[LA OVEJA NEGRA] Un futuro para el Bierzo: una tirolina de los Aquilanos a Las Médulas, pasando por Compostilla
GERMÁN VALCÁRCEL | Si a la banalidad y falta de rigor, signos fatídicos de los tiempos que corren, le unimos el atrevimiento, la estrechez de espíritu y el cutre aldeanismo político, simplemente les estoy describiendo el “entramado conceptual” que sustenta la toma de decisiones políticas de los dirigentes del bercianismo y de una parte importante de la sociedad berciana.
Darle poder y capacidad de decisión a una pandilla de necios incompetentes era lo único que podía empeorar la situación de la capital de la comatosa comarca berciana. En ello estamos. Pero no me cabe ninguna duda de quienes parten las directrices y decisiones que, en materia de política turística, se están tomando en Ponferrada. La última demostración del actual equipo de gobierno, con el bercianista Iván Alonso a la cabeza, nos confirma sus intenciones, con la inauguración de un “mirador”, parece que el primero de cinco, en uno de los parajes más hermosos del municipio y el anuncio de un “castillete” a la entrada a Ponferrada por la avenida de Astorga. Cutrerío a gran escala.
Al concejal de turismo y a todo su equipo de “asesores” les ha dado por convertir ese paraíso sensorial que conforman los Montes Aquilanos y el Valle del Oza en un parque temático para que hordas de turistas y domingueros se hagan selfis. Los bercianistas, presos de sus complejos y de su identitarismo de aldea, siempre han confundido cantidad con calidad, y valor y precio. Se constata que nada han aprendido del desastre llevado a cabo en Las Médulas. O sí, a veces parece que incidir y perseverar en el error es lo que les engorda el ego a los representantes políticos y a sus “asesores” áulicos, incapaces de ver por dónde vienen los vientos que marcarán no solo nuestro futuro sino el de toda la humanidad. Es la soberbia de quienes se sienten y saben impunes, desde su posición de dirigente político o alto funcionario.
En el mercadillo del disparate que estos individuos están montando, a ninguno de ellos se les ocurre presentar un plan para la regeneración de esos montes y valles, o su aprovechamiento para iniciar planes de ganadería y agricultura regenerativa y no dejarla en manos de especuladores que solo buscan las subvenciones de la PAC. Lo de la soberanía alimentaria, les da lo mismo. A pesar de lo que está ocurriendo en todo el continente europeo. Es lo que tiene mirar, solo, a su propio ombligo. Estas gentes dan por descontado que van a seguir cobrando sus nóminas, que como todos sabemos salen del saqueo de lo público, vía impuestos.
Solo una sociedad que ha alcanzado un grado de inmovilidad intelectual, ceguera política e indigencia cultural casi absoluta, puede permitir el destrozo impune que de su patrimonio natural y cultural se va a perpetrar en el sur del municipio. Algo que la clasemediana, cutre y reaccionaria derecha ponferradina —también una parte de la izquierda progre está en lo mismo— lleva décadas intentándolo, en sus afanes de expolio, explotación y mercantilización de los bienes comunes. Empezaron, hace casi cuatro décadas, con la estación de esquí del Morredero, y ahora que la nieve ha desaparecido de la zona pretenden construir una “estación de montaña” como lugar de salida de las decenas de “rutas” para bicicletas y domingueros construidos por el concejal bercianista. Tal vez pretenda comprar otro tractor, con fondos municipales, para seguir ampliando la oferta y poder crear otro puesto de trabajo para algún amiguete. El bercianismo, como todo identitarismo, siempre fue una ventana de oportunidad y un nicho de negocio para que algunos personajes locales medraran social y económicamente. En sociedades alienadas, envolverse en banderas siempre produce réditos.
El turismo no es bueno para los habitantes de la zona, solo para algunos especuladores y empresarios del sector
Dentro del actual equipo de gobierno hay otro concejal, don Carlos Cortina, empresario del sector de la restauración, que sabe de esto mucho, no en vano era presidente de la Asociación de Amigos del Morredero que estuvo explotando de forma ¿alegal o ilegal? aquellos parajes y, seguramente, nos puede informar que fue de aquel estudio que costó cuarenta mil euros a las arcas municipales e iba a convertir el Morredero en la mayor estación de esquí del noroeste de la Península Ibérica.
Otra falacia que utilizan estos personajes es la de que el turismo fija población y ayuda a paliar la despoblación. La realidad es bien distinta, dos ejemplos en la zona: San Cristóbal de Valdueza, la pedanía más afectada por la supuesta estación de esquí del Morredero, tenía 37 habitantes en los años de mayor uso de la misma; actualmente, y después de más de una década cerrada, 55 personas habitan en él. La vida en esta aldea, aquellos fines de semana, era un auténtico infierno. La gente huía de allí, 15 años después, una vez acabado el esquí, es un buen lugar para vivir. En el otro extremo, Peñalba, declarado uno de los pueblos más bonitos de España, puro marketing, en aquellas mismas fechas tenía 29 habitantes, actualmente escasamente 20. No tengo ninguna duda de que este tema nos va a dar para escribir mucho, y más conociendo cómo se las gasta el entorno bercianista con sus críticos. Ya decía mi abuela que “cuando el tonto coge la linde, la linde se acaba el tonto sigue”.
La industria turística, una de las más destructivas y contaminantes, se basa en el saqueo de los bienes comunes, en la precarización y el empobrecimiento social. Es falso que estimule la creación de riqueza. Ejemplos hay en este país para regalar, Canarias y Baleares, sin irnos al extranjero. Canarias cuenta con las mayores tasas de pobreza de este país, con cifras cercanas al 50 % de su población, con porcentajes similares de pobreza infantil. Baleares ha pasado, desde principios de siglo, de ser la tercera en renta per cápita, prácticamente a la par de Navarra y Madrid, a ser la séptima. Tampoco estoy descubriendo nada nuevo si afirmo que el mal llamado turismo rural aumenta gravemente la producción de residuos, destruye nuestros montes y el campo, incluso falsifica nuestra historia y cultura (todo el plan turístico de Ponferrada está basado en falsedades y mentiras aceptadas socialmente; sabido es que el lugar común es el dogma del necio) multiplica por cuatro el consumo de agua, contamina suelos, destruye el hábitat de la flora y la fauna, cambia el uso de suelo forestal, y pervierte y mercantiliza nuestras vidas. Seguramente pensarán que echarse en manos del turismo supone un cambio del modelo productivo. Pero el turismo no es bueno para los habitantes de la zona, solo para algunos especuladores y empresarios del sector.
Finalmente, una duda: ¿Dónde están los autoproclamados ecologistas, o ecologetas —a gusto del lector— ante estas nuevas agresiones al medioambiente? ¿Oponerse a este nuevo ecocidio no da rentabilidad mediática en la comarca y se arriesgan a que los medios convencionales no les den espacios en los que escupir el rollo verde urbanita, acientífico, buenista y bonachón? ¿O tal vez haciendo campañas en las redes sociales para lograr que un dysnealizado y vulgarizado bosque se convierta en la nueva presa de los consumidores de naturaleza? ¿O haciendo bullying, cancelando y tratando de destruir a todo movimiento autónomo, o personas que ellos no controlen y que piensen por cuenta propia, mientras apoyan y enverdecen a empresarios del sector turístico y agroindustrial? ¿O intentando imponer un ecologismo que nos convierta a todos en fotocopias de los líderes y gurús verdes de la comarca? Esta es una buena ocasión para demostrar que, ya que no podemos cambiar el mundo, sí podemos hacer algo por nuestra pequeña parte del mismo.