[LA OVEJA NEGRA] La cosecha de la polarización empieza a recogerse en el Bierzo
GERMÁN VALCÁRCEL | Lo ocurrido, esta semana en el municipio donde vivo, Ponferrada –la agresión al exalcalde del municipio, Olegario Ramón- no creo que haya sorprendido a nadie. El contexto de violencia política que vive este país hacía previsible lo ocurrido. Esa violencia está, intelectualmente, fomentada por los propios políticos y amplificada por unos medios de comunicación que no hacen más que sacar mecheros en la gasolinera en la que, unos y otros, han convertido este país.·
Chomsky ya nos avisó que el elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción, que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes. Hay que mantener la atención de la gente distraída de los verdaderos problemas sociales. Mantenerlos ocupados, ocupados sin tiempo para pensar, crear problemas para ofrecer soluciones. Se crea un problema, una situación prevista para causar cierta reacción, para que el público se enoje y grite, y después ofrecer la solución. Hay que reconocer que don Olegario las vio venir, no hace muchos días ya ofreció la solución, al problema de la extrema derecha en Ponferrada: Una moción de censura; no en vano, el PP gobierna Ponferrada y la Comunidad de Castilla y León con los votos de la extrema derecha.
En la política institucional la realidad se vuelve amoral y la vileza deja de tener carácter peyorativo para ser una simple estructura normativa, de la que se debe partir para comprender el comportamiento de la mayoría de nuestros políticos. Las campañas electorales –estamos permanentemente en campaña- son una burla políticamente insoportable y una forma de ahorrar razonamientos, donde todo se reduce a no explicar nada, a hacer o decir comentarios, chistes y frases supuestamente ingeniosas, divertidas o profundas con las que lo único que se busca es ahorrar un razonamiento y son solo simples recovecos o disfraces para esconder la ignorancia y facilitar que esta pueda campar a sus anchas, pero, sobre todo sirven para distraer la atención de la gente de los problemas reales que nos asolan, con un único objetivo: nuestro voto es su dinero.
Los partidos políticos son herramientas que sirven, fundamentalmente, para acaparar poder, para que sus dirigentes ganen dinero, para ellos, sus familiares y personas afines y/o por cuestiones de ego. El principal problema es que delegamos en ellos la gestión de asuntos que deberían estar en manos de toda la comunidad. El poder corrompe, y el poder absoluto, corrompe absolutamente. El PSOE y el PP son dos de los mayores y mejores ejemplos, pero no son los únicos, dime cuánto poder has ostentado y te diré cuánto te has corrompido y estafado a la población. Estos que ganaban dinero con las mascarillas, ¿Con cuántas cosas más se han forrado?
No, no nos equivoquemos, los políticos profesionales siempre fueron y son parte del problema. Se les da muy bien utilizar las luchas y revictimizar a colectivos vulnerables, para ganarse el favor del pueblo, y perpetuarse en la administración del poder, ese es el objetivo y está por encima de los valores que pregonan, su modus vivendi hace que el gobierno continúe y que algo cambie, para que todo siga igual: Igualdad sí, pero no. Patriarcado no, pero sí. Guerra no, pero sí, apoyamos a Palestina, pero vendemos armas a Israel. Todo crea empleo, todo por la economía. Putin no, pero Biden sí. Caos climático sí, pero no. Crisis energética sí, pero es culpa de Putin. Petróleo ruso no, pero sí a través de la India por el doble de precio. Hipocresía, toda.
Embrutecidos y encerrados en el individualismo más ciego, seguiremos formando un inmenso ejército de sumisos
La verdad no es propiedad de nadie, ni siquiera del poder o de la legalidad establecida, ni es posesión de ningún estamento social, de ningún juzgado ni ser viviente. Pero algunas cosas si podemos afirmar sin miedo a equivocarnos: hemos llenado los parlamentos y ayuntamientos de personajes similares al caballo de Calígula, dispuestos a pisotearnos, a decirnos, una y otra vez, que no todos los delincuentes van a la cárcel, que el código penal solo se hizo para los pobres y el civil para los poderosos y que, además, una vez elegidos tienen inmunidad. Que no hay más camino que el que nos marcan. Mientras, felices y democráticos, los próximos meses votaremos, una y otra vez, con la risa boba del que no sabe por qué ríe, del que hace tiempo olvidó que un hombre solo no es nadie, pero que unido a otros lo es y lo puede todo. Así, embrutecidos y encerrados en el individualismo más ciego, seguiremos formando un inmenso ejército de sumisos y cabizbajos conformistas que besan las manos de sus verdugos, mientras estos nos colocan la horca sobre el cuello.
Conociendo el riesgo al que me enfrento –algunos necios dirán que estoy justificando al agresor- al preguntar no por ello voy a dejar de hacerlo: En este contexto donde los términos manipulación y desinformación adquieren relevancia que respuestas esperan de una sociedad repleta de individuos alienados, manipulados y polarizados, mediante noticias falsas y otras formas de mentiras emitidas, una y otra vez, desde los “gabinetes de comunicación” de partidos, instituciones y corporaciones que, amplificadas por los medios de comunicación y repicadas de forma repetitiva en las redes sociales, al estilo del régimen del Tercer Reich, van adquiriendo rostro de verdad.
Tal vez la respuesta la encontremos el día que dejemos de lado las orejeras que la propia sociedad nos propone. Ciertamente, son muy fáciles de llevar y nos hacen más fácil el camino por la vía de una forma de pensar que nos asegura que estamos en el lado bueno de la historia. Pero mucho me temo que si queremos avanzar no lo haremos escondidos tras las murallas de las certezas inamovibles. Tras ellas no se crece, ni humana ni socialmente.
Para tratar de entender lo que está ocurriendo a nuestro alrededor solo hay un camino: pensar, dejar de hacerlo es aceptar la esclavitud. Cierto que requiere esfuerzo, investigación y experimentación. Pero tomar el camino más corto, donde las explicaciones requieren poco esfuerzo y la probabilidad de que las respuestas sean falsas y, por lo tanto, nos equivoquemos, solo conducen al abismo. Hacia él que en la actualidad caminamos. Ya nos avisaba, en su Ensayo sobre la ceguera, José Saramago: “La ceguera no es lo que te impide ver, es lo que te impide comprender”.