[PAJARITOS y PAJARRACOS] Todos callan como muertos
XAN DAS VERDADES | A mitad de campaña ya puede afirmarse que nada nuevo, nada sugerente, nada esperanzador hay en las distintas candidaturas al Ayuntamiento de Ponferrada.
Para constatarlo solo hay que disponerse a soportar alguno de los cansinos debates que se celebran entre los candidatos a la alcaldía en distintos medios de comunicación. Eso sí, tienen el valor de facilitarnos presumir lo que nos espera que es, salvo sorpresas de última hora, unas elecciones entre lo malo y lo peor.
Debates que también evidencian algo tan sorprendente como es que ninguno se ha dado por enterado de que nuestra institución municipal está penetrada por la corrupción hasta los tuétanos. Más aún, no hay atisbo alguno de que asuman la existencia de esa realidad y tampoco manifestación de un propósito sincero de ponerle coto; en roman paladino: parece no repugnarles demasiado el tener que convivir con esa lacra enquistada.
En mi ingenuidad pensaba que estas elecciones serían por fin las de la transparencia y la regeneración, pero me temo que van a fallar mis predicciones. Ponferrada necesita de una cirugía radical para extirpar el tumor maligno que la corroe desde finales de pasado siglo. Es una deuda de la política con los ciudadanos, testigos mudos de los sucesivos latrocinios contra el erario municipal.
La ciudadanía merece un gobierno limpio y fuera de toda sospecha, algo que debe rebasar la promesa electoral para constituirse en una obligación moral. No vale inhibirse y pasar de este asunto crucial con esa coartada de cartón piedra de que hay que mirar al futuro. Eso, además de un burdo engaño a la gente, es una postura cómplice porque no se está hablando del pasado sino de un presente muy presente.
Máxime cuando todos los indicios llevan a convenir que Ponferrada lleva sometida desde hace más de dos décadas a una organización criminal que delinque saqueando las arcas municipales. Ya sé que estas son palabras muy gruesas. Sí lo son, pero encajadas a unos hechos que han venido sucediendo reiteradamente en nuestro consistorio hasta la actualidad, y que además se ajustan como un guante a los requisitos que esa figura penal enuncia.
Son esas circunstancias anómalas y gravísimas, también claves en la depresión que sufre Ponferrada, las primeras que deberían afrontar la nueva corporación; una corporación a la que se le supone integridad de partida, pero a la que solo cabrá darle patente de valentía e independencia democrática cuando se ponga el cascabel al gato.
En esta circunstancia es oportuno que las formaciones políticas despejen a los electores las dudas razonables sobre su posicionamiento en un asunto cardinal, y más concretamente lo hagan respondiendo a las siguientes preguntas:
- ¿Prevalecerá la cacareada ética de la izquierda ante la zanahoria mediática a la hora de meter mano a tan espinoso asunto?
- ¿Demostrarán con hechos contundentes las formaciones autóctonas que son independientes y no rehenes del Capo di Capi?
- ¿Sabrá el Partido Popular distanciarse de su turbio pasado municipal ejerciendo como adalid de la transparencia y la regeneración municipal?
- ¿Evitará Ciudadanos la tentación de la barra libre mediática a cambio de mirar para otro lado?
- ¿Resistirá el renovado PSOE sin dejarse contaminar por los embates claudicantes del zapaterismo residual?
Tienen una semana por delante para trasladar sus posturas a los ciudadanos para que, al menos, sepan a qué atenerse. La inhibición será la respuesta más reveladora.