[TRIBUNA] Inteligencia fiscal
ÁLVARO ÁLVAREZ RODRÍGUEZ | Resulta incomprensible ver cómo una y otra vez, la única solución que suelen aplicar los gobiernos españoles cuando necesitan aumentar los ingresos públicos, sea acudir a constantes incrementos de la carga fiscal, que a quien más perjudican siempre es a los mismos: el asalariado medio, los autónomos y las pymes.
Lo incomprensible se convierte en altamente irritante, siendo suaves, cuando la necesidad de aumentar los ingresos nace de un gasto público desorbitado, partidista y propagandístico, como ocurre actualmente a nivel nacional.
Cualquier economista sabe perfectamente que las subidas de impuestos no siempre son la mejor fórmula para incrementar los ingresos públicos. Es más, en ocasiones, dependiendo del contexto socioeconómico, se consigue un mejor resultado minorando la carga fiscal. Esto, que puede resultar paradójico, se explica fácilmente:
Cuando una economía, como es el caso de la española, depende en enorme medida de rentas medias y bajas, existe muy poco margen para continuar exprimiendo al país sin empobrecerlo. Este es un problema que llevamos sufriendo desde 2004 de forma incesante. Los primeros ocho años para sufragar el reparto de fondos públicos más improductivo que se recuerda; y como consecuencia de ello, y por ausencia de valentía política para tomar medidas drásticas, desde 2012 como forma de “salvarnos” de la inminente quiebra a la que nos habían abocado en las dos legislaturas anteriores, con la famosa prima de riesgo por las nubes de la que casi nadie había oído hablar hasta entonces.
La crisis financiera global de 2008, junto a la política de “buen talante” logrado a base de cheques regalo que tristemente recordamos, dejaron un panorama nacional desolador que sufrimos muy profundamente durante la pasada década.
Ahora, en un contexto muy distinto, nos vemos de nuevo en una situación de fiesta política continuada, de regalos aquí y allá para lograr votos, en las urnas primero, y en el Congreso después. Como es obvio, toda esa fiesta la volveremos a pagar los de siempre. ¿Cómo? Con nuevas subidas de impuestos. A falta de imaginación y saber hacer: hachazo al ciudadano y a las pymes.
Existiendo conocidos e importantes ejemplos de éxito, no se comprende por qué no valoran la posibilidad contraria como solución: bajar impuestos para ingresar más.
En los últimos años se ha producido en España un enorme movimiento económico desde Barcelona hacia Madrid. ¿Por qué? Dos razones fundamentales:
– Temor y desconfianza ante la situación política catalana (asunto más que manido).
– Gran diferencia en la política fiscal de cada región.
Madrid ha optado por aplicar la inteligencia: hacerse atractiva ante los ojos de los inversores nacionales e internacionales, con niveles de carga fiscal lógicos, asumibles y competitivos. Este éxodo de capital tiene una analogía en la actualidad desde California hacia Florida, por razones bastante similares a las nuestras.
Nada se consigue en el mundo actual sin lograr un alto nivel competitivo. Nos ocurre en el día a día a todos en nuestros puestos de trabajo, profesiones o empresas de cualquier sector. Lo mismo debieran hacer los políticos con las regiones o países que dirigen, si primero hubieran tenido unos mínimos conocimientos y experiencia en gestión empresarial, lo cual está claro que es pedir demasiado, y puede provocar incluso risa pensarlo…
Es muy sencillo: ¿qué es más, el 20% de mucho, o el 50% de nada?
Por mucho que nos suban los impuestos, las rentas bajas no van a poder colaborar; las rentas medias llevan dos décadas siendo exprimidas, igual que los autónomos y las pymes (sin que nadie del gobierno los defienda). Grandes empresas en este país escasean, y como continúen con estas políticas de linchamiento y persecución moral y fiscal, cada vez escasearán más.
¿No será más inteligente dejar de machacar a los de siempre, diseñar un marco fiscal atractivo, y así captar a nuevas grandes empresas internacionales como está haciendo Madrid?
Dejen por un momento a un lado el prejuicio “empresa = enemigo” tan extendido entre un amplio sector de la población. Aunque sólo sea por nuestro interés general, y a falta de imparcialidad para valorar a las empresas como generadoras de empleo y riqueza, deberíamos al menos ser lo suficientemente inteligentes como para considerarlas “contribuyentes en potencia” con altos ingresos. Un porcentaje moderado de impuestos aplicado a resultados positivos muy elevados ayudaría mucho más que las políticas fiscales que los diferentes gobiernos centrales llevan aplicando en los últimos veinte años, desde el fatídico 2004 hasta hoy.
No hay más que ver la velocidad actual de Madrid y compararla con el resto de España.