[LA OVEJA NEGRA] Ciencia contra necedad, rigor contra populismo
GERMÁN VALCÁRCEL | Algunos pensamos que el poder no solo está en las élites estatales, partidistas y corporativas, y aunque, desgraciadamente, lo hemos delegado, también se encuentra en las interacciones diarias de todos nosotros dentro de la sociedad. Es necesario empezar a ejercer ese poder. Por eso la llamada a construir formas alternativas de organización social, cuyo objetivo sería crear un proceso de toma de decisiones horizontal y consensuada. La finalidad es sencilla, prepararnos para hacer frente a lo que se avecina.
Para ello debemos empezar a sustituir una economía organizada en torno a la explotación de seres humanos y recursos finitos, mediante la dominación y la extracción -eso es el capitalismo- por una basada en la reciprocidad con la biosfera y los seres vivos que la habitan. Siempre, en la historia de la humanidad, desde la prehistoria, fue esencial el apoyo mutuo y la cooperación para el desarrollo humano. Las investigaciones paleo antropológicas, llevadas a cabo desde Olduvai en Tanzania, a Atapuerca en Burgos, pasando por los descubrimientos antropológicos del lago Turkana, en Kenia, nos confirman que el cuidado de los más débiles forma parte de la naturaleza humana, y la colaboración entre especies, algo que siempre funciono, como forma de minimizar los inevitables impactos de la vida humana. Algo que el metabolismo capitalista no puede digerir.
Si queremos encontrar un horizonte a nuestras vidas, necesitamos crear formas alternativas de organización social, basadas en principios de horizontalismo, ayuda mutua y toma de decisiones por consenso. Si queremos encontrar un futuro para las generaciones venideras, es necesario desafiar estructuras de poder como el Estado, el capitalismo neoliberal, la globalización y crear sistemas alternativos de gobernanza y producción.
Por eso es necesario, en nuestros lugares de residencia, por pequeños que sean, y siempre que podamos, combatir activamente a tanto descerebrado que da pábulo, en los medios de comunicación y en las redes sociales a las manipulaciones que, negando las leyes de la física, la termodinámica y el clima, son presentadas por seudocientíficos y gabinetes de comunicación, al servicio de interés económicos y políticos espurios, pero sirven para generar confusión y para sustentar la suicida estupidez, el sectarismo de tanto “cuñao” y el necio narcisismo de los millones de alienados absorbidos por las redes sociales. Los peores, la mayoría de las veces, son los que disfrazan de verde sus políticas, para seguir manteniendo el statu quo vigente. A los otros se les ve venir.
No nos dejemos engañar: tras las políticas que nos hablan de Desarrollo Sostenible, de Green New Deal, Pacto Verde, o de cualquier otro eufemismo verde, solo se busca justificar algunas formas auténticamente brutales de especulación y tecno optimismo, con un objetivo: salvar el capitalismo como única forma de supervivencia del ser humano y seguir permitiendo el crecimiento exponencial de inversores Y financieros. ¿Qué otra cosa es la mal llamada Transición Energética? Ahora ya es evidente que lo que realmente se esconde tras esas “políticas verdes”, y su falaz lucha contra el cambio climático –algo realmente urgente y necesario- no es más que el intento de supervivencia de los más ricos, una salida sociópata a la crisis iniciada y ocasionada por ese capitalismo que pretenden salvar y justificando esas políticas con atroces especulaciones tecnosolucionistas, o cosas a veces mucho peores.
Es necesario y urgente dar a conocer las informaciones que los científicos serios nos facilitan, y exponer ante la opinión pública todo tipo de referencias y artículos científicos que nos alertan sobre los graves riesgos a los que nos enfrentamos, escribiendo en medios de comunicación y redes sociales, explicando la crisis civilizatoria; producto de las ecológicas, climática, energética y de materias primas. Explicar, informar es la única forma de combatir tanta manipulación y tanta intoxicación. Lo dice, magníficamente, la escritora Ursula K. Le Guin: “Vivimos en el capitalismo. Su poder parece inexorable. También lo parecía el derecho divino de los reyes. Todo poder humano puede resistir y cambiar por seres humanos. La resistencia y el cambio muchas veces empiezan con el arte, con el arte de las palabras”.
La crisis ecológica que está teniendo lugar a nuestro alrededor es mucho más grave de lo que solemos pensar
La política y el activismo social deben fundamentarse en la controversia civilizada, sabiendo que la propaganda perturba. Sabemos que la movilización en el espacio público es necesaria, pero también deriva o puede derivar en espectáculo y narcisismo, uno de los más grandes y graves problemas de los movimientos sociales. De sobra conocemos que la caverna nos hace ver sombras, figuras deformadas, ilusiones, mentiras. Necesitamos información, formación y prudencia analítica, para salir de la locura en la que estamos inmersos.
Los que estamos empeñados en avisar de las consecuencias hacia las que nos encaminamos, de no cambiar de rumbo, no somos los voceros del apocalipsis, ni “asusta viejas”, como interesadamente se nos pretende presentar. Técnicas de descalificación nada nuevas en la historia de la humanidad. Ya en la Edad Media las rebeliones campesinas que trataron de derrocar el feudalismo fueron tachadas de heréticas por la Iglesia —el gran poder de la época—, acusación que se utilizó para justificar la violencia empleada para sofocarlos. Ahora la violencia se ejecuta de forma más sofisticada, y las viejas ejecuciones en la plaza pública se han trasladado a las redes sociales y medios de comunicación.
La realidad es que, los mal llamados colapsistas (tratar de explicar un fenómeno en marcha no es defenderlo) solamente pretendemos poner en conocimiento de la población en general lo que, las elites económicas y financieras que administran el expolio y explotación del planeta y a sus seres vivos; sus mayordomos: los políticos, y sus voceros: los medios de adoctrinamiento, saben pero ocultan. Información que hace ya muchos años, al menos desde el informe del Club de Roma, “Los límites del Crecimiento”. Aunque, ya años antes, científicos sociales como el historiador anarquista y, padre y pionero de la ecología social, Murray Bookchin, nos alertó sobre los problemas que el orden jerárquico y antropocéntrico que sustenta el metabolismo capitalista lleva aparejados. Toda esa literatura científica está a disposición de quien quiera tomarla, ellos lo hacen. Eso sí, para retorcerla y manipularla de forma interesada, para seguir defendiendo intereses de clase.
Por eso es importante que entendamos lo que hay en juego. La crisis ecológica que está teniendo lugar a nuestro alrededor es mucho más grave de lo que solemos pensar. No son solo un par de problemas aislados, algo que se pueda solucionar interviniendo sobre algún aspecto concreto aquí y allá mientras todo lo demás sigue igual. Lo que está ocurriendo es el colapso de múltiples sistemas interrelacionados, sistemas de los que dependemos fundamentalmente los seres humanos.
Si queremos sobrevivir, es necesario resistir. De nuevo, la escritora Ursula K. Le Guin, nos lo explica en su libro Los desposeídos: “No puedes comprar la revolución. No puedes hacer la revolución. Solo puedes ser la revolución. Está en tu espíritu o no está en ningún sitio.”