[LA PIMPINELA ESCARLATA] Entre El Bierzo y Palestina
EDUARDO FERNÁNDEZ | Recuerdo en mi vida política un par de ocasiones al menos en las que, después de haber dicho algo públicamente, me he preguntado cómo era posible que yo hubiera caído en semejante gilipollez. Pero he seguido inasequible al desaliento, en la confianza con que me conforta el catolicismo que, ya saben, con suficiente propósito de enmienda y dolor de los pecados, le perdona a uno. Probablemente los políticos en activo tengan poco propósito de enmienda. E incluso ocurre que, teniendo propósito, simplemente no tienen enmienda.
Ya saben ustedes que el Presidente de la Junta de Castilla y León es mi amigo, y a los amigos se les dice lo que uno piensa de verdad, les guste o no, y así es con Alfonso Fernández Mañueco. Por las dos partes. Como todas las personas –salvo Sánchez que ha nacido predestinado a no cometer error humano alguno, tocado como está de una cierta semidivinidad al estilo cesarista de emperador julio-claudio omnipotente–, yo me equivoco, como el resto. Y usted, amable lector o lectora, que en esto la errancia humana no entiende de géneros. Y naturalmente Mañueco se equivoca también en ocasiones. Yo rezo por el bien de todos que las menos posibles. Gran conocedor de la naturaleza humana escribió Goethe que el único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada. No me corresponde a mí recordar a Mañueco, sujetándole la corona de laurel como en los triunfos romanos respice post te hominem te esse memento. Para todos aquellos a las que las sucesivas leyes de educación les hayan arruinado la formación clásica, “mira tras de ti, recuerda que eres un hombre”, fórmula para bajar los humos y la soberbia en el momento de máximo subidón, que no será precisamente antes de entrar en una junta directiva en Génova. Mañueco se equivoca y, cuando creo que tiene relevancia, le fustigo cuanto puedo, porque creo que debo. Me lo imagino tan rodeado de una corte de aduladores que raramente le llevarán la contraria, que siempre le vendrá bien una opinión discordante. Pues miren, no será en esta ocasión. No porque no se haya equivocado, sino porque entre todas las equivocaciones de político en activo, esta carece absolutamente de trascendencia. Así que de flagelo nada.
Uno le perdona todo a los amigos, menos que hablen mal del Atleti y ahí Mañueco bordea el abismo y de vez en cuando se la juega, pero mucho menos que Morala. Y desde luego, perdona que hablen de uno como si fuera parte de la irreductible aldea gala de Astérix. Después de verme las fotos de la procesión de Semana Santa, en mi caso más bien de Obélix. Dirán ustedes, y dirán bien, que si no son amigos de Mañueco, prefieren que no mezcle Palestina con El Bierzo. Ahora bien, amigos o no aquí se han sentido preocupadísimos al punto de no dormir los que creían que todos les iba a venir bien para un reproche político.
El profesor Vallespín, que no es precisamente sospechoso de ser un derechista encubierto, después de haber reflexionado en el año 2018 sobre la turbopolítica, me dijo que estaba a punto de hacer un artículo sobre la turbo opinión. La turbo opinión es ese estado de necesidad de opinar de todo en el que vive la sociedad española. Luego no es de extrañar ni la polarización afectiva en que vivimos ni que se terminen diciendo cosas de aquí cuando se pregunta por las de otro lado, nada menos que esa región israelo-palestina en la que los terroristas fueron los causantes de la tormenta de fuego que se desató a continuación, pero a estas alturas todos han cometido barbaridades.
Qué cosa más natural que a un señor que tiene que estar preocupado por los avatares y futuro de Castilla y León le pregunten los expertos periodistas en relaciones internacionales, casi siempre de un lado determinado del espectro ideológico, por lo que no es en absoluto ninguna de sus competencias. Yo creo que estas cosas se solucionan diciendo no me pregunten por aquello que no es de mi competencia, porque se convierten en cosas que no son de mi incumbencia. Igual sobre la situación en Israel y la franja de Gaza pueden opinar casi todos los mortales, pero los que tienen responsabilidades institucionales sujetas a delimitación territorial, debían no hacerlo, salvo que vaya en su ámbito decisorio.
Ya se pueden imaginar que yo prefiero que cuando el presidente de Castilla y León habla, lo haga del Bierzo y no de Palestina. Hablando de Palestina están más cómodos los que prefieren no hablar de España.
Y además, lo que le pido a Mañueco es que hable de la única forma que se entiende a un presidente, que es con proyectos y dineros. No parece que ese sea el problema hasta ahora. Claro que todos queremos más, pero con esto no han podido ponerse estupendos los señores que se han rasgado las vestiduras y a los que no oímos quejarse del brutal asesinato de los y las jóvenes israelíes hace unos meses, simplemente porque no les parecía necesario a su política de titular rápido y red social. Que Mañueco se aleje de la turbo opinión y vivirá más tranquilo, que siga hablando del Bierzo y viviré más tranquilo yo. Lo demás, postureo para que se olvide que en el Consejo hay gente que vive sin marcarla y sin marcarla cobra de todos.
El presidente del Consejo Comarcal, eso sí, experto en quebrar derechos allí por donde pasa a tenor de las sentencias judiciales, ha querido jugar a indignadito y a escandalizarse, y lo ha hecho con arrebato copiado a los nacionalistas, creyendo que habla en nombre de todos los bercianos, que no parecen secundar sus rabietas muy a menudo precisamente. Viendo tan fina sensibilidad del presidente del Consejo Comarcal, que por lo visto algunos desearían que fuese el Consejo Comarcal-nacional de Palestina, me va a encantar que cuando quiera hablar de la renovación del convenio o cuando su inoperatividad le atenace y saque el socorrido último recurso de cambiar la Ley de la Comarca, que viene a ser a su nivel lo mismo que para el César ir a Cuelgamuros sin familias y sin Koldo, Mañueco le conteste que si eso, ya hablarán de Palestina.