[LA OVEJA NEGRA] Abramos los ojos, es hora de acabar con las mentiras
GERMÁN VALCÁRCEL | Me reconozco como un antiguo defensor de las llamadas energías renovables. Durante años fui víctima de la esperanza, de una falsa esperanza; las defendí con entusiasmo, ante la perspectiva de una economía basada en energías renovables. Al igual que otros muchos, durante años pensé que la “energía limpia” era la respuesta correcta ante la exigencia de hacer “crítica constructiva” que, a diario, caía sobre los hombros y la consciencia colectiva de todos los que intentábamos dar alternativas al ecocidio en marcha, parecía la tesis más realista. Parecía factible, incluso bonita. Y, lo más importante, estábamos convencidos de que salvaría el planeta y a todos sus habitantes. Desgraciadamente, nada de ello era –ni es- verdad. Esas visiones y esas “creencias” eran –y son- totalmente ajenas a la realidad.
Con el tiempo, me fui dando cuenta que no eran más que ensoñaciones. La crítica y las propuestas nacidas desde los sectores mayoritarios del movimiento ecologista, incluso dentro de parte del movimiento altermundista (movimiento que, en la práctica, fue destruido el 20 de julio de 2001, cuando fue asesinado a tiros el activista antiglobalización, Carlo Giuliani, en las calles de Génova, durante una reunión del G-8) no eran más que parches nacidos de la pseudorrebeldia, la disidencia controlada y las falsas críticas hacia la sociedad industrial y tecnológica. Criticas basadas y sustentadas en los propios valores del capitalismo.
Esas ensoñaciones verdes no tenia en cuenta la extracción y expolio de los minerales necesarios, ya escasos, para construir esas nuevas máquinas de producción de energía. Extracción y expolio que, no es más que la continuación del colonialismo que ha caracterizado y hecho posible el desarrollo capitalista desde sus inicios. Tampoco daban respuestas convincentes al inevitable dilema de un sistema económico que requiere un crecimiento constante e infinito en un planeta que en realidad es finito y que, por tanto, tiene reservas limitadas.
Ni siquiera éramos consciente de que un mundo alimentado por energía solar y eólica, o por energía hidroeléctrica o geotérmica, o por biocombustibles, o por cualquier otra de las potenciales fuentes de las que tanto se oye hablar, sería inevitablemente un mundo basado en una mineria industrial global, basada en el uso de combustibles fósiles, junto con toda la terrible contaminación y los múltiples problemas medioambientales que lleva asociada.
Al igual que otros muchos, me fui topando y descubriendo a gentes como Murray Bookchin y su ecologismo radical, Georgescu-Roegen, pionero de la bioeconomía, Serge Latouche, uno de los padres del Decrecimiento, y en España a personas como Carlos Taibo, José Manuel Naredo, Pedro Prieto, Antonio Turiel, y tantos otros que tanto nos han enseñado y ayudado intelectualmente. Fui leyendo todos los estudios e informes que se necesitan para hacerme una idea de lo que se avecina. Un desastre completamente desbocado, galopa pisándonos ya los talones. Gracias a todos estos científicos, hoy podemos afirmar sin ninguna duda que el capitalismo solamente puede existir con crecimiento material perpetuo para compensar la disminución del Valor.
Actualmente, disponemos de las suficientes evidencias científicas que apuntan hacia una desaparición, más o menos rápida, de muchos de los fundamentos de la vida sobre la tierra. No es descabellado afirmar que nos enfrentamos a una reducción drástica de las probabilidades de continuación de las formas biológicas como consecuencia de la intervención destructiva de una forma de organización de la vida colectiva de las sociedades humanas sobre la tierra: la “civilización” capitalista.
Las tesis decrecentistas solo serán viables a través de una ruptura total con la producción de mercancías y de dinero. Sin embargo, los sectores mayoritarios del movimiento ecologista, reculan ante la posibilidad de que les hagan parecer demasiado utópicos. Muchos se han adscrito a las tesis de la llamada Green New Deal (Transición Energética en España) y parecen creer que la tiranía del crecimiento es solamente una especie de malentendido que se puede atacar a fuerza de “buenismo”: culpabilizando al conjunto de la población por su consumismo –lo de las clases es muy marxista para esta gente- y coloquios científicos que discuten sobre la mejor manera de calcular el producto interior bruto.
Por otra parte, hace años que los ambientalistas y la mayoría de los autocalificados ecologistas -últimamente también algunos decrecentistas caen en la trampa- de la política tradicional y quieren participar en las elecciones y obligar a los representantes electos a firmar solemnes declaraciones de derechos y deberes. Ya sabemos dónde, y cómo, acabaron casi todas aquellas personas firmantes del Manifiesto Ultima Llamada que, hace una década, tomaron la vía institucional.
La escasez de materias primas energéticas a la que se enfrenta la humanidad va a sacar a la luz todo este sistema de engaño
A veces, el decrecimiento se convierte incluso en un discurso un poco esnob, con el que la “izquierdita” institucional y los clasemedianos progres aplacan sus sentimientos de culpa recuperando ostensiblemente las verduras desechadas al cierre del mercado o llevando a cabo impudorosas y mediáticas campañas de recogida de basura. También, hay que preguntarse por qué cierta “Derecha”, ha mostrado interés por el decrecimiento.
Es hora de decir alto y claro que las llamadas energías renovables, tal y como están concebidas, son la continuación de un metabolismo económico, social y cultural que asesina, esclaviza y destruye la biosfera, y a los seres vivos que habitamos el planeta. Es necesario denunciar y explicar que, para no seguir por el camino del expolio, explotación y el genocidio, la bonanza y desarrollo europeo se edificó sobre el sufrimiento y colonización de millones de personas. El colonialismo es el período de la acumulación originaria de capital, y es por ende un período previo a la emergencia de la industria: sin el trabajo negro, sin los mercados de materias primas regaladas, quién sabe cuándo habríamos podido conseguir el maravilloso desarrollo tecnológico que “disfrutamos”.
Desde el colonialismo, todas las personas de todas las regiones del mundo forman parte, en esencia, del mismo sistema socioeconómico, dentro del cual ocupan un puesto que viene definido y limitado según el lugar y el estrato social de procedencia, el cual, por supuesto, nadie elige. Todas estas cuestiones son claras, y, sin embargo, apenas unos pocos las consideran. ¡No digamos sus consecuencias!
La escasez de materias primas energéticas a la que se enfrenta la humanidad va a sacar a la luz todo este sistema de engaño en el que vivimos; un crecimiento perpetuo de la economía, resulta imposible en un planeta con recursos finitos. Estamos tocando los límites, los hemos ya tocado, y quienes tienen poder económico y político lo saben. Cuando nos cuestionamos el sentido de muchas de las medidas que se están aplicando, no debemos perder de vista que el objetivo principal, es poner en marcha un sistema de control absoluto sobre la población, restricciones de movilidad, de libertades de todo tipo, el pretexto es lo de menos. Se hizo evidente con el tema del Covid, que les dio mucho juego, pero será cualquier otro miedo, con el que azuzar a una sociedad temerosa y dependiente del poder. El miedo justifica y bendice la mano dura.
Como sigamos acostumbrándonos a bendecir estos modelos de ordeno y mando, ya podemos prepararnos. El problema no son los políticos, la sociedad, en su mayoría, está tragando con el autoritarismo y muchas personas lo bendicen y aplauden. El miedo más grande que debería preocuparnos es acabar siendo un rebaño obediente y sumiso.
Si queremos sobrevivir a la barbarie, debemos recuperar la cultura del rechazo, levantarnos contra la instrumentación de la vida, de las personas y las mentes, contra esta devastadora civilización para los cuerpos y el medioambiente. Es necesario resistir, luchar y decir ¡YA BASTA!
PD. Enlace al documental las Sublevaciones de la Tierra, contra el asfalto. La potente y novedosa lucha de este movimiento en Francia. Muy recomendable.