Francisco Pozo se sumerge en la infancia en su tercer poemario, ‘El verano del Niño Aúlla’
Rilke afirmaba que “la verdadera patria del hombre es la infancia”, ese lugar donde se va conformando nuestra identidad.
Bajo esta premisa, el poeta berciano Francisco L. Pozo saca a la luz su tercer libro de poemas El verano del Niño Aúlla, en el que el autor de Igüeña se sumerge en el asombro de las palabras, en los reinos de la infancia y en los enmarañados zarcillos del amor. El verano del Niño Aúlla fue —como lo han sido tantos otros veranos— el verano del amor; del amor enamorado y su complemento indirecto: el desamor. Y si hablamos de amor y lenguaje hablamos de poesía y dificultad.
Además, para Pozo, la poesía es lenguaje, palabra escrita y belleza. Sucede que a menudo lo bello es injusto (e inútil) —«como un mar de retama ardiendo al atardecer»— o la palabra queda «como un águila calzada / inmóvil en el cielo». Surge entonces, afirma el autor, otra idea más, catalizadora de estos poemas de El verano del Niño Aúlla: el lenguaje es dificultad, en muchas ocasiones trastorno e imposibilidad de comunicarse. La imposibilidad y la horizontalidad de lo dormido y lo quieto.
El Niño —que en los poemas a veces se transfigura en Niña, Mujer o Cuervo— aúlla incapaz de hacerse entender y el poeta escribe, o acaso solo imagina poemas, tal vez más desenamorado que enamorado; ambos atrapados en la misma dificultad e imposibilidad del amor. El verano del Niño Aúlla, supone, en suma, una obra de madurez; un intento acertado de indagar en el lenguaje y en la infancia como media de conocer aquellas cuestiones que emergen en el poeta.
Francisco L. Pozo, nacido en 1968 en Igüeña, se ha sentido atraído desde niño por los libros y la literatura, especialmente por la poesía. Durante los años 90 reside en Madrid, diplomándose en Biblioteconomía y Documentación por la Universidad Complutense. En 2002 regresa al Bierzo, donde vive en la actualidad. Recientemente ha ampliado su formación como TS en Documentación y Administración Sanitarias.
Interesado por la fotografía, ha sido seleccionado en algunos certámenes y concursos, además de colaborar como fotógrafo con la prensa local. Respecto a su faceta literaria, reunió sus primeros poemas en el libro Espelunca (1990), y tras un largo silencio poético publicó Para ver nacer el cataclismo (Baile del Sol, 2015). Además, ha participado en diversas lecturas poéticas, como la XLIII Fiesta de la Poesía de Villafranca del Bierzo.