[EL PUYAZO] La ruina del Bierzo
No se equivoquen, la ruina del Bierzo no viene del cierre de las minas y el cese de la generación térmica. Las sucesivas crisis petroleras solo dieron prorrogas a un sector cuya muerte estaba anunciada desde mediados los años setenta del pasado siglo. Si algo hay para el reproche es que su colapso definitivo fuese inesperado por sorpresivo y carente de una alternativa sólida; peor todavía, cuando esa alternativa afloró la mendacidad de Endesa, la miopía sectaria del ITJ y la abulia suicida de los poderes públicos se encargaron de abortarla.
La ruina del Bierzo tiene tres hitos que nos han conducido al furgón de cola del progreso y al triunfo de la desesperanza. El primero viene de los días míticos de la transición, cuando el apaño de diluirnos en una autonomía absurda por la vinculación a una provincia claudicante nos condenó a postrarnos en una esquina, despojados de toda relevancia administrativa y de cualquier poder político.
El segundo hito de nuestra ruina tiene un responsable máximo, sobre todo porque no movió un dedo por impedirlo: Zapatero. La decisión gubernativa del acceso del Tren de Alta Velocidad por Sanabria clavó un puñal letal al Bierzo. Ese personaje siniestro para nuestra tierra al que cuatro indocumentados no se privan de jalearlo, consolidó con su desprecio una de las peores maldiciones que puede sufrir un territorio: el aislamiento.
El tercero está pasando: la destrucción sistemática de nuestra naturaleza, en pos de una doctrina por fundamentalista perversa, ejecutada con una praxis asoladora ante una población incrédula e indefensa. El despropósito en su conjunto es de tal calibre e inquina, que no es ninguna entelequia plantearse si no estamos ante la lesión de un derecho humano según la declaración de la ONU del 28 de Julio de 2022.
La falta de un poder autóctono, el aislamiento y la destrucción de la naturaleza son tres de los jinetes de nuestro apocalipsis que nos apartan definitivamente de las coordenadas de la prosperidad y el futuro; el cuarto, la intolerable y arrastrada rendición de nuestros representantes públicos.
Currito de Cortiguera