[LA OVEJA NEGRA] Del pacto de la morralla a la conjura de los necios
GERMÁN VALCÁRCEL | Muchas de mis indignaciones proceden de mi animadversión hacia los necios e incompetentes que, asentados en la clase política comarcal, no conocen los límites entre demagogia y presencia política. De ahi la hartura, imagino que como les ocurre a otras muchas personas de la ciudad, ante lo que está ocurriendo en el Consistorio de Ponferrada. El esperpéntico espectáculo que está ofreciendo el actual equipo de gobierno –con la oposición como cómplice necesario– es un buen ejemplo del politiqueo cutre, de la chabacanería política, del provincianismo cerril y desquiciado, y del pancismo militante que todos ellos practican, aferrados a la poltrona como garrapatas y dispuestos a que la ciudad se hunda antes que irse para su casa y perder su estupendo salario y sus prebendas.
Lo que ocurre en el Ayuntamiento ponferradino no es otra cosa que el reflejo del gravísimo deterioro social, de la destrucción de todo el tejido social critico –no hablo de la disidencia controlada y subvencionada– capaz de organizarse para la defensa de los intereses comunes, en definitiva, de la derrota de una sociedad asustada y sin capacidad de reacción ante la crisis multiformica y el expolio que sufre toda la comarca; y es la constatación de que ya no hay ninguna relación entre los representantes políticos y la política como instrumento para solucionar los problemas comunes y la convivencia.
Pero, por doloroso que nos pueda parecer, los políticos surgen del seno de la sociedad en la que viven y a la que representan, están marcados por los valores reinantes en la misma, comparten, en gran medida, las mismas señas de identidad de sus votantes. Difícilmente habrá representantes políticos de baja calidad en una sociedad de ciudadanos exigentes. Una sociedad democrática y sana jamás habría tenido al frente de sus instituciones más representativas —ciñéndome exclusivamente a la última década— a personajes tan mediocres e incompetentes como Samuel Folgueral, Gloria Merayo, Olegario Ramón o Marco Morala. Por no hablar del centenar largo de concejales y “asesores” que les han acompañado durante esta última década, mayoritariamente unos inútiles, unos aprovechados muy atentos a lograr cualquier ventaja o prebenda que pudieran lograr desde su posición.
Bajo la farsa partitocrática y la profesionalización espuria de la política han entrado en política oleadas de trepas con ganas de medrar social y económicamente, gentes mediocres y codiciosas, sin ningún interés real por ser servidores públicos. Y cuyas mejores, y prácticamente únicas virtudes son: la sumisión y el leal servilismo a las directrices de su partido, y su único fin: asegurarse unos ingresos imposibles de conseguir fuera de la representación política institucional. Fue ilustrativo el ejemplo que nos ofreció el actual líder de la oposición ponferradina y actual presidente del Consejo Comarcal, el “pesoista” Olegario Ramon, cuando perdió la alcaldía, ninguneando y despreciandfo a un “compañero” de partido, para no tener que volver a su trabajo de funcionario. Su actitud nos aclaro cualquier duda de cuáles son las preocupaciones aspiraciones y objetivos reales del presidente comarcal. Sin embargo, el señor Ramón, ahora, en un ejercicio de cinismo y cara dura, no duda en presentarse como solución, con el argumento de que “ellos no pelean por un sueldo”.
Otro buen ejemplo de la ineptitud, incompetencia, hipocresía y estupidez que atesora la “castuzilla” política berciana nos lo ofrece el actual alcalde, hablando sin parar de la amnistía, o interpelando al presidente del gobierno para cualquier bobada que mande el partido, pero silencioso e incapaz, ante la tremenda crisis que sufre la corporación que preside. Estas son las terribles consecuencias de habernos metido en un callejón sin salida. Somos, como sociedad, políticamente responsables de haber puesto nuestras vidas y los intereses comunes en manos de unos pancistas que han convertido en impensable cualquier intento de cambio social.
Todas estas cosas son las que han convertido al Bierzo en un lugar socialmente muy feo y tenebroso
Se habla mucho, con razón, de las energúmenas y energúmenos de VOX, pero se mira para otro lado ante ese micro fascismo cotidiano que nos está tocando por todos los lados e impregna las relaciones cotidianas, desde esos funcionarios soberbios que convierten cualquier gestión administrativa en un infierno, pasando por las llamadas organizaciones sociales y ONG, convertidas en agencias de colocación o “emprendimiento”, donde se camufla, una parte, de esa supuesta izquierda progre, o “Woke”, especializada en cancelar y tratar de destruir a todo disidente que denuncie sus traiciones, sus incumplimientos, sus sucias componendas y sus oscuras maniobras de blanqueo y lavado verde del poder. La derecha es más contundente, por eso se la ve venir, directamente criminaliza a quien disiente y convierte en delincuentes a los disidentes, en el mejor de los casos, o en terroristas directamente. Todas estas cosas son las que han convertido al Bierzo en un lugar socialmente muy feo y tenebroso.
Ante la grave situación que atraviesa la comarca, pocos buscan a los responsables de la misma y aún menos explican cómo reorientar un modelo económico y empresarial caduco que sigue practicando, fomentando y aplaudiendo los mismos comportamientos y las mismas reglas: ahí tienen a esos cutres chapuceros que han montado un “negociete”, de y para “colegas”, que responde por el nombre de Coalición por el Bierzo –el partido del vicealcalde– otorgando el premio de empresario del año a uno conocido por la explotación y precarización a las que somete a sus trabajadores y por sus prácticas antisindicales. Se premia un modelo irracional y depredador que, basado en el despilfarro de los recursos económicos públicos y la sobreexplotación de los humanos, naturales y medioambientales (el turismo es la otra pata del modelo económico que defiende el señor Alonso y sus mariachis, pero de turismo hablaremos otro dia) no ha hecho otra cosa que intensificar la precariedad, devaluar los salarios y las condiciones de trabajo de las nuevas generaciones e hipotecar de manera prácticamente irreversibles su futuro. De esta gente poco se puede esperar; uno de los fundadores del partido es un maltratador convicto y condenado. Y no venga ahora con que nada sabían. Ante cualquier queja, sobre las formas y manera del maltratador, la respuesta siempre fue: “ya sabes cómo es Pedro”.
La crisis sistémica en la que navegamos, y la irresponsabilidad de estos políticos, están incubando entre una ciudadanía asustada por esa misma crisis los huevos de la serpiente del rencor, antesala del fascismo. Esa sarna empieza a extenderse como una epidemia, no hay más que darse una vuelta por las redes sociales o escuchar cualquier charla en la calle.
Solo desde la elaboración cultural, desde una organización social horizontal y autónoma, y pasando por la capacidad de mantener la pluralidad en tiempos de pensamiento, uno, grande y libre, podremos seguir intentando construir una sociedad democrática y achicar la demagogia, ya que esa será la mejor manera combatir la barbarie que ya se encuentran entre nosotros.
Es lo que ocurre al elegir, constantemente, el mal menor, seguimos eligiendo lo malo. Algo de lo que ya nos avisó Hanna Arendt, sobre cuáles son los resultados que tiene esa elección, cuando escribió sobre de la banalidad del mal. Nos dijo que la ética de la responsabilidad implica someter las acciones a una reflexión y que “la libertad no es la capacidad de elegir entre opciones preexistentes, sino la posibilidad de crear nuevas opciones”.