[LA PIMPINELA ESCARLATA] De promesas, vacíos y gafes en Ponferrada
EDUARDO FERNÁNDEZ | Voy a empezar por lo último. No sé si ha cambiado el gafe realmente o cambia la percepción del gafe, que viene a tener en las relaciones personales de la política el mismo efecto disolvente por el temor a la mala suerte. Lo cierto es que en cuanto hemos tenido gobierno en España, se han retomado las visitas institucionales al Ayuntamiento. Percibo dos notas en ello. En primer lugar, todos los socialistas intransigentes que se han dedicado a contar que el gobierno iba a castigar al Ayuntamiento de Ponferrada por tener un color político distinto tienen que empezar a repensar el discurso. Yo les recomendaría que reposasen la idea que subyace en él, que es que las adscripciones partidistas y las afinidades ideológicas están por encima de la colaboración institucional y de las necesidades de los ciudadanos. Pero ya que no salen de tan sectaria idea, tiene que ir saliendo de tan parcial discurso abrazándose al ministro.
En segundo lugar, creo que el ministro de las carreteras, los ferrocarriles y los transportes viene con un poquito menos de tensión que vino un antecesor suyo como Ábalos, que se abrazó al anterior alcalde y pasó no a mejor vida, sino a la no vida política. Uno de tantos, claro, pero no me digan que el antecedente no acoquina si eres ministro, mientras que ahora se nota otra alegría en el visitante.
Estoy por añadir una tercera nota, que es la diferencia entre la murga que dan algunos leonesistas, de partido o de conveniencia, para no recibir debidamente al ministro. El Bierzo is different, y aquí no marca el paso ninguna rabieta capitalina contra un vallisoletano. Yo encuentro en este ministro y en su actuación política previa montones de cosas reprobables. Ninguna tiene que ver con su condición de vallisoletano, claro, sino con la de socialista de militancia exaltada. Ahora bien, como reparte los dineros para hacer realidad los proyectos de infraestructuras y que pasen de los planos al terreno, estoy siempre por la conveniencia de entenderse institucionalmente dentro del abismo político que separa a unos y otros. Supongo que a los ciudadanos les traerá al pairo semejante lejanía ideológica cada vez que tienen que coger un tren a León y parece que montamos en los ferrocarriles coloniales del África Ecuatorial, que lo mismo cumplen la hora que te dejan en tierra y que te mecen en un traqueteo incomprensible para los medios técnicos del siglo XXI. O que tienen que coger el coche para ir al Barco y van por las denigradas carreteas que dejó el franquismo dando saltos que la dictadura reservaba para Coros y Danzas, pero nuestro gobierno nos reserva a los que no vamos por autovías catalanas. Si el ministro empieza a arreglar algo de eso, que vuelva cuanto quiera, que ya habrá ocasión de hablar de todo lo demás.
Porque eso empezaría a hacer realidad algunas promesas que se nos hicieron a los bercianos y que siguen durmiendo el sueño de los justos. Yo ya vi personalmente muy avanzados algunos de esos trámites que se dice cinco años después de gobierno sanchista que siguen retrasando las obras en los tramos que faltan entre Villamartín y O Barco. Aquí las promesas han dejado el vacío, y hay que ver si algún ministro empieza a aplicar la expansión de la materia asfáltica con alguna ley de la termodinámica política que consista en cumplir de una puñetera vez con tanto compromiso olvidado en el calor de la amnistía, el mediador, la transición injusta, la descarbonización ramplona, la inflación incontrolada y la subida encubierta del IVA.
O se cumplen esas promesas o el vacío va a ser territorial y demográfico con carácter irreversible, porque cuanto más tiempo pasa, más difícil es de arreglar y más se sufre el efecto añadido de la competencia de otros territorios sobre el impacto del decrecimiento vegetativo. Vamos, que nos quedaremos solo los viejos.
Pero es que resulta que ni a los viejos atienden. ¿Recuerdan ustedes que no tenía cabida un proyecto de servicios sociosanitarios en el erial dejado en Compostilla porque se hacinaban los proyectos industriales que nos iban a llenar de industrias punteras y a dejar el paro en cero? Pues este es un buen momento, cuando muere el año, para recordar que ese proyecto podía haber generado mucho empleo y estar ya en ejecución, pero sobre todo iba a ordenar el lugar y a atender a las personas. Me consuelo viendo el trajín de coches de los miles de trabajadores que van cotidianamente a la factoría de reciclaje de baterías de vehículos eléctricos, a la planta de reciclaje de palas eólicas, a la fábrica de hidromagnesitas -estoy seguro de que cualquiera de ustedes me puede explicar en dos tardes en qué consiste, que yo aprendo más rápido que Zapatero economía-, al almacén logístico eólico, a la planta de hidrógeno alimentada por energía solar fotovoltaica, a la planta de baterías de almacenamiento de energía eléctrica, a la fábrica de materiales aislantes, por no hablar de todos los que curran en la planta de deshidratado y envasado de frutas y hortalizas.
Hay que ver qué rollos nos han contado, hay que ver qué complacientes han sido las administraciones socialistas con la inactividad asociada a la transición injusta y hay que ver qué sepulcral silencio sindical ante los miles de empleos prometidos y no creados. Hay que ver. Hay y ay, pobre Bierzo. No me extraña que con tanta previsión no haya espacio para servicios sanitarios a mayores. Muere el año 2023 y con él las expectativas que había en enero, cuando todo era jauja porque había elecciones municipales y generales. En diciembre quedan los escombros y el vacío. Lo demás, promesas, expectativas, anhelos de cambio y un poquito de justicia con lo arrebatado con el cierre anticipado del sector energético, todo entregado a Cataluña y País Vasco a precio de oro, que es precio de escaño. Luego, que nos haga Sánchez otro balance triunfal del vacío. Por lo menos ya parece que no tenemos gafe.