[LA OVEJA NEGRA] El final de la escapada
GERMÁN VALCÁRCEL | Toda la información y documentación científica a la que se puede acceder nos indica la gravedad de la crisis climática en la que estamos inmersos y nos alerta de que el tiempo para tomar alguna medida se acaba. Incluso, algunas informaciones hablan de que ya no es posible detener por completo el cambio climático, pero si es posible poner en marcha medidas estructurales que impidan una catástrofe climática, esto es, los rápidos procesos de retroalimentación que conducen a un “cambio climático abrupto”, porque si no impedimos ese cambio abrupto, muchas especies se extinguirán y cientos de millones de seres humanos morirán a causa de las sequías, el hambre, la carencia de agua, las enfermedades, la represión y las guerras.
Sin embargo, solo un reducido grupo de científicos y pequeños colectivos activistas tratan de despertar y de llamar a la sociedad civil a iniciar una “acción climática colectiva”. De la casta política y de sus terminales “oenegeras” mejor deberíamos empezar a olvidarnos, no son la solución, son parte, y muy importante, del problema. Cuando llegue el momento tendremos que exigirles responsabilidades, porque las políticas que están implementando no son otra cosa que crímenes contra la humanidad.
El momento histórico que vivimos es sombrío, y resulta difícil movilizar a una sociedad alienada, ciega, con las facultades críticas anuladas, incapaz de distinguir entre sus deseos y la verdad, enferma de ego y narcisismo. No es fácil luchar contra y dentro de un sistema como el capitalismo, donde casi todo se organiza como si fuera un “nicho de mercado”, incluso las disidencias, donde las distintas posiciones compiten entre sí. Ahí tienen a partidos como Más País, Sumar, los green new dealers, y a las grandes organizaciones ecologistas del país, colonizados por los expoliadores fondos de inversión, vestidos de lagarterana verde, prestos a hacerse con los ingentes fondos Next Generation, difundiendo la alegría y felicidad que nos van a proporcionar las “energías renovables”, contraponiendo su discurso a lo que ellos llaman paralizadores y negativos colapsistas-decrecentistas. En todos los ámbitos de la sociedad, incluso en el “mundillo del activismo”, vivimos rodeados de sociópatas y trepas que esconden y justifican su sociopatía, su egolatría, su clasismo, su supremacismo, su colonialismo y autoritarismo tras la defensa de “buenas causas”. Un patrón muy común, fácil de observar en un lugar tan pequeño y cerrado como el Bierzo, donde no se duda en poner en marcha dinámicas podridas con tal de conseguir, o seguir manteniendo, lo que llaman hegemonía.
Las bases de nuestra civilización se han deteriorado y sus deficiencias han aumentado, la extensión del egoísmo y la práctica desaparición de las viejas tradiciones solidarias hacen muy difícil y penosa la lucha. De ahí mi respeto y admiración hacia gentes como Turiel, Taibo, Antonio Aretxabala, Alicia Valero, Pedro Prieto, Jorge Riechmann, Marga Mediavilla y tantas otras personas, capaces de soportar todo tipo de campañas, las más virulentas, curiosamente, las iniciadas desde los sectores de la izquierda institucional y el ecologismo estatalista, temerosos de perder “cacho”. Por eso su empeño en bloquear y destruir toda energía política mínimamente creativa que plantee soluciones al margen del Estado y sus instituciones.
El enorme progreso tecnológico y científico está siendo la causa de las peores regresiones en el pensamiento
Los que vivimos en entornos rurales, como la comarca berciana, asistimos estupefactos al silencio que sobre la “revuelta de los tractores” mantienen la izquierda institucional local y un sector del movimiento ecologista berciano ¿Sera por su alianza estructural con los sectores del turismo y la agroindustria? Las palabras más importantes le hemos escuchado han sido para recordarnos los objetivos de la Agenda 2030, por boca del presidente del Consejo Comarcal. Pero ni una sola palabra sobre la destrucción y ecocidio que supone seguir manteniendo el modelo industrial agrícola vigente, absolutamente dependiente del sistema fosilista, cualquier cosa, antes que denunciar al autentico responsable: el capitalismo, o hablar de teoría ecológica, de lo que trae aparejado para el sector el cambio climático, de la termodinámica de sistemas complejos, de la geoquímica, de permacultura o de ganadería regenerativa, son cosas que están reñidas con el “ecologismo” políticamente correcto. Siempre habrá algún líder de la izquierda estatalista e institucional o algún pope ecologista que nos diga que “la gente no está preparada para esas cosas”, no vaya a ser que les desbarate su discurso redentor. Sin embargo, luego nos extrañamos y nos llevamos las manos a la cabeza de que el sector agrícola y ganadero haya caído en manos de los neofascistas de VOX, o los neoliberales del PP, ellos sí saben ofrecer recetas y soluciones simples a problemas complejos.
Mientras la sociedad se polariza cada día más, ante la crisis antropológica y civilizatoria que engloba a la ecológica, climática, energética, de biodiversidad, económica, política y social, servidor se siente sobrepasado por la sobrecogedora sobreactuación de los representantes políticos, “todólogos” y demás agentes sociales que compiten en el mercado del espectáculo mediático y en las redes sociales, donde los dogmatismos y fanatismos han desencadenado una ola de odios e idolatrías ciegas que me llevan a preguntarme, desesperadamente, si tenemos derecho a la esperanza, o lo único que nos queda es resistir ante unos poderes económicos y políticos que, con la tecnología como herramienta, pretenden imponer la sociedad de la sumisión.
El enorme progreso tecnológico y científico está siendo la causa de las peores regresiones en el pensamiento y nos ha convertido en ciegos, incapaces de ver y asimilar la compleja realidad que hemos construido. Hace tiempo pensé que un cambio de rumbo era posible, hoy me parece improbable, además, empiezo a pensar que ya es demasiado tarde.