ese otro fabricante de alegrías ajenas apellidado Mañueco.
Óscar como cualquier buen trepa es tipo contradictorio, sinónimo de incoherente, pero eso en política lo exige el sueldo. Él que no tuvo empacho en firmar una carta de disputa capitalina con León, a cuenta del número de visitantes del Musac en contraste con El Patio Herreriano y otras pintorescas lindezas que patentan su arraigado centralismo de puerta pechada, resulta que se presta a ser el heraldo de los excesos de los separatistas que tanto aman a la “puta Castiella”
No hay que preocuparse, es hombre de cerrado y sacristía, independientemente del barniz que le exija el guión en cada momento. Puente no va abjurar de su ramplona concepción de una capitalidad vallisoletana, moderna y desarrollada que, hegemónica, sangre a un territorio de caza y cordero asado desde la ruralidad conformista de subsidio y campanario. En definitiva, la capital de un desierto donde más allá de las mieses y las autovías de paso no germine nada.
Puente tiene un problema, grave en Pasapalabra y venial en las discotecas, que sabe poco de geografía. Y es que Valladolid apenas es un espejismo artificial equidistante de una comunidad esplendida, rica y diversa que tiene demasiado potencial, natural, artístico y económico como para permitirse el lujo de confiar su futuro en personajes que creen que más allá de Simancas solo merece la pena Ibiza. Debería probar suerte en Las Vegas, que está más en su onda que Villalpando, y esa sí que es la capital de un desierto sin acueductos romanos ni catedrales góticas.