[LA PIMPINELA ESCARLATA] T y T
EDUARDO FERNÁNDEZ | Ya se podrían imaginar ustedes, amables lectores, que no iba a resistir la tentación de esperar para la siguiente pimpinela hasta que hubieran transcurrido las elecciones gallegas. No sólo porque en el Bierzo vivamos con mucha intensidad lo que pasa en una tierra tan cercana, o porque algunos políticos locales se hubieran involucrado en la campaña de las elecciones autonómicas gallegas, sino por ver si tengo que cambiar de religión y profesar la nueva fe tezaniana, en la que Sánchez es el altísimo (que lo es, y guapísimo, y humildísimo, y omnisciente, y además, siempre mantiene su palabra) y Tezanos es su profeta.
El título de esta pimpinela podría haber hecho referencia a tartas y tercos, a tiempos y trabajos, a tibieza y tramas (que miren que las tramas de las mascarillas no defraudan a pesar del paso de los años y ahí tienen a los abalistas -no de aval sino de Ábalos, el que por el castillo de Ponferrada campó con Olegario el abalista arrepentido de abrazo y cese- que no paran de caer detenciones y titulares). O a temor y tacto (uno rectal se lo acaban de realizar al socialismo gallego y no parece que esté muy boyante). O a tontos y tarambanas, que tampoco faltan entre los bercianos, como en cada pequeña parte del mundo. Pero, no, lo de hoy va de tractores y Tezanos.
Respecto a lo primero he visto desfilar bajo mi ventana una hilera interminable de tractores protestando por la crítica situación del campo berciano. Ya solo nos faltaba esto, que un sector que ha aguantado incluso los momentos más duros de las crisis esté al borde de la extenuación. El caso es que yo sigo haciendo mi parte, que es consumiendo todo lo que puedo, y no veo que los precios bajen, de modo que alguien hace mal su trabajo al controlar la política macroeconómica en la inflación, que es este brillantísimo gobierno, y otros maximizan el suyo quedándose con el margen de ganancia mayor de los agricultores, que son los intermediarios entre el labrador berciano y el consumidor berciano, sin tener que ir más lejos. Ya se pueden imaginar ustedes que no voy a hacer aquí un canto elegíaco a la economía dirigida del control de precios, porque eso no les salió bien ni en la Unión Soviética ni a Garzón el del ecosistema incomprendido de las puertas giratorias. Pero es verdad que las administraciones podían hacer un poquito más por evitar el desequilibrio en los costes estructurales que aguantan agricultores y ganaderos.
En su grandilocuente estilo habitual, Cicerón escribió en De senectute algunas consideraciones sobre el respeto (hoy diríamos que ecológico) hacia la naturaleza y el modo en el que los agricultores la preservan. De ahí una frase como “la agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre”. Dos mil años después cada vez se lo ponen más difícil a la naturaleza y al agricultor, sencillo y sabio a la vez en nuestra tierra. No me extraña el hartazgo, la tractorada y el cabreo en abanico para todos los que tienen alguna responsabilidad. Ahora bien, unos tienen un ministerio y otros no; unos negocian en Bruselas y otros no; unos legislan en principio para toda España aunque se ocupen mucho más de los independentistas, y otros no. Estas protestas no pueden sernos ajenas en el Bierzo, aunque vivamos de otra cosa, aunque nuestra profesión tenga poco que ver con el campo, aunque creamos que estas son necesidades que nos pillan muy lejos, porque no es verdad. En el Bierzo todos vivimos un poco de los agricultores, a todos nos pillan estos problemas tan cerca como en nuestra despensa o en nuestra mesa.
Yo no voy a sacar mi tractor imaginario a la calle, pero les confieso mi aplauso cuando los vi pasar. Y ya no les cuento el paroxismo con las banderas del Bierzo y España al viento. Este es otro problema para ellos. Alguien está intentando esparcir interesada y repugnantemente la idea de que todos los agricultores son de derechas y que se apañen. Semejante memez no merece más que el desprecio de todos, y si acaso, una crisis de abastecimiento para los idiotas que así lo piensan. Ojalá no haya ocasión de volver a escribir de esto porque se solucionen los problemas, pero me temo todo lo contrario.
Y todo lo contrario es lo que ha pasado cuando se abrieron las urnas el domingo en Galicia respecto a lo vaticinado por ese gran gurú de la intoxicación política, la creación de tensión, la generación de polarización y la falsedad interesada que resulta ser el tal Tezanos. Tengo como politólogo un extraordinario respeto por el trabajo de los profesionales del Centro de Investigaciones sociológicas. Tengo como contribuyente español un enorme cabreo por la burda manipulación interesada que al servicio del poder sanchista se hace desde un organismo público que pagamos todos. Y eso tiene un responsable directo, que es el que dirige el CIS, no por incapaz, sino por trilero, por mentiroso a sabiendas, por denigrador del trabajo de sus sociólogos y por emponzoñador de una contienda política que debía ser más limpia y transparente en las instancias públicas. Cuando sales a jugar el partido con la convicción de que te van a arrasar, mejor embarrar el campo, y Tezanos es un embarrador de primera, eso sí; un pronosticador de pacotilla a la vista objetiva de la diferencia entre su apuesta -mucho más su deseo-y los resultados obtenidos que abochornarían al mayor caradura.
Dirán ustedes que esto tiene poco que ver con los que vivimos en Ponferrada, pero es que Tezanos hace predicciones para todos, incluidos los que aquí leemos sus informes periódicos. Ya he perdido la cuenta de las veces que ha pronosticado para la derecha peores resultados de los que han obtenido y para la izquierda unos resultados que eran ensoñaciones y no previsiones. Lo malo de las ensoñaciones es que vienen las urnas y te despiertan de un bofetón. Pues nada, a seguir pronosticando como solo él sabe hacerlo hasta que lo haga en el poso del café que se bebe Sánchez, por no hacerlo con sus entrañas, que estos aprendices de augur empiezan pronosticando el triunfo de la izquierda gallega y no se sabe dónde terminan. Él, dirigiendo el CIS.