[LA PIMPINELA ESCARLATA] Cuán fina sensibilidad
EDUARDO FERNÁNDEZ | Al socialismo olegarista ponferradino le ha entrado un repentino ataque de sensibilidad democrática, eso sí, muy selectivo. Les hacen pupita las manifestaciones delante de su sede. Ya se sabe, la gente rebelada hace difícil deslindar en la masa la vanguardia de la clase trabajadora de la burguesía, sobre todo si es la indepe catalana a la que le van a tener que perdonar deudas y mandar pasta hasta que Palafrugell parezca Zúrich y El Bierzo parezca Burkina Faso por lo de la asimetría de las inversiones de la nueva nación de naciones.
Hasta hace pocos años la gente era la gente. Vamos, la que acampaba en Sol, salía megáfono en mano a Lazúrtegui y hacía escraches a los facciosos como yo caminito de la estación de la Renfe de Ponferrada. Ahora ya ni se sabe quién es la gente. Siguen con lo de la algarada y la bronca callejera, pero ya no van con espíritu revolucionario a quebrar a la casta. ¿Pero esto de las manifas no iba de alzar la bandera revolucionaria?, que del triunfo sin cesar nos lleva en pos, ¡A las barricadas! ¡A las barricadas! por el triunfo de la Confederación (el que se sepa la cancioncita que le ponga música a la letra). Pues ahora las banderas no son las que deben ser.
Ya saben que lo que tenemos los conservadores clásicos es que nos atamos a la norma y solo defendemos la bandera que nos une, que es la constitucional. Tan aconstitucional nos parece la del escudo franquista como la republicana. Pero otros tienen la puñetera manía selectiva de que solo les parecen mal las de un lado, aunque todas incumplan el precepto constitucional. Pues eso, que la peña se ha vuelto loca y ahora la pasma tiene que atizarle a los de la derecha, que es el mundo al revés y el gas lacrimógeno invertido. Solo me falta ver que los del gobierno del pueblo mandan desalojar a los protestones ante la sede socialista de Ponferrada con los cañones de agua estilo Pinochet.
A mí no me gustan las manifestaciones ante las sedes de los partidos, que son un instrumento fundamental del pluralismo que exige el art. 1.1 de la Constitución. Pero no es que no me molaban cuando me tocaba a mí y sea indulgente ahora. Es que soy de los de movilización contundente, pero autorizada, ya que en un país con pleno reconocimiento del derecho de manifestación, la ley que la regula está para algo. Y si los que se creen más de orden que nadie empiezan a saltarse la ley, que se lo hagan mirar.
Pero claro, esta fina sensibilidad con amnesia selectiva que le ha entrado a los socialistas nacionales y al olegarismo local, que se la coman. Lecciones a estas alturas, a nadie. Y hacerse el indignadito es de traca y patético, aunque explica bien el nerviosismo en que el sanchismo ha colocado a todo el socialismo militante.
Yo era candidato al Senado en las elecciones generales de 2004. ¿Recuerdan la jornada de reflexión en Ponferrada? No pude entrar en la sede porque había gente, incluidos conocidos representantes del socialismo local, bloqueando la puerta al enternecedor grito de “no queremos un gobierno que nos mienta”. En ese mismito momento los socialistas ponferradinos perdieron toda la legitimidad, que no todo el derecho, a quejarse de manifestaciones delante de su sede. Porque tampoco merecemos un gobierno que nos venda.
Como ya les he contado en otra Pimpinela, a mí me montaron un par de escraches a la puerta de mi casa, cuando eran jarabe democrático, que decía el macho alfa que pone y quita líderes morados, casi siempre lideresas de afinidad y piel cercana. Y tuve un par de ocasiones de insospechado y sonoro acompañamiento por las calles de Ponferrada por un individuo con megáfono que me gritaba que los niños morían de frío por la pobreza energética cuando la luz valía siete veces menos que con este gobierno. También iba en mi sueldo de diputado y a joderse, con lo del jarabe doble. Ahora no se les puede decir nada, porque es una intimidación y les da miedito. ¿Pero no eran estos los que nunca tenia miedo al pueblo? Es que el pueblo no es nunca medio pueblo y los que se creían, como el Fraga de los buenos tiempos, que la calle era suya se han despertado del sueño movilizador con pesadilla de escrachado.
Y por último, este humilde ponferradino entró muchas veces a un Congreso asediado hasta la puerta de Cedaceros porque la gente, la de entonces, dado que la de ahora no son gente sino hordas fascistizadas, gritaba aquello de “no nos representan”, aunque yo me sentaba en un escaño con más de ciento cincuenta mil votos. Pero ya se sabe, la democracia representativa generaba desafección y ahora estamos en la democracia deliberativa de círculo e internet. Ayer he visto las imágenes de la Carrera de San Jerónimo despejada desde Neptuno. Será por miedo a los colchoneros desatados. Qué bien sienta manejar la policía para estas cosas.
Vamos, que los que sitiaron las sedes del PP, los que hacían escraches como entrenamientos deportivos y los que rodearon el Congreso de repente han perdido fuelle y quieren aplicar el silencio cómplice de los que votan en las sedes socialistas de toda España al resto del personal. ¿No querían una ciudadanía activa y movilizada? Pues ahí la tienen. En la sede socialista ponferradina Olegario y los suyos pueden votar cheques en blanco para la amnistía y para que los indepes se gasten 15.000 millones de euros más en lo que quieran, quitándoselo a lo que ciudades como la nuestra deberían recibir. Y quieren que lo paguemos los ponferradinos con nuestros impuestos. Pues la contrapartida es aguantar el chaparrón, que a los indignaditos bercianos ya les recompensará Sánchez con una listita y una invitación a Moncloa, con menos fina sensibilidad.