[LA PIMPINELA ESCARLATA] Resaca postconstitucional
EDUARDO FERNÁNDEZ | Dos cositas de resaca tras el día de la Constitución en el que en 45 años la Constitución ha estado más cerca de desdibujarse, aunque sea en la fabulación de una nación de naciones en la que la nación berciana reclama su puesto al sol y una separación de poderes que tiene a Montesquieu enterrado en el Ampurdán.
Primero, dado que está a punto de cumplirse el sesquicentenario de Winston Churchill, el original claro está, very British y no el berciano falso, estamos preparando una edición crítica de los discursos del premier inglés. A Churchill, el bueno, nunca le faltó un habilitado nacional que llevarse a la institución, ni dejó el gabinete británico a medio funcionar por falta de secretaría o intervención. No me imagino a Churchill diciendo «lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza, lucharemos en las playas, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas, nunca nos rendiremos… a menos que nos falte secretario».
Ha estado atinado Alonso cuando le ha recordado que el problema se veía venir. Claro está, que hay advertencias que sólo son para los que trabajan y no para los que sestean lánguidamente entre una institución y otra. No alcanzo a comprender cómo no hay funcionario de habilitación nacional que no esté presto a abandonar la corporación en la que se trabaje para poder disfrutar de la experiencia única de compartir oxígeno y desvelos con el faro de la política comarcal por excelencia. La culpa es de la Junta, claro, que no quiebra la norma para que la incapacidad de los que no cubren la plaza pase más desapercibida.
A lo mejor es que el reducido grupo de posibles candidatos no quiere venir al Consejo porque teme contagiarse del mal fario y la suerte que han sufrido políticos de sus propias huestes cuando venían al Bierzo a pegarse abrazos con el entonces alcalde y salían inmediatamente cesados de sus cargos públicos.
Segundo, estos días toca no la resaca, sino el atracón informativo, de tratamiento un tanto amarillista en los medios que solo se han preocupado ahora del asunto y no desde el principio, sobre el juicio a Pedro Muñoz. Como jurista tengo muy interiorizado que no se comentan los juicios en marcha porque nos faltan muchos elementos de valoración, que se aportarán con las pruebas practicadas. Ni siquiera es preciso ya mentar la presunción de inocencia en nuestro sistema jurídico. Luego tendremos una verdad judicial, que no hay que anticipar, porque está muy próxima.
Lo que no es ni amarillo ni sensacionalista, pero es altamente escandaloso y vergonzoso para una sociedad avanzada que se cree civilizada es ese tipo de violencia que termina con una persona como la víctima, Raquel Díaz, afortunadamente viva, pero una situación perenne de dependencia y dolor.
Ya saben ustedes algunas cosas sustanciales que me separan de los alegres muchachotes de la derecha radical verde: el europeísmo, la preocupación por un cambio climático evidente que a la vista del calor de este diciembre en Ponferrada admite pocas dudas y la lacra de la violencia sobre las mujeres. Como no me voy a dejar atrapar por una cuestión nominativa, que tiene su importancia, pero es secundaria frente a lo principal, que es el derecho a la integridad y la vida de toda persona, pongan ustedes el apellido que quieran: machista, conyugal, doméstica, en el ámbito familiar o la terminología que prefieran y que no cambiará el hecho de que hay quien cree que sus semejantes son de peor condición, una posesión material con la que se puede hacer lo que se quiera. Con que en España se produzca una sola agresión, ya no les digo una muerte, tenemos todos mucho trabajo por delante, de concienciación –de mera cultura, oigan–, de prevención y con toda crudeza, de persecución. Los que se sienten llamados al asunto, e incluso los que ponen tanto esfuerzo en negarlo que hay que preguntarles si no hay un problema, por qué hablan tanto de él.
Por lo pronto, aquí se ha derogado por la vía de hecho el artículo 103 de la Constitución cuando exige que la Administración actúe de acuerdo con el principio de eficacia, en un Consejo Comarcal que se ha contagiado ya de la acreditadísima indolencia y pereza que los populares achacan a Olegario Ramón allí por donde pase. O me van a convencer de que sin secretaría e intervención los expedientes se tramitan igual. Pues eso.
Y se encuentra conculcado el derecho a la vida y la integridad física del artículo 15 de la Constitución cuando en varios casos desgraciadamente cotidianos se sigue maltratando a cualquier persona, y a la vista de la indudable estadística, a las mujeres mucho más. A ver si en la próxima celebración de la Constitución nos hemos quitado algo de estas dos malas resacas.