[LA OVEJA NEGRA] En el Bierzo no hay pan para tanto chorizo
GERMÁN VALCÁRCEL | Por si alguien no lo sabe, les diré que el Bierzo es una comarca de 3.000 km cuadrados donde sobrevivimos de forma más que decente -eso sí, a costa de joderles el futuro a las generaciones venideras- menos de ciento veinte mil humanoides, un tercio de ellos con más de sesenta años y donde los mal llamados representantes de los ciudadanos, hablo de los que colonizan las instituciones bercianas, deberían tentarse el cerebro antes de seguir haciendo según que cosas. En una tierra en el que es un lugar común el desprestigio actual de la política, de los partidos, de los políticos, solo desde una soberbia de diván de psicoanalista puede entenderse la actitud adoptada por estos personajes ante la catástrofe polimórfica en la que estamos instalados en la comarca berciana.
Una primera manifestación de ese desprestigio es el rechazo que se expresa en afirmaciones como: «todos los políticos son iguales», «se representan a sí mismos», «no luchan por el bien común sino por sus prebendas». Hay en estas expresiones de rechazo un fuerte componente ético, que descalifica a los políticos de manera personal y, por extensión, a la política en general. Es un cuestionamiento compartible ante el cual no cabe la neutralidad, entre otras razones, por las terribles consecuencias sociales que tiene.
Cansan las palabras vacías de estos miserables que nos toman por imbéciles, sus interminables y hueras ruedas de prensa, los comunicados de unos contra otros (amplificados por unos medios de comunicación serviles, prestos a cobrar las migajas de la publicidad institucional o las coimas que llegan a través de terceros) las campañas de desprestigio, las mentiras y los desmentidos. Deberían tener un poco de decencia. La gente no les vota para eso. Esta gentuza pretende convencernos de que la política es intolerancia, “forofismo” acrítico, nepotismo, clientelismo y corrupción, de ahí surge el fracaso y la falta de proyectos coherentes que permitan construir espacios de convivencia. Las “elites bercianas” son tan extractivistas, funcionariales, cutres y clasemedianas, como catetas, identitarias, clasistas y clientelares.
Pero no, por mucho que pretendan hacérnoslo creer, la política no es, aunque esa pandilla de mediocres y trincones lo haya transformado en eso, trapicheo permanente, ni pactos indecentes, ni favores pagados, ni el insulto recurrente. Porque si no, viendo lo que está pasando, no solo en las alturas de las instituciones nacionales, sino en el Consejo Comarcal, en la Diputación, Mancomunidades de municipios o algunos ayuntamientos, para las próximas elecciones quien quiera hacer carrera política debería proclamar: “Me lo he llevado y quiero seguir llevándomelo a lo grande”. Sería una fórmula de éxito, porque todos estos sinvergüenzas que han colonizado las instituciones hablando de honradez, de servicio público, tienen a la gente harta de mentiras. Pero ojo, su comportamiento no es casual, mientras convierten en una cloaca inmunda la política y las instituciones, se difunde la moral del todo vale y así justifican sus acciones.
Cierto es que la historia de los partidos políticos, en el Bierzo, seguramente en todo el Estado, ha sido la de los acuerdos cupulares entre las fracciones dominantes, la demagogia y, con muy escasas excepciones, la del enriquecimiento personal, a partir de los cargos públicos en las administraciones u orgánicos en el interior de los partidos.
Pero lo ocurrido desde las últimas elecciones municipales, con el tema de los sueldos y prebendas que los “representantes de la ciudadanía” se autoadjudican, nos demuestra que carecen de la más mínima vergüenza y ética y que, sin excepción, son una pandilla de sinvergüenzas que solo viene a la política a enriquecerse. Desde Olegario Ramón –PSOE- en el Consejo Comarcal; a Marco Morala –PP-, Iván Alonso –Bercianista- y Patricia González “Motosierra” –VOX-, en el Consistorio ponferradino; Gerardo Álvarez Courel -PSOE- en la Diputación, o el bochornoso latrocinio perpetrado por Eduardo Morán –PSOE- en la pequeña Mancomunidad del Agua del Bierzo, todos se comportan de la misma manera. Por no hablar de la corte de cargos de “confianza” –redes clientelares y pago de favores- en el ayuntamiento ponferradino –sobre todo desde que han llegado al poder los miembros del pútrido pacto de “la Morralla”- y la Diputación convertidas en abrevaderos de los clientes y amigos de los políticos de turno. Con esa forma de actuar, también, nos están diciendo que saben y son conscientes de que eso que se llama ciudadanía carecemos de dignidad colectiva y de coraje cívico. No somos más que siervos a su servicio, al menos así nos comportamos.
Una vez más, estos trileros nos demuestran que la fuerza de la política, como para-ciencia, reside en suministrar un biombo en el que ocultar sus objetivos reales, que no son otros que los de afeitarnos el bolsillo a partir del día siguiente de las votaciones.
No somos más que siervos a su servicio, al menos así nos comportamos
No quiero pasar por alto las últimas actuaciones de los cobijados bajo el “Pacto de la Morralla” esa pandilla de despóticos y sectarios caciques que, encabezados por el actual alcalde de Ponferrada y su socio bercianista, Iván Alonso, han tomado al asalto el Ayuntamiento de Ponferrada dispuestos no solo a llevárselo ellos, sino a esquilmar y vaciar las arcas públicas para seguir engordando el patrimonio de esa secta repleta de pederastas y violadores que llevó gente a la hoguera por diferencias ideológicas, que nos impuso su credo durante décadas y que tiene autoridades elegidas autocráticamente, con cero democracia, y muchos de sus prelados cuestionados seriamente por su repugnante conducta sexual, todo ello coronado con una postura política reaccionaria, fieles herederos de Torquemada.
Por mi edad, conozco el daño terrible que hicieron y reconozco el que pretenden seguir haciendo, crecí en aquella España en la que todos éramos rezadores por obligación bajo toda clase de hostias. Daños que no se borran pidiendo disculpas cada tres o cuatro siglos. Alguien podrá calificarme de resentido y acierta, resentido e incapaz de perdonar, sobre todo porque quieren seguir manteniendo a este país en el fanatismo y la ignorancia, vinculando la defensa de sus privilegios a la libertad, sometiéndolo en la apatía y el miedo, eso sí, con la expresión siempre velada tras una estereotipada sonrisa seráfica que muestra, si sabes mirar, unos afilados colmillos.
Las cosas no son simples, encontrar los caminos en el laberinto actual lleva su esfuerzo y en un contexto como el presente buscar la salida es difícil, porque nos encontramos perdidos y atrapados en corredores que nos llevan a ningún lado o al abismo. Cuando observamos los caminos que como sociedad hemos tomado, tanto en esta parte del mundo como en otros lugares, vemos que en su gran mayoría conducen al fracaso. Perdidos en el laberinto de la falta de ideas, de unidad política y cultural, terminamos convertidos en cómplices que sostienen a los que, además de robarnos, nos conducen al desastre. No deberíamos seguir dejando nuestras vidas en las decisiones vanidosas de personas sin conciencia.
Es evidente que no estamos preparados para tiempos y culturas de resistencia, por eso deberíamos tomar en consideración un antiguo proverbio africano, que dice «si no sabes a dónde vas, regresa para saber de dónde vienes».