[LA OVEJA NEGRA] 1º de Mayo en el Bierzo, ¡fuera máscaras!
GERMÁN VALCÁRCEL | Que la envejecida, caciquil y sumisa sociedad berciana se degrada a pasos agigantados hace mucho que, desde este pequeño y marginal espacio de opinión, lo venimos denunciando. Las causas son variadas, las hay exógenas, pero también endógenas, muy abundantes estas últimas y que tienen mucho que ver con la estructura político-social del Bierzo. El pasado 1 de mayo, tuvimos ocasión de constatar hasta dónde esa estructura caciquil y clientelar ha sido el cáncer que ha deteriorado y pervertido cualquier intento, no ya de reforma, sino de simple modernización.
El 1º de Mayo siempre fue, históricamente, la conmemoración que había servido para recordar la lucha que los trabajadores mantenían por conseguir unas condiciones de trabajo dignas. Luchas que casi siempre han estado teñidas de dolor y sangre. Sin embargo, los escasísimos asistentes al acto convocado en la capital berciana por CC.OO. y UGT tuvieron que tragarse un bochornoso y repugnante espectáculo de manipulación y sumisión, y ver como el representante de la, posiblemente, empresa más representativa de la explotación laboral de los trabajadores en la comarca (ni siquiera admite una representación sindical que, digna de tal nombre, pueda discutir las condiciones de trabajo o salariales, sino que obliga a aceptar las que unilateralmente impone) se convertía en el centro mediático de un acto dedicado, supuestamente, a reivindicar la lucha de la clase obrera. El acto recordaba más a aquel lejano Día del Trabajo que se conmemoraba durante el franquismo, celebrando y rezando a San José Obrero, que a una conmemoración de la lucha de los anarquistas ejecutados en Chicago.
La sumisa actitud de los “gerentes” de las franquicias sindicales locales –todavía hay gente que dice que con profundas convicciones izquierdistas– terminaron convirtiendo el acto en un repugnante ejemplo de sindicalismo “armonicista”, ese sindicalismo fascista que invoca la colaboración entre empresarios y trabajadores y que, en España, alcanzó su cenit bajo el régimen totalitario del General Franco.
No fue el único ejercicio de hipocresía al que hemos asistido en el Bierzo durante este último 1º de Mayo. Ese mismo día, la planta cementera del grupo brasileño Votarantim, ubicada en Toral de los Vados, se autoproclamó, mediante a una potente campaña publicitaria de greenwashing -realizada con la disculpa del centenario de la fundación de la planta berciana- como una empresa con una producción sostenible que practica la economía circular, mediante el uso de energías verdes y la captura de CO₂, todo el paquete Green new deal junto. Solo le faltó decir que cumple con las leyes de la termodinámica. Nada de esto debe sorprender, Cosmos -así se nomina la planta cementera berciana-, con sus potentes campañas publicitarias, ya desarboló al sector reformista del movimiento ecologista berciano -más bien ambientalista-, más dedicado, últimamente, a cancelar, destruir y aplastar, de forma sectaria, irresponsable y con artimañas cuasi fascistas a los pequeños sectores del ecologismo radical que a combatir este tipo de campañas. Poco cabe esperar de quienes prefieren -en aras de mantener no sé muy bien qué clase de supuesta hegemonía- ponerse tras las posaderas de un empresario del sector turístico y vitivinícola que apoyar, o al menos no entorpecer, los intentos de movilización social de los sectores más radicales del ecologismo.
Lo que revelan estos hechos es una profunda y preocupante convergencia entre los movimientos sociales, colonizados y desclasados en la comarca, por la hegemónica clase media, compuesta por funcionarios, profesionales de la política, profesionales liberales y rentistas (podíamos incluir en este apartado a amplios sectores de jubilados, donde abundan los que tienen rentas por encima de los treinta y cinco mil euros) y la castuzilla política local con los sectores empresariales más reaccionarios, expoliadores y explotadores de la comarca; conviene no olvidar que estos mismos empresarios ya fueron homenajeados por el aldeano bercianismo identitario. Tal vez ha llegado el momento de explicar que la búsqueda de la integridad debe también exigirse a esos colectivos sociales y a esos activistas.
La explotación de la naturaleza y de los trabajadores que practican estas empresas no es cuestionada por estos colectivos sociales, organizaciones que simplemente se limitan a poner paños calientes, a los hechos me remito, que terminan convirtiendo en “legales” y “sostenibles” actividades extractivistas y contaminates. Estos colectivos, también llevan a cabo bonitas e inútiles campañas de concienciación, incluso informes que nos pueden resultar útiles como documentación (pero siempre teniendo presente y denunciando sus sesgos ideológicos) pero no cuestionan el sistema. En el fondo, estos movimientos sociales, copados por las antedichas desclasadas clases medias, son una de las válvulas de escape que tiene el sistema para la contención de la rebeldía, transformando meras campañas cosméticas en sustitutas de acciones verdaderamente transformadoras.
Las organizaciones asistenciales acaban pareciendo empresas y forman parte del proceso de privatización de servicios
La funcionalidad de las ONG en el mantenimiento del status quo abarca un espectro muy amplio de colectivos, desde sindicatos a organizaciones ecologistas, feministas, pasando por las asistenciales, movimiento ciudadano, de ayuda al desarrollo o de defensa de la sanidad; son funcionales para quitar presión social en la batalla política, conceptual, cultural e ideológica y sirven para controlar y desestabilizar los procesos populares. Muchos de sus miembros terminan siendo cooptados por el institucionalismo partidista, para adocenarlos.
Como ejemplo práctico, las organizaciones asistenciales acaban pareciendo empresas y forman parte del proceso de privatización de servicios sanitarios y asistenciales, y blanquean el neoliberal concepto de “colaboración público privada”. Además, mediante el “voluntariado” vulneran más fácilmente los derechos laborales de sus trabajadores, dando una manita de “buenismo” tóxico a las prácticas de acumulación, al acaparar poder sobre la explotación de trabajo ajeno. Así, el poder real se esconde y delega el trabajo sucio en poderes subordinados y sometidos. Para quien esto escribe, que ya tiene unos años, simplemente es la constatación de que el sistema ha convertido a generaciones enteras en pasto seco para el incendio fascista.
Estas ONG son meros brazos del poder que buscan despolitizar los conflictos, o mal politizarlos al convertirlos en instrumentos partidistas, estrangular cualquier germen de organización social de base, mutando cualquier intento de lucha transformadora en la búsqueda de simples reformas. Indigna su dramática sumisión a las imposiciones del poder político y empresarial, su desdén permanente por los de abajo, su absoluta ignorancia de lo que por lógica deben reclamar las generaciones venideras. Pero para estas gentes, informarse, reflexionar, debatir, organizarse, movilizarse, apelar a la decencia o la veracidad, son cosas de frikis, de aburridos, de asociales, de cenizos.
Por eso son tan necesarios colectivos que practiquen la democracia de base, sin líderes, por lo tanto, indestructibles, la autogestión e intenten construir espacios autónomos, de apoyo mutuo, alejados del institucionalismo. ¿Que soy un utópico? Sí lo son —en el mejor de los casos— los que creen que se puede regenerar este podrido y criminal sistema o, en el peor, unos mentirosos, que pretenden seguir explotando a otros semejantes que es en lo que está basado este sistema.
Para terminar, recurro a la grandísima escritora salamantina Carmen Martin Gaite, que explica mucho mejor que servidor lo que por la Comarca Circular pasa: «Hoy nadie se atreve a disentir. Nadie se atreve a decir ‘el rey va desnudo’ cuando está clarísimo que el rey va desnudo. Se nos va atrofiando la capacidad de pensar por nosotros mismos, y creo que es preferible equivocarse a callar. Todo, menos llevar dentro al jefe de la manada. No podemos seguir actuando a golpe de silbato, de silbato mental. ¿La razón? Yo creo que es el miedo a la libertad de siempre. A la gente le da miedo ir por libre; prefiere la excursión programada a explorar la selva de las palabras. Ha pasado siempre. Es el camino fácil. Y yo creo que no hay que tener tanto miedo a descarrilar».
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