[LOS GATOS DEL CALLEJÓN] A propósito de Koldo
OTRA GATA | Está claro que las oportunidades de hacer dinero fácil seducen a mucha gente y con alguna frecuencia llegan a nuestras playas historias más o menos exóticas y atrevidas de maniobras urdidas por “empresarios” y “conseguidores” afines al poder de turno que por alguna circunstancia, error, enfados de personas despechadas, o la acción de control de las instituciones, quedan al descubierto para indignación y repugnancia de esa mayoría que no se resigna a aceptar que el beneficio económico, lícito o ilícito sea el único motor que guía la vida y las actuaciones de las personas.
Como en otras ocasiones, Koldo y sus cuates empresarios parece ser que vieron la oportunidad de sacar tajada de una situación desesperada, cuando la Covid arrasaba España y medio mundo. No fueron muy originales, vistas otras historias madrileñas que afectan a la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid; ni siquiera malvados de primera como los que venden plazas en pateras con destino a la muerte en el mar o trafican con la desesperación de los gazatíes para buscarles una salida de esa ratonera macabra en que Israel con la aceptación de Estados Unidos y media Unión Europea ha convertido su propio territorio.
Al final puede que, como se dice ahora, no exista “reproche penal” que hacer, y que estos angelitos se vayan de rositas, porque se trató de hechos, para nada éticos, pero que a lo mejor, si encajan en una legalidad que acepta determinados comportamientos porque finalmente todo se realiza dentro de un procedimiento administrativo impecable.
En este sentido se pronunciaba el martes pasado el Sr Ábalos, ex ministro de Transportes y protector benefactor de Koldo al punto de convertirlo en asesor y consejero de entidades públicas. Escuchar al Sr Ábalos escudarse en que no forma parte de la investigación en curso y que los expedientes en cuestión estuvieron requete-auditados, da que pensar en cómo la legalidad, a veces, permite amparar o esconder comportamientos absolutamente execrables. El Sr Ábalos tiene como poco la responsabilidad política de haber promocionado y protegido a una persona que, al menos abusó de su confianza y utilizó su posición para, presuntamente, obtener beneficios personales, todo ello en el marco de una red organizada. En palabras de la expresidenta de la comunidad de Madrid, que pasó por tragos parecidos, no parece haber ejercido su responsabilidad “in vigilando”, y sea o no sea ya ministro de Transportes, este error político merece tener consecuencias políticas. Su discurso de resistencia para probar su inocencia recuerda bastante a la posición del Sr Rubiales aferrándose numantinamente al cargo, de la federación española de fútbol sin darse cuenta de que todo lo que hacía y decía solo contribuía a que su situación fuera más patética.
Y si, finalmente, estas prácticas fueran legales y el asunto se quedará sin castigo, a muchas se nos pondrá “cara de tontos” una vez más. Y nos gustaría que la legalidad fuera más estricta con esos comportamientos y no se produjera esa disyuntiva entre lo legal y lo ético. Lo legal es siempre ético; no es de recibo pensar que en un estado de derecho la legislación que se promulga no está inspirada en valores éticos, que además se convierten en valores generales al ser refrendados por la mayoría. Esa es una ética objetiva, mientras que las éticas que enarbolamos para fustigar a los demás están hechas a medida del que las utiliza. Cosa, por cierto, muy poco ética.
Nosotras somos partidarias de extremar las medidas anticorrupción con carácter preventivo y evitar que nadie pueda acceder a posiciones desde las que actúe en su propio beneficio. Pero, dada la facilidad con la que surgen “empresarios” y “conseguidores” atentos al lucro fácil, mucho nos tememos que episodios como este seguirán produciéndose.
Bercianas, estas historias siempre nos dejan un regusto amargo.