[ANÁLISIS] La ciudad enredada
VALENTÍN CARRERA | El 27 de mayo todas las combinaciones que sumen estarán sobre la mesa.
- Cinco alcaldes para diez mandatos
En los cuarenta años transcurridos desde las primeras elecciones democráticas en 1979, la ciudad de Ponferrada ha tenido cinco alcaldes que han dejado una huella desigual. El socialista Celso López Gavela, demócrata convencido, será recordado en la historia de Ponferrada como el gran alcalde de la Transición. Me recuerda a mi padre: nacidos en 1925, ambos abogados, de trato educado y afable, respetuosos con el adversario: un modo ético y estético de entender la política y la convivencia municipal que pertenece a otro tiempo. Por desgracia.
Gavela gobernó con estabilidad cuatro mandatos consecutivos (1979-1995) y el agotamiento de su proyecto abrió las puertas a la alternancia entonces natural (el bipartidismo monárquico PP-PSOE estaba en su apogeo). Tomó el relevo Ismael Álvarez con un modelo de gestión empresarial y un modelo de urbanismo que podría resumirse en las 21.000 viviendas que llegaron a anunciarse en La Rosaleda.
Ismael Álvarez hubiera gobernado otros cuatro mandatos, como Celso —de hecho, su sucesor Riesco completó el ciclo—, de no haberse cruzado en su carrera política la sentencia del caso Nevenka, de todos conocida, y por la que, justa o injustamente, será recordado.
Carlos Riesco, alumno aventajado y traidor de Ismael, a lo tonto, a lo tonto gobernó casi una década, gris y anodina, sin proyecto de ciudad, consintiendo que el PP y sus empresarios cómplices, señaladamente Ulibarri, convirtieran el ayuntamiento de Ponferrada en una finca particular. Riesco será recordado por la Torre de la Rosaleda, de 106 metros, adefesio paleto y de mal gusto construido por Begar en 2006, monumento al Nuevo Rico.
En 2011 Riesco ganó de nuevo las elecciones frente a una candidatura del PSOE encabezada —¡qué cruel es la memoria!— por el arquitecto Samuel Folgueral. El PSOE con Folgueral obtuvo 8.444 votos, a mucha distancia de los 19.000 que sumaron PP y los Independientes de Ismael: definitivamente, Ponferrada era muy de derechas, gobernada por una rancia alianza de curas y constructores.
Por su afición a los ralis, Folgueral ha tenido el defecto de ir deprisa deprisa: en febrero de 2012 presentó una moción de censura contra Riesco —respaldada por las ejecutivas del PSOE, incluida la Federal— y ejecutó la eterna aspiración del gran visir Iznogud: “Ser califa en lugar del califa”. Pero las prisas en política no son buenas y el califato duró apenas dos años. En 2015 el PP, que llevaba en el poder veinte años seguidos, se derrumbó con apenas 7.000 votos frente a los 15.000 de la izquierda (PSOE-USE-En Común), pero Folgueral no supo leer el mandato electoral y cometió su segunda y fatal precipitación: consentir la alcaldía de Gloria Fernández Merayo.
Samuel Folgueral, cuarto alcalde de Ponferrada en democracia, pasará a la historia como el copiloto que no supo ser piloto; en cuanto a Fernández Merayo, no pasará a ninguna historia local. La ciudad tiene la necesidad higiénica de pasar cuanto antes su negra y patética página.
- El cuatrienio negro
Las elecciones de 2015, tras los movimientos del 15M y la irrupción de Podemos y Ciudadanos, significaron el final del bipartidismo dinástico en toda España y también en Ponferrada. La corporación quedó formada por siete grupos municipales, por este orden: PP con 7 concejales, PSOE con 6, USE con 5, CS con 2, Coalición por El Bierzo con 2, En Común con 2 y Partido Regionalista del Bierzo con un concejal. Una corporación difícil de manejar y una alcaldesa que actuó como un elefante en una cacharrería. Pasará a la historia de las alcantarillas como el Cuatrienio Negro.
Han sido cuatro años insoportables: pregunten a funcionarios municipales, a concejales propios y ajenos y a periodistas, que lo han sufrido en sus carnes. Pero sería injusto atribuir todo el mérito a Gloria: la acumulación de ego por centímetro cuadrado superó con mucho los límites recomendados por la OMS.
Más que grupos municipales, hemos tenido y tenemos políticos personalistas, muy pagados de sí mismos, respaldados por agrupaciones que no llegan a la categoría de partido político. El ejemplo más claro es el de Tarsicio Carballo, con su folclórico Partido Regionalista del Bierzo, que ni es partido ni nada que se le parezca.
Tarsicio —lo digo con respeto a su persona, como a todos los demás aquí citados— está a punto de entrar en la categoría que Camilo José Cela denominaba “el tonto del palco de la música”, que siempre hay un par de ellos en cada verbena. Acabar siendo tu propia caricatura es cruel y Tarsicio haría bien en retirarse de una vez: esta ciudad es muy jodida con las burlas.
Casos distintos son los de Samuel Folgueral, Pedro Muñoz o Rosa Luna: hablo de personas porque detrás de sus candidaturas no hay organizaciones ni partidos ni ideología ni programa, sino intereses.
Lo de Rosa Luna es como un Silvia Clemente inverso: ¿quién habrá sido el aguililla del PP que fue a ligar a casa del vecino Ciudadanos, sabiendo que dentro de tres semanas tendrán que sentarse a negociar? ¿Aceptarán los cornudos de Ciudadanos compartir cama redonda de nuevo con la concejala casquivana?
El caso de Samuel Folgueral es más preocupante: porque ha sido militante socialista y ha sido alcalde, y conserva cierto peso específico, bien que en horas bajas. Ha dilapidado su capital por no haber sabido mantenerse como copiloto en 2015, facilitando sin contrapartidas la alcaldía a Ángela Marqués. Un acto de generosidad que hubiera permitido recomponer las relaciones rotas en la familia socialista ponferradina: como se ha escrito en este mismo periódico, hoy Marqués sería senadora y Folgueral alcalde. Pero las prisas…
En cuanto a Pedro Muñoz —corresponsable del desgobierno del Cuatrienio Negro—, su partido es el más transversal, entendiendo por transversal moldeable, flexible, no sé si de chicle o de plastilina. Su programa político se resume en la frase: “Voy con los de la feria y vuelvo con los del mercado”. Lo cual le ha dado un gran poder durante el Cuatrienio Negro, mercadeando votos por triplicado: en el ayuntamiento, en el Consejo Comarcal y en la Diputación; y, como veremos, la aritmética del 26M le puede volver a convertir en bisagra de unos o de otros, o de todos a la vez. Magnífico pronóstico para sus intereses; mal pronóstico para la ciudad.
- Horizonte 2019-2023
¿Qué va a pasar el 26M y qué debieran hacer los ciudadanos y las ciudadanas de Ponferrada ante esta situación errática, heredada del Cuatrienio Negro?
A la competición electoral optan nada menos que once candidaturas (eran doce apóstoles, pero Judas Vox se colgó de la higuera en tiempo de descuento): PP, PSOE, USE Bierzo, CB, Ciudadanos, PRB, IU, Podemos, Más Ponferrada, Municipalistas por el Cambio y Vecinos Independientes Agrupados.
PP: bajo la sospecha de Ulibarri
El abogado Marco Morala —designado a dedo desde Salamanca por un partido que ignora la democracia interna, lo que es anticonstitucional—, encabeza la lista del PP que incluye en puestos de salida a Rosa Luna, tránsfuga de Ciudadanos, “una apuesta por el talento, la juventud y la experiencia”, según el chiste de Morala.
Marco Morala, persona de reputación seria y honrada, de quien he escuchado opiniones positivas en una ciudad muy dada a despellejar, tiene sobre su candidatura una hipoteca moral que pesa como una losa o como una lápida: la sospecha de estar tutelado por el empresario José Luis Ulibarri, procesado por corrupción en los sumarios Enredadera y Lezo, entre otros. Están en juego las concesiones de los contratos municipales de limpieza, transporte y lo que venga: muchos millones a repartir.
Está todo publicado y no cuento nada nuevo: Morala fue propuesto como candidato del PP en 2015 y apartado entonces por no plegarse a los intereses espurios de Ulibarri. Nadie ha explicado los tejemanejes del gran muñidor local, Eduardo Fernández, ahora apartado él también por Mañueco, pero el PP le debe esta explicación a los ponferradinos, y en particular a sus miles de votantes fieles y dignos, que no se merecen estas componendas vergonzantes y este desprecio a la democracia interna.
Antes de pedir ningún voto, Morala debe explicar con transparencia por qué no fue candidato en 2015, quién se lo cargó entonces y con qué bendiciones ha llegado a ser candidato en 2019; y si no lo hace, él y su candidatura estarán bajo la sospecha de haber recibido la bendición de Ulibarri.
En todo caso, el PP —que tuvo 18.076 votos en 1999 y 7.533 votos en 2015, el peor resultado de su historia—, ha malgastado durante el Cuatrienio Negro todo su capital político y se avecinan para los populares tiempos de penitencia: cuatro años de castigo en el banquillo, en los que Marco Morala podrá ser un leal y educado jefe de la oposición.
PSOE: la sensatez tranquila
La política también se mueve por el vaivén de las olas, como la onda que llevó al poder a Zapatero o la que tumbó a Rajoy, además de los méritos de cada cual. En 2019, hay una ola ascendente en la que surfea Pedro Sánchez y un tsunami en caída libre del PP de Pablo Casado, y ambas tienen consecuencias locales.
A diferencia del PP, al que le quedan estos cuatro años como mínimo de penitencia, el PSOE ponferradino, con un largo historial cainita, ha pasado su calvario más reciente y ha pagado caro el precio de sus luchas internas, incluyendo el desencuentro que apeó a Ángela Marqués en 2015.
En estos cuatro años, Olegario ha ido recomponiendo la unidad interna, nunca a gusto de todos, tejiendo complicidades y, sobre todo, lo más importante en política, creando equipo.
En el ayuntamiento, Olegario Ramón ha representado durante cuatro años la oposición más seria y constructiva, lo que le da un buen conocimiento de la vida municipal. Dicho de otro modo, después de cuatro años sabiendo esperar su momento, como buen fornelo, Olegario Ramón está en condiciones de ser alcalde de Ponferrada y será el candidato más votado el próximo 26M.
PODEMOS pero no podemos
La divertida película La vida de Brian se estrena en versión morenica, protagonizada por la izquierda local, con el título Los cuatro pimenteros de Ponferrada, con Javier Arias, Lorena González, Plácido Martínez y Emi Esteban en los papeles estelares, de los que se ausenta un histórico de Izquierda Unida, Miguel Fernández, Tanque. Buena decisión, antes de acabar como otro Tarsicio.
El problema de las izquierdas es su inmadurez, su personalismo infantil. El ego de personajes como Pedro Muñoz o Samuel Folgueral es humildad franciscana ante el ombliguismo de los grupos, grupitos y grupúsculos que configuran el conglomerado de la izquierda. Esto ocurre a nivel estatal, en las llamadas “confluencias” de Galicia, donde se confluye poco, y también en Ponferrada, donde el 15M comparece fragmentado en cuatro candidaturas, para desolación de sus votantes.
Cuatro opciones fratricidas —IU, Podemos, Más Ponferrada, Municipalistas por el Cambio—, que se tapan los carteles unas a otras y en cuyos programas es difícil percibir diferencias. La desunión del 15M anticipa un fracaso colectivo que obligará a una recomposición en profundidad de la izquierda en Ponferrada y en todo el Estado. De las cuatro opciones, entrará en la corporación la marca original, Podemos, encabezada por Lorena González, que se hubiera merecido otro resultado: algo no tan plácido y menos Más Ponferrada.
- Amenaza la coalición de perdedores
Es sabido que el PP, cuando le iba bien, se pasó veinte años exigiendo que se dejara gobernar “a la lista más votada” en vez de lo que ellos llamaban despectivamente “una coalición de perdedores”, hasta que dejaron de ser la lista más votada y pasaron a ser PPerdedores. La hipocresía del Partido Popular en este asunto no conoce límites ni vergüenza, como acaba de demostrar pactando con Ciudadanos y Vox en Andalucía, donde el PP obtuvo los peores resultados de su historia y el PSOE ganó las elecciones con mucha diferencia.
Algo así puede pasar en Ponferrada, donde el PSOE encabezado por Olegario Ramón va a ganar las elecciones claramente, con bastante distancia en votos sobre el segundo, pero una coalición de perdedores puede alterar el resultado.
La futura corporación tendrá al menos seis grupos políticos: el PSOE, que puede sumar 9 concejales (con una horquilla de 8 a 11); el PP que puede mantener los 7 (aunque está más de cerca de 6 que de 8); Podemos con 3 actas y opción a 4; y USE, Coalición por el Bierzo y Ciudadanos moviéndose en torno a los 2/3 concejales. A partir de ahí, todas las combinaciones que sumen están sobre la mesa.
Las opciones reales son tres:
- Gobierno de izquierdas sólido y estable PSOE-Podemos con mayoría absoluta (es la que me gustaría personalmente, pero conviene no confundir la realidad con el deseo).
- Coalición de perdedores bendecida por Ulibarri, si PP, USE, CS y CB suman trece. Una desgracia para la ciudad.
- Gobierno del PSOE en minoría, con Olegario Ramón proclamado alcalde sin necesidad de pactos, por ser la lista más votada. Parece la opción más probable.
Veamos algunos matices. Si la desolación del electorado podemita, dividido en cuatro listas tontas, no pasa de dos concejales y el PSOE consigue diez, Olegario Ramón necesitaría un voto para la mayoría absoluta, bisagra que Pedro Muñoz venderá a cambio de contrapartidas en el Consejo Comarcal y/o en la Diputación, la mamandurria más cotizada, donde se manejan muchos millones. Le llaman política, pero es otra cosa.
Parece más difícil que sume una coalición de perdedores a cuatro bandas —con PP, USE, Ciudadanos y los bercianistas de Muñoz—, salvo que todos ellos se pongan bajo el manto protector de San Ulibarri, patrono de la basura. No lo descarten. Sin embargo, la química local entre PP y Ciudadanos está herida de muerte tras el Silvia Clemente inverso de Rosa Luna. Roma no paga traidoras, aunque tratándose del partido veleta cualquier cosa es posible y su contraria también. Por otro lado, el PP necesita pasar cuatro años en la oposición para recomponerse, limpiar las sentinas de la corrupción y recuperar la confianza de los once mil votantes a los que ha defraudado.
Si Marco Morala tiene ética y dignidad política, y no se deja abducir por el ulibarrismo, si tampoco se deja perder por las prisas —como le pasó a Folgueral—, le quedan cuatro años de penitencia para aprender todo lo que no sabe de la gestión municipal (“A la política se llega aprendido”, decía el clásico). Esta opción, la famosa lista más votada que tanto gustaba al PP, alejaría pactos contra natura y devolvería a la gobernanza de la ciudad la sensatez y estabilidad perdidas durante la última década.
- A modo de conclusión: la Ponferrada del siglo XXI
La ciudad necesita sensatez y estabilidad a salvo de intrigantes para abordar medidas de calado político y social: un nuevo Plan General de Ordenación Urbana diseñado por la ciudadanía y no por los constructores, tejido desde la periferia hacia el centro y no al revés; incorporar la ciudad a la Agenda 2030 (empleo verde y energía limpia sin carbón ni incineradoras corruptas ni redes de calor ilegales, tarea para la que tenemos la suerte y el privilegio casi exclusivo de contar con la Ciudad de la Energía), y hacer de Ponferrada el tractor económico y cultural real del Bierzo. En definitiva, salir del paletismo rancio y choni, y transformar Ponferrada en una ciudad europea del siglo XXI.
En resumen: lo peor que le puede pasar a Ponferrada es repetir una coalición inestable entre perdedores sin proyecto político, bendecidos por Ulibarri y guiados por intereses personales y económicos, lo que nos llevaría a un segundo Cuatrienio Negro: la Ciudad Enredada saltaría por los aires.
Y lo mejor que le podría pasar a la capital del Bierzo, y a sus vecinos y vecinas, será que se respete el sentir democrático expresado en las urnas, dejando gobernar por asentimiento a la lista más votada, que será la del PSOE, “la alternativa fiable”, encabezada por Olegario Ramón, de quien espero por el bien de todos que sea un buen alcalde. Me conformaría con cuatro años de educación, respeto democrático y un poco de sentido común.