[LA OVEJA NEGRA] Nada que celebrar
GERMÁN VALCÁRCEL | Un 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón “descubrió» América. El viajero genovés intentaba encontrar nuevas rutas comerciales de la península ibérica para llegar a Asia. El “descubrimiento” permitió a Europa salir de la crisis de la Edad Media y el despojo del viejo mundo a los pueblos originarios de América generó el parto del sistema mundial capitalista.
El solo hecho de pisar tierra produjo una espectacular cadena de acontecimientos que transformó la historia de la humanidad. El descubrimiento de oro y plata en el continente desato un verdadero aluvión colonizador. Centenares de expediciones y millares de hombres fueron tras los pasos de fabulosas fortunas. En los primeros 150 años de conquista, toneladas de plata y oro arribaron a España y potenciaron el incipiente desarrollo comercial y manufacturero, que abrió las puertas a la Revolución Industrial y al desarrollo capitalista de Europa.
Karl Marx escribió en El Capital una lúcida reflexión sobre el descubrimiento y conquista de América, el capítulo XXIV es central para entender la historia de América Latina. Marx es enfático y explica que el “descubrimiento” fue un acto de barbarie. Sostiene en ese capítulo del tomo 1 de El Capital: “Los descubrimientos de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, la esclavización de las poblaciones indígenas, forzadas a trabajar en el interior de las minas, el comienzo de la conquista y del saqueo de las Indias, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros, son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista (…) Las riquezas apresadas fuera de Europa por el pillaje, la esclavización y la masacre refluían hacia la metrópolis donde se transformaban en capital”.
La llegada de Colón a lo que actualmente conocemos como América cambió el curso propio que habían seguido los pueblos originarios y sus culturas, y sus sistemas sociales se vieron profundamente alterados. Pero también trasformo las relaciones de los imperios coloniales europeos y determinó la historia de la humanidad para siempre.
En pocos años españoles, portugueses, británicos, holandeses y franceses se disputaron el gigantesco botín. Un siglo después de su llegada, más de 70 millones de indígenas preexistentes sólo quedaban tres millones y medio de almas. Primero, fueron derrotados, posteriormente, privados de su cultura y creencias, sometidos al trabajo esclavo; las enfermedades importadas por los europeos encontraron a sus organismos sin defensas para resistir los virus y bacterias. La casi extinción de la población nativa generó otro genocidio; al propiciar el repudiable comercio de seres humanos, al arrancar millones de africanos de su tierra natal para traerlos como nueva mano de obra esclava.
En este país de desmemoria y alienación, poco se puede esperar de una ciudadanía infantilizada que delira por el fútbol e infectada por el virus del sectarismo
Se puede afirmar que cuando los españoles llegaron a las playas para “descubrir” aquello que denominaban frívolamente “nuevas tierras”, lo que en realidad se inicio fue una política sistemática de exterminio de las civilizaciones que estaban en esas latitudes desde siempre. Con lenguaje actual diríamos que lo que comenzó en esa fecha trágica y emblemática fue un gigantesco operativo de terrorismo de Estado. Cuyo punto de partida se dio con los pueblos originarios del siglo XV, siguió con los afrodescendientes norteamericanos explotados y reducidos furiosamente a la servidumbre, y continúa en nuestros días con las vidas suprimidas por el gatillo fácil y la tortura en el conurbano bonaerense, o con los secuestros y desapariciones de estudiantes en Ayotzinapa, estado de Guerrero, en ese México despiadado, o con la criminalización de las organizaciones sociales de Honduras y buena parte de los demás países de América latina y el Caribe, o con los prolongados encarcelamientos de mapuches en Chile o con la persecución y el asesinato de los qom, wichí, guaraníes y otras naciones del norte argentino que reclaman legítimamente contra el saqueo de lo que es suyo o el reciente levantamiento popular indígena que estos días se da en Ecuador contra las imposiciones de un organismo tan occidental como es el Fondo Monetario Internacional.
Poco se puede esperar de un país como España que ha convertido el expolio, el saqueo y la muerte en los valores patrios y los cimientos y la argamasa de su orgullo como nación. Seguramente la exaltación de ese tipo de valores hace que sus ciudadanos no se levanten ante el latrocinio al que actualmente nos están sometiendo una miserable casta política hundida en un mar de incompetencia, corrupción y de ignominia, que se dedica a lo único que les importa: sus intereses bastardos.
En este país de desmemoria y alienación, poco se puede esperar de una ciudadanía infantilizada que delira por el fútbol e infectada por el virus del sectarismo (el tú o los tuyos más, aparece en cualquier conversación sobre política). Poco se puede esperar de un país incapaz de enterrar definitivamente y sin escandalo a un criminal como Franco y de dar reparación y hacer justicia con los miles de compatriotas desaparecidos que siguen enterrados en cunetas. Escasas esperanzas quedan ante la pasividad de la mayoría social de un país como el nuestro y en las condiciones de degradación actuales, un país que camina hacia el desastre.
Esta mediocridad de país es tierra fértil para ladrones y estafadores, que hacen con él lo que la avaricia, la prepotencia y la impunidad les instiga y lo que nosotros con nuestra mediocridad, solapamos. Atontémonos y celebremos con orgullo y satisfacción un genocidio y un ecocidio como el cometido en lo que hoy conocemos como América, olvidemos la dignidad y aplaudamos las burlas de unas élites políticas y económicas que hacen de nosotros marionetas, marionetas de mediocridad.
Nos radiografió muy bien Ramón María del Valle-Inclán: “Este pueblo miserable transforma todos los grandes conceptos en un cuento de beatas costureras”. Consecuentemente nada que celebrar en el quinientos veintisiete aniversario de la fundación de eso que el recientemente fallecido sociólogo norteamericano Immanuel Wallerstein denominaba sistema-mundo.